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Una mirada al juego ancestral mexicano

Al visitar zonas arqueológicas de nuestro país es muy frecuente que el viajero encuentre espacios y construcciones dedicados al juego de pelota, práct

Escrito en Irapuato el

Al visitar zonas arqueológicas de nuestro país es muy frecuente que el viajero encuentre espacios y construcciones dedicados al juego de pelota, práctica que fue sin duda de gran importancia ritual y deportiva; las más de mil 500 canchas descubiertas a lo largo y ancho de México así lo atestiguan.

Admirable práctica

Fray Bernardino de Sahagún recopiló información sobre el juego de pelota y lo consignó en su obra Historia General de las Cosas de la Nueva España, el primer tratado de antropología del continente americano, donde compendió fenómenos y prácticas que asombraron y admiraron a los recién llegados.
Les impresionó, en primer lugar, el hule con el que se elaboraban las pelotas, proceso en que mezclaban el látex del árbol de hule Castilla Elástica con la savia de la flor Ipomoea Alba, para lograr esferas hasta de cuatro kilos.
Si meter un balón en las actuales canastas de basquetbol requiere de práctica y puntería, qué decir si se logra hacerlo a través de un aro vertical y no usando las manos, sino las caderas.
Se dice que el juego comenzó hace 3 mil años y que se practicó en toda Mesoamérica, desde Guatemala hasta el norte de México y algunas zonas del actual Estados Unidos (Aridoamérica).
El interés por este deporte rico en simbolismos involucró la competencia, el rito, las apuestas, una forma racional de dirimir diferencias y la pasión que llevó a la ciudad de Cantona, en la actual Puebla, a contar con 24 juegos de pelota, el mayor número conocido de canchas en un solo sitio.

Entre la vida y la muerte

Se sabe que en el juego de pelota podían participar desde un contrincante por bando, hasta equipos de siete jugadores y que hubo diferentes tipos de canchas con medidas distintas.
La cancha más grande encontrada es la de Chichén Itzá que además de sus dimensiones, 168 metros de largo por 70 metros de ancho, y el contar con templos en sus cabeceras, fue decorada con relieves representando la contienda entre la vida y la muerte, significado del juego de pelota.
El juego de pelota, llamado Pok-Ta-Pok en maya, por el sonido que producía la pelota al botar, es parte de la mitología contenida en el Popol Vuh, donde se consignó un gran juego entre los señores de la luz y seres del inframundo, tratando de lograr, los primeros, la prevalencia de la luz que obsequia el sol contra las tinieblas.
Al lograr el triunfo los señores de la luz fueron sacrificados para transformarse en el sol y la luna, quizás por ello la versión difundida en el sentido de que los victoriosos eran sacrificados invariablemente, aseveración cuestionada por el eminente arqueólogo Eduardo Matos Moctezuma.
Es decir aparte del hecho deportivo, admirable de por sí, en Mesoamérica el juego no se reducía a un intercambio de pelotazos, sino se trataba de un evento cargado de simbolismos y solemnidad.

Aportación del turismo cultural

Con tantas versiones y variantes no es fácil imaginar cómo se llevaba a efecto el juego de pelota, por ello asistir a las representaciones que ofrece el Gran Tlachco (tlachco es la palabra náhuatl para juego de pelota) en Xcaret es digno de admirarse y agradecerse.
En el Gran Tlachco se presenta diariamente un espectáculo con música y danzas de todo el país, con artistas de cada región: jarochos, norteños, purépechas, etcétera. Todo con magníficas coreografías, además de sonido e iluminación espectaculares. Pues bien, cada noche el espectáculo comienza con la celebración de un juego de pelota.
El partido lo escenifican jugadores sinaloenses de Ulama, pues en el estado de Sinaloa se sigue practicando el juego, con cuidados atuendos, pelotas de hule y con una técnica extraordinaria que, cuando logran hacer pasar la bola por el aro, generan invariablemente una ovación.
Xcaret aporta al turismo de naturaleza y también al cultural; ver a los jugadores de Ulama me ha servido para entender un poco más sobre un tema que me resulta enigmático y reforzar mi convencimiento sobre lo que puede significar un buen modelo de turismo cultural.

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