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Utilizan dictado como recordatorio del sentimiento nacional francés

Los dictados colectivos, conocidos como La Dictée des Cités, son una actividad recreativa para unir a la comunidad francesa.

Escrito en Celaya el
Utilizan dictado como recordatorio del sentimiento nacional francés

FONTENAY-SOUS-BOIS, Francia - Pudiera no existir una parte de la educación francesa más apta para inducir a la náusea y palmas sudorosas que el temido dictado. El maestro lee un pasaje de alguna obra famosa de la literatura francesa, y el estudiante la anota, letra por letra. Y se califica cada error.

Para un idioma en el cual la palabra escrita guarda escasa semejanza con el hablado, el ejercicio se ha convertido de una sola vez el legendario flagelo de generaciones de escolares, así como un rito de madurez - incluso adoctrinamiento - para ser efectivamente francés.

Así que más que unos pocos franceses considerarían que la idea de tomarse una agradable tarde de sábado para hacer un dictado por diversión no es nada menos que "fou"… o una locura.

Sin embargo, eso es lo que aproximadamente 60 personas de todas las edades y antecedentes sociales - abuelos e hijos, esposas y maridos, adolescentes e inmigrantes - hicieron en un sábado reciente. Y no solo está vez.

Los dictados colectivos, conocidos como “La Dictée des Cités", empezaron hace tres años. Actualmente van de un suburbio parisino con alta población inmigrante a otro cada sábado, recibiendo a todos los que lleguen.

Son la inspiración de Abdelá Boudour, de 30 años, servidor civil franco-argelino de Argenteuil, suburbio del noroeste de París, a quien se le ocurrió la idea a través de su trabajo combatiendo desigualdades para personas jóvenes en su asociación, Force des Mixités.

Cuando conoció a Rachid Santaki, de 42 años, escritor de thrillers proveniente del suburbio de Saint-Denis, ambos decidieron convertir el ejercicio escolar otrora aterrador en una juguetona competencia para gente en el barrio, ofreciendo una forma para que todos, incluidos inmigrantes, reclamen como propio el idioma francés.

"Empezamos con 40 sillas en el empedrado de mi vecindario y terminamos rompiendo una marca: de más de mil personas el año pasado frente a la Basílica de Saint-Denis", destacó Boudour.

El evento suele reunir por lo general a entre 60 y 200 personas y también viaja a través de varias ciudades en Francia. "Nadie previó que funcionaria tan bien, pero fue una manera de reunir a la gente alrededor de un tema en común, el amor al idioma francés", dijo Boudour.

Boudour y Santaki viajan por todos los límites de París, desde gimnasios hasta cafeterías escolares, para llevar a cabo dictados de pasajes de la literatura gala, eligiendo los textos con base en la historia del barrio o los nombres de las calles.

A menudo eligen clásicos - extractos de las obras icónicas de Víctor Hugo, como "Les Miserables", o de "Madame Bovary" de Gustave Flaubert o "Educación Sentimental".

"Algunos vienen debido a la nostalgia", dijo Santaki. "Otros quieren mejorar su francés, y otros solo se sienten atraídos por el atractivo del lucro, ya que ofrecemos regalos para los ganadores".

La obsesión francesa con dominar cada aspecto de su idioma tiene una cualidad casi chovinista; desconocidos, sin invitación, a veces corrigen la pronunciación de un extranjero o le deletrean una palabra en voz alta.

El dictado no es tan diferente al concepto estadounidense del 'spelling bee' o concurso de deletreo, pero está arraigado más profundamente en la identidad nacional.

"Era también una manera de seleccionar gente", destacó Daniel Luzzati, lingüista y autor de un libro sobre ortografía francesa. Al comienzo del siglo XIX, dijo, "Napoleón Bonaparte hizo que el dictado fuera obligatorio para contratar a servidores civiles, por ejemplo".

"Era una forma de demostrar que pertenecías a la nación francesa", agregó.

No en menor medida, la rigidez del dictado también ha sido tema de largas discusiones en torno a su valor heurístico como un método de aprendizaje.

"Recuerdo que era el único ejercicio escolar en el cual tu calificación podía ser menor a cero", dijo Yoni Diibrfil, de 28 años de edad, quien asistió a una sesión recientemente. "Era lo peor, ya que cada error en una palabra te costaba. El dictado debe haber traumado a más de un niño".

A pesar de su severa reputación, el dictado se convirtió en un ejercicio popular en 1985, cuando el periodista cultural Bernard Pivot lanzó su propio programa de televisión en el cual él dictaba.

"No había ya calificaciones", recordó Pivot en una entrevista. "Era como un juego, y aún debes poner a prueba tu gramática y todas las dificultades y trampas del idioma francés".

Cuando Boudour y Santaki, ninguno de los cuales tiene diploma de preparatoria, decidieron llevar el ejercicio a las calles, ellos también lo pensaron como una forma tanto de democratizar la lengua francesa como de entretener a la gente.

"En cierta forma, desacralizamos la literatura gala al volverla más accesible para todos", dijo Santaki. "Es un juego, pero la gente sigue escribiendo e interesándose en el texto mismo, y por tanto practicando su francés".

Para otros, existe todavía el estigma social de no hablar francés correctamente, y esperan que este ejercicio lo mejore.

"Es de suma importancia hablar francés bien cuando se asiste a una entrevista de trabajo o incluso para la vida cotidiana", dijo Ismael Medjahed, de 20 años, voluntario en las sesiones. "Yo recuerdo que solía avergonzarme de mí mismo cuando buscaba un empleo porque temía cometer errores ortográficos".

Al igual que varios de quienes asisten a los dictados, Medjahed es de padres franco-argelinos y creció hablando con el acento, fácilmente reconocible, que tienen los hijos de inmigrantes y con un vocabulario salpicado de argot.

Al enseñarle a la gente "buen francés", las sesiones de dictado son un primer paso hacia la integración en la sociedad francesa.

En un día reciente en Fontenay-sous-Bois, al oriente de París, voluntarios distribuyeron plumas y papel, en tanto Santaki dictó las reglas antes de empezar a leer.

Algunos participantes escribieron la fecha e incluso el título, "La Dictée des Cités", en su página y otros incluso lo subrayaron… como solían hacerlo en clase.

"Siento el mismo estrés que cuando estaba aprobando mis exámenes", dijo Aurore Tangre, enfermera de 32 años. "Es muy tonto que haya elegido venir hoy".

No muy lejos de ella, Françoise Garcia, de 74 años de edad, maestra de educación especial ya retirado, con pesado acento del sur de Francia, reía nerviosamente.

"Yo soy de los días de antaño y de un pueblito", dijo Garcia. "Era una época en que solíamos hacer un dictado cada mañana y si cometías demasiados errores, la maestra en la escuela te daba una patada atrás".

Mientras Santaki empezaba a dictar un texto del novelista Hector Malot, quien vivió y murió en Fontenay-sous-Bois, él caminaba rápidamente alrededor de las mesas, como lo haría un maestro.

Cada cabeza estaba doblada, las manos cuidadosamente garrapateando oraciones, haciendo una pausa para escuchar atentamente mientras él repetía el texto. Después de media hora, las copias eran recogidas y corregidas.

Quienes tuvieran el menor número de errores recibían una camiseta o zapatos tenis. Otros recibían una novela o un libro de gramática. Pero, para Santaki, la recompensa era el éxito del evento.

"De cierta forma, nosotros devolvimos la República Francesa, que la gente sentía los había abandonado", dijo Santaki.

"Esa es la fuerza del idioma francés y ese es un primer paso. Sé que el dictado pudiera parecer una burbuja desde afuera y que eso no resolverá cada problema en los suburbios, pero sigue siendo un comienzo".

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