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Protegen la historia desde el aire

Arqueólogos peruanos aprovechan las ventajas de los aviones no tripulados para explorar y proteger su patrimonio cultural de los posesionarios y trafi

Escrito en Celaya el

Un pequeño helicóptero a control remoto zumbaba sobre las antiguas ruinas en la montaña de la ciudad de Chepén, tomando cientos de fotografías.
Abajo, murallas de piedra construidas hace más de mil años por la civilización moche cedían el paso a una red de muros de adobe levantados recientemente por lo que las autoridades dijeron eran especuladores de tierras.
“Este sitio está amenazado por todos lados”, dijo Luis Jaime Castillo Butters, viceministro de Patrimonio Cultural de Perú, mientras pilotaba la aeronave tipo dron.
Arqueólogos de todo el mundo, quienes durante mucho tiempo han dependido de las herramientas clásicas de su profesión, como la pala y la plomada, recurren ahora a la moderna tecnología de los drones para defender y explorar sitios en peligro. Y quizá en ninguna parte ocurre el cambio tan rápido como en Perú, donde Castillo ha creado una fuerza aérea de drones para cartografiar, monitorear y salvaguardar los tesoros antiguos del País.
Los drones marcan “un antes y un después en la arqueología”, afirmó Castillo, quien también es un prominente arqueólogo y uno de una docena de expertos que delinearán el uso de estos artefactos en una conferencia en San Francisco el próximo año.
En el remoto noroeste de Nuevo México, arqueólogos utilizan drones equipados con cámaras de imágenes térmicas para rastrear las murallas y pasajes de un asentamiento de mil años de antigüedad en el Cañón del Chaco, actualmente sepultado bajo tierra.
En el Medio Oriente, los investigadores los han empleado para proteger contra el saqueo.
“El reconocimiento aéreo en el sito permite identificar nuevos pozos de saqueo y determinar si algunos de los agujeros de los saqueadores han sido visitados de nuevo”, dijo Morag Kersel, arqueóloga de la Universidad De Paul, en Chicago, quien forma parte de un equipo que emplea drones en Jordania e Israel.
Perú, con su impresionante concentración de riquezas arqueológicas, repentinamente es terreno fértil para probar esta nueva tecnología. El País se está convirtiendo en un foco de investigación al tiempo que arqueólogos en Medio Oriente y otras regiones ven su labor interrumpida por la zozobra.
Sin embargo, en Perú se topan con otro tipo de conflicto. Aquí, batallan para proteger el patrimonio arqueológico de la nación de posesionarios y traficantes de tierras, quienes con frecuencia se hacen de propiedades por medio de fraude o conexiones políticas para sacar ganancias del creciente valor de los terrenos. Los expertos dicen que cientos, quizá miles, de sitios antiguos están en peligro por tal invasión.
Los drones pueden abordar el problema de manera rápida y barata, al proporcionar vistas aéreas de ruinas que pueden ser convertidas en imágenes 3D y en mapas sumamente detallados.
Los mapas entonces son usados para registrar legalmente los límites protegidos de los sitios, una especie de delimitación que puede ser citada en los tribunales para evitar la urbanización o para castigar a aquellos que dañan ruinas al construir de todos modos.
La presión humana se ha convertido en una preocupación particular en ciudades como Lima o Cuzco, cerca de Machu Picchu, la ciudadela inca, donde el valor de la tierra crece de manera sostenida a medida que la población se eleva y la economía prospera.
Muchos peruanos quedaron im- presionados el año pasado cuando trabajadores usando maquinaria pesada demolieron ilegalmente una pirámide de 4 mil años de antigüedad en Lima para dar paso a una posible urbanización.
“Lima ha crecido a un grado en que la única tierra que queda es la arqueológica”, señaló Castillo.
El experto comenzó a experimentar con drones hace unos dos años, al comprar uno en US$100 de la compañía Sharper Image. Ahora tiene un escuadrón de ocho, todos helicópteros en miniatura que costaron entre US$1 mil 500 y US$20 mil. Castillo confía en pronto agregar otros 20.
En el 2012, mientras impartía clases en Suecia, donde investigadores trabajaban con un potente programa computacional de elaboración rusa que podía fusionar cientos de fotografías en una imagen compuesta en 3D, Castillo se dio cuenta de que podía usar las fotos de sus drones para producir imágenes tridimensionales increíblemente detalladas y claras de antiguos templos, fortificaciones y sepulcros.
Cuando el año pasado le pidieron ser Viceministro de Cultura con jurisdicción en arqueología, trajo con él su incipiente fuerza aérea, empleando los drones en las ciudades, pero también en áreas más remotas, como ésta, conocida como Cerro Chepén, un enorme sitio en la costa norte de Perú que data de aproximadamente el año 850 después de Cristo y las últimas etapas de la civilización moche. Si bien las enormes murallas de piedra en este lugar quizá no son tan sofisticadas como aquellas en algunos sitios posteriores como Machu Picchu, aun así son impresionantes.
Apuntando hacia una ladera cercana, Castillo dijo que el año pasado un equipo de reconocimiento tardó dos meses, a un costo de miles de dólares, para elaborar un mapa del área utilizando métodos convencionales. Ahora, con un drone, cubre un área similar en menos de 10 minutos. Una vez que carga las fotos en un programa computacional, puede tener un mapa al día siguiente.
“Entre más rápido produzcamos mapas, más partes del sitio vamos a poder salvar”, afirmó.
Los drones sí tienen algunas desventajas. Sus baterías duran apenas 6 minutos.
El polvo que es común en los sitios arqueológicos, especialmente en el desierto costero de Perú, puede atascar el equipo.
Días antes en Cerro Chepén, Aldo Watanave, quien encabeza el equipo del drone de Castillo, no había logrado hacer funcionar un drone más grande tras fallar el aparato que controla el movimiento de la cámara.
El centro neurálgico para los esfuerzos drone se ubican en el sótano del Ministerio de Cultura, un enorme edificio de concreto gris en Lima.
En cubículos apretujados, ocho hombres y mujeres trabajan con los mapas tridimensionales creados con fotografías tomadas por drones, puliéndolos y agregándoles información, como detalles sobre la propiedad de la tierra y excavaciones arqueológicas.
La tarea que les aguarda es intimidante. Perú tiene aproximadamente 100 mil sitios de importancia arqueológica, aunque los expertos reconocen que es poco más que una estimación. De esos, solo unos 2 mil 500 han sido cartografiados de alguna manera y solo alrededor de 200 están completamente inscritos en los registros públicos, debido a cuestiones de costo y de personal.
“Tenemos una montaña de trabajo por hacer y un presupuesto muy pequeño”, dijo Nohemí Ortiz, quien dirige la oficina responsable de registrar los sitios. “Pero tenemos que empezar en algún lado”.

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