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Pesadillas de un migrante

Da testimonio un guatemalteco de vivir en carne propia el secuestro, la humillación, el robo y la corrupción durante su travesía por México.

Escrito en Celaya el
Pesadillas de un migrante

Hugo Luna, migrante guatemalteco, vivió en carne propia el secuestro, la humillación, el robo y la corrupción, a su paso por la República Mexicana, después de perder la ilusión de viajar, decidió quedarse a vivir en Lagos, un lugar de gente buena, según refirieron otros migrantes que viajaban junto a él en “La Bestia”.
A Hugo nunca le llamó la atención buscar el sueño americano, tenía una vida cómoda, sin lujos, con una carrera, pero decidió continuar con el ejemplo de sus hermanos, salir de su país para prepararse mejor en los estudios.
Pero su historia dio un giro total cuando salió de su tierra para viajar a Europa, al quedarse sin familia cuando falleció su tía abuela, su destino era Barcelona, España.
“Salí como turista, vendí mis propiedades, para jamás regresar, cuando salimos de una tierra en conflicto, en pobreza, uno sale a buscar mejor vida o acostumbrado al nivel que llevas”, dijo.
Su intención era conocer otras partes del mundo, mientras llegaba a su destino, salió de Colombia y llegó a Guatemala, fue a Belice y a México. Pero un secuestro por grupos antagónicos en la península mexicana hizo que perdiera todo, su dinero y la ilusión de viajar.
Ante esto, Hugo decidió regresar a su país para recuperarse y luego se vino por segunda ocasión, ya como migrante, no como turista. “Me vine siguiendo el paso del migrante y conocí a La Bestia, conocí las penurias y sufrimientos que pasa un migrante por México”.
Durante su paso por este país, vivió en carne propia el secuestro, la humillación, el robo, la corrupción, “todo lo que tiene de malo el Gobierno mexicano, las leyes que según están para proteger a los migrantes son un manto negro que no lo ve la gente común en México, lo vemos los migrantes porque las asociaciones que se dedican a protegernos se visten de blanco para darlo a conocer a la sociedad, pero debajo hay tanta injusticia, tanta denigración hacia los hermanos centroamericanos o de cualquier parte del mundo que vengan a México”, dijo.
Hasta la vida está en riesgo, dijo. “Son intereses socioeconómicos que se viven, los migrantes no somos millonarios, salimos con hambre a buscar tierras mejores, no a buscar la muerte en un país que no se conoce, es lo que vive en migrante en México, la persecución, y a uno le pueden quitar la vida, venimos con el estómago vacío y con ilusiones y esperanzas en la mochila, pero poco a poco no las van quitando en el camino hasta dejarnos sin zapatos y finalmente sin vida”.
Y continúo relatando que “no se respetan los derechos, no se respeta la integridad física, no se respeta la persona, entonces ¿para qué están los políticos o las asociaciones?, para llenarse de gloria a costa de gente inocente, cuando entre ellos están los malos”.
Decide quedarse en lagos

Durante el trayecto, cuando venía montado en “La Bestia”, Hugo veía migrantes que venían, que iban, que morían y vivían una pesadilla, “yo viajaba solo, en ocasiones me juntaba con uno, dos de ellos, aunque sin conocernos, entablábamos conversaciones, y quienes ya habían pasado por estas tierras, por estos pueblos, me decían: Cuando vos pasas por Lagos, pueblo de Jalisco, bájate ahí, la gente ahí es buena, por ahí pasa el tren, ahí te bajas y pide ayuda a la gente”.
Y fue cierto, dijo, “con 52 días que venía en el tren, conocí tantos migrantes que me decían eso lo mismo”.
Y pasó por Lagos, pero como no lo conocía, llegó hasta San Francisco de los Romo, Aguascalientes, y de ahí fue detenido por migración y regresado, volvió a montar La Bestia pero con más conocimiento y precaución, y llegó a Lagos.
Cuando llegó, todavía no existía la Casa del Migrante, por lo que se quedaba en el monte, la estación, en casas solas, en el Seguro, en un parquecito, en Aurrerá o en el porche de la casa donde hoy es el albergue, y la gente tenía conocimiento del proyecto de la Casa del Migrante.
En ocasión, una chica de una tienda le dijo que fuera al albergue, pero él no vio nada y se fue a dormir al monte, por la vía, pero le volvieron a decir “Mira que hay un albergue por fuera del templo”, entonces lo encontró por el letrero.
“Me quedé dos ocasiones, salir a buscar trabajo en un rancho particular llamado San Antonio de las Piscinas, luego iba a trabajar y los días de descanso venía y me daban hospedaje, el cual yo pagaba con servicio y ayuda, en lo que se ofreciera”, dijo.
Una vez le tocó platicar con el Padre Martín, fundador de la Casa, y se fue familiarizando más con las personas cercanas y las ganas de seguir viajando fueron muriendo, conoció gente y con el tiempo y el servicio prestado, se convirtió en un representante clave de la Casa del Migrante en esta ciudad.
“Me respondieron con humanidad, con calor, no con desprecio y humillaciones como lo hacen allá afuera, la casa Santo Toribio es un albergue en que los migrantes reciben atención con conciencia en lo que traen cargando ellos en su mochila y aquí esta casa se les da ánimo, reposo, alimento, calor y descanso, se les atiende como se debe”, agregó.
Visualizando su futuro, Hugo no piensa moverse de Lagos. “Estoy futurizando un relación, buscar familia, un hogar, como migrante estoy en tierra desconocida pero ya poco a poco me he ido familiarizando con esto y pienso casarme aquí algún día”, expresó.

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