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ECO DE LA MAÑANA

El amor propio: entre el deseo de amarnos y la presión de hacerlo

ECO DE LA MAÑANA

Escrito en Hidalgo / Opinión el
El amor propio: entre el deseo de amarnos y la presión de hacerlo

Sin duda, actualmente uno de los conceptos con más frases, debates y reflexiones es el amor propio. Nos lo presentan como si todos tuviéramos la misma capacidad de reconocerlo, cuando en la práctica es mucho más complejo. En redes sociales, en terapias tradicionales y contemporáneas, e incluso en conversaciones informales con amigos, se habla de él como la clave de la felicidad, el éxito y la abundancia. Sin embargo, el camino hacia la autovaloración no es igual para todos, especialmente cuando se nos impone como una obligación.

Parece que en todos lados nos recuerdan que alcanzar nuestras metas depende de cuánto nos queramos a nosotros mismos. Y no es que esté en desacuerdo con la idea, de hecho, me encantaría que cada mañana lleváramos con nosotros una pizca de esa confianza en nuestro valor personal, porque sin duda enfrentaríamos la vida con una mejor actitud. Sin embargo, la autovaloración no es un interruptor que se activa de un momento a otro, ni una tarea sencilla. Más bien, es un desafío constante. Pero no quiero que me lean como la "Grinch" del amor propio; al contrario, deseo que quienes dudan de su valía o de sus habilidades encuentren en estas líneas un recordatorio de que merecen su propia aprobación, que aprendan a ser compasivos consigo mismos y que, en medio del ruido de tanta información, no olviden lo esencial: sentirse cómodos en su propia piel.

A veces, la inseguridad o el miedo nos impiden materializar nuestras ideas, nos detienen justo en el umbral de lo posible. Pero reconocer quiénes somos y lo que podemos llegar a ser, incluso cuando las circunstancias son adversas, es una forma auténtica de amor propio. No se trata solo de mirarse al espejo y sentirse bien por un instante, porque el problema no es quererse, sino la presión social que nos bombardea a diario con estándares inalcanzables.

La verdad es que la autovaloración no se alcanza con un manual ni se obtiene de la noche a la mañana. A veces, implica confrontar inseguridades y aceptar que no todo en nosotros nos gusta. No es solo cuestión de voluntad, sino un ejercicio de autoconocimiento y paciencia. Aprender a abrazar nuestras imperfecciones y permitirnos un respiro cuando el mundo nos exige avanzar sin tregua es parte de este aprendizaje. Y no, no tiene que ver con la vanidad, sino con canalizar nuestra energía en la creatividad y la resolución de desafíos, sin caer en la trampa de la positividad tóxica, esa que nos obliga a aparentar felicidad constante, incluso cuando las emociones nos golpean en la intimidad.

Lo que sí tengo claro es que el bienestar emocional encuentra su equilibrio en la aceptación de uno mismo. Desde ahí surgen muchas de las emociones que compartimos con quienes nos rodean. Lograrlo requiere autoconciencia y un esfuerzo continuo, como bien lo expresó Charles Bukowski, escritor alemán y referente del "realismo sucio": "Si tienes la capacidad de amar, ámate a ti mismo primero."

El amor propio es un pilar fundamental que, bien entendido, nos permite reconocer nuestras fortalezas sin ignorar nuestras áreas de crecimiento. Nos enseña a esforzarnos cuando es necesario, pero también a descansar sin culpa. No se trata de proyectar una autoestima inquebrantable, sino de aceptar nuestras luces y sombras sin castigarnos. Que la autovaloración no se convierta en una meta inalcanzable ni en una imposición social, sino en un refugio donde podamos ser auténticos, imperfectos y valiosos, tal como somos.

Escrito en Hidalgo / Opinión el