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La "libretita roja" de Bob Dylan

Esa libreta, resulta ser, forma parte de una trinidad.

Escrito en Irapuato el
La "libretita roja" de Bob Dylan

Durante años, los estudiosos de Bob Dylan han susurrado sobre una libretita que vieron sólo algunos cuantos y en la que el maestro trabajaba las letras de su álbum clásico de 1975, “Blood on the Tracks”. La revista Rolling Stone la llamó alguna vez “el Halcón Maltés de la dylanología”, debido a su promesa de ser una clave para la interpretación.

Sin embargo, esa libreta, resulta ser, forma parte de una trinidad. En la bodega con climatización de un museo en esta ciudad, se encuentran dos libretas más de “Blood on the Tracks” - desconocidas para cualquiera que esté fuera del círculo más cercano a Dylan -, cuyas páginas con letra microscópica revelan todavía más sobre cómo Dylan escribió algunas de sus canciones más famosas.

Hace mucho tiempo que ha habido rumores de que Dylan había guardado un archivo extenso. Ahora se ha revelado que sí conservaba un conjunto privado de su obra que databa de sus primeros días como artista, el cual incluía letras, correspondencia, grabaciones, películas y fotografías. Un grupo de instituciones en Oklahoma adquirió, hace poco, su archivo de 6,000 piezas en aproximadamente de 15 millones a 20 millones de dólares, y se convertirá en recurso para el estudio académico.

En una visita preliminar que hizo The New York Times, quedó claro que los archivos son más profundos y más vastos de lo que hasta los más expertos en Dylan podrían imaginar y promete un conocimiento incalculable de la obra del compositor.

“Va a empezar de nuevo la forma en la que la gente estudie a Dylan”, comentó Sean Wilentz, el historiador de Princeton y autor de “Bob Dylan in America” (Bob Dylan en Estados Unidos), cuando se le habló de la existencia del archivo.

Adquiridos por la Fundación de la Familia de George Kaiser _ cuyo homónimo es un multimillonario del petróleo y la banca _ y por la Universidad de Tulsa, ahora se están transfiriendo los archivos de Dylan a Oklahoma, el estado natal de Woody Guthrie, el ídolo de Dylan en sus inicios. Tras dos años de catalogar y digitalizar, el material ocupará su lugar en Tulsa junto a una rara copia de la Declaración de Independencia de Estados Unidos, un conjunto de obras de arte indígena estadounidense y documentos de Guthrie.

Dylan dijo en un boletín de prensa que estaba contento de que sus archivos hubiesen encontrado un hogar “y que estarán incluidos con obras de Woody Guthrie y, especialmente, junto a todos los valiosos artefactos de las naciones indígenas estadounidenses”.

Canciones clásicas de los 1960 aparecen en fragmentos manchados de café, donde su autor todavía trabajaba versos que generaciones de admiradores llegarían a saberse de memoria. (“Sabes que algo está pasando aquí, pero tú”, dice un garabato de una primera versión de “Ballad of a Thin Man”, en la que no aparece “no sé qué es”, y el famoso estribillo de la canción “¿Lo sabe señor Jones?”) La gama de papel membretado de hoteles indica una autocorrección obsesiva en movimiento constante.

Es posible que cuando los estudiantes de tiempo atrás vean el archivo se conjure una sensación familiar de asombro ante cuán profundo es el pozo de la dylanología. Siempre hay muchísimo más bajo la superficie de lo que cualquier pudiera adivinar. Un ejemplo de este fenómeno _ y cuán radicalmente el material podría cambiar la erudición existente sobre Dylan _ es el que hay sobre “Blood on the Tracks”.

La “libretita roja”, que le robaron a Dylan en algún momento, según la mayoría de las versiones, circuló entre coleccionistas y ahora está guardada en la Biblioteca y Museo Morgan en Nueva York, cuyo acceso está restringido de sobremanera. Sin embargo, la existencia de dos libretas más muestra qué tanto material en bruto se desconocía y no había estado disponible para su investigación. La canción “Tangled Up in Blue”, con sus escenas refractadas de un andariego al que persigue un relación destrozada, adquiere una versión ligeramente más picaresca aquí, con un estribillo ausente en la grabación final: “Desearía perder este blues de sauna polvoriento”. Hay capas de significados que esperan que las descubran hasta para las canciones que se han leído cuidadosamente durante décadas.

Aparecen toques que humanizan, pero en papelitos dispersos. Hay una cartera de mediados de los 1960 que contiene el número del teléfono de Johnny Cash y la tarjeta de presentación de Otis Redding. Podemos ver el telegrama de 1969 de “Peter y Dennis” (es decir, Fonda y Hopper) sobre usar “It’s Alright, Ma (I’m Only Bleeding”) en la película “Easy Rider”, pero la respuesta la dio un abogado. Entre estas montañas de papeles, Dylan, el hombre, sigue siendo un enigma.

“Se trata de un artista cuyo proceso de trabajo ha sido tan privado como su vida personal”, notó Wilentz.

George B. Kaiser, la fuerza motriz detrás de la adquisición, está lejos del culto del Dylandom a ultranza. En una entrevista en su espaciosa oficina en la Compañía Petrolera Kaiser Francis en esta ciudad, Kaiser, de 73 años, dejó claro que es menos un admirador entusiasta de Dylan que un apreciador de su sitio en la historia de Estados Unidos.

Con una fortuna estimada en más de 7,000 millones de dólares, Kaiser es el hombre más rico de Oklahoma, aunque con su sencilla camisa azul y su reloj pulsera Casio, no podría decirse que parecía serlo. Su fundación familiar _ a la que Kaiser ha dotado de unos 3,400 millones de dólares _ apoya la educación infantil temprana y trabaja con mujeres en las prisiones. Hace cinco años, la Fundación adquirió los archivos de Woody Guthrie y Kaiser dijo que las transacciones sobre Guthrie y Dylan concuerdan con el objetivo más general de la organización de revitalizar a Tulsa.

“Portland no siempre fue genial; Seattle no siempre fue genial”, dijo Kaiser. “Una de las formas en las que puedes tratar de hacer que tu ciudad sea genial es atrayendo a jóvenes talentosos y esperando que varios de ellos se queden”.

Además de letras y documentos, la colección Dylan también incluye una gran cantidad de multimedios. Entre los planes está el de digitalizar, al nivel de las pistas instrumentales individuales, los cientos de cintas maestras originales, o “raíces”, de Dylan, con el potencial de que se examinen al detalle o, incluso, se monten en exposiciones interactivas, en las que se permitiría que el visitante tenga acercamientos a la armónica o la guitarra.

También están algunas de sus primeras grabaciones, de 1959, y películas de conciertos suyos en el Massey Hall de Toronto en 1980, así como en el Supper Club de Nueva York en 1993. Una de ellas, en particular, parece destinada a que se vea una y otra vez en Tulsa. Es de los ensayos de la gira “Rolling Thunder Revue” de Dylan en 1975, en los que se sienta con unos cuantos músicos a trabajar los acordes y la letra de una canción particularmente muy conocida, pero que no compuso él.

Era “This Land Is Your Land”, de Woody Guthrie.

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