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Intelectual árabe describe su postura sobre la invasión estadounidense en Irak

Kanan Makiya habla sobre lo que salió mal después del 2003 en su novela "The Rope."

Escrito en Irapuato el
Intelectual árabe describe su postura sobre la invasión estadounidense en Irak

Falih Hassan contribuyó con información desde Bagdad.

BAGDAD - Para documentar los crímenes de Saddam Hussein, Kanan Makiya estudió miles de documentos sacados de contrabando de Irak, y años más tarde sus hallazgos ayudaron a Estados Unidos a exponer el argumento por la guerra. Se volvió famoso como el intelectual árabe de mayor prominencia que apoyó la invasión de Irak en 2003, y el día que Bagdad cayó ante fuerzas estadounidenses, él estaba en la Oficina Oval viendo las noticias con el Presidente W. George Bush.

Durante años más adelante, conforme Irak se venía abajo, la pluma de Makiya quedó muda mientras él luchaba para darle sentido lo que había ocurrido y su propia participación en la catástrofe.

Como académico de Oriente Medio en la Universidad Brandeis, Makiya es un hombre de hechos e historia. Pero, a final de cuentas, decidió que la mejor forma de expresar lo que sentía que Irak se había vuelto era escribir ficción. Solo con una novela, dice, pudo tener acceso "a los significados mayores y verdades más profundas con respecto a lo que salió mal después del 2003".

El resultado es su novela de reciente publicación, "The Rope", siendo el título una referencia al ahorcamiento de Saddam. Este libro, al novelizar muchos de los traumas familiares y luchas de Irak a lo largo de la última década, es en su sentido más general una acusación formal de los líderes chiíes del país. Estos son ex exiliados que fueron amigos de Makiya desde sus días trabajando en oposición a Saddam, y quienes llegaron a gobernar Irak tras la invasión y lo aún lo hacen en su mayoría, habiendo llevado al país al borde del colapso con sus intrigas y corrupción.

El libro también es una apología, y representa una década de introspección para un hombre cuyo trabajo de toda la vida fue asociado estrechamente con una costosa guerra, la cual fue justificada por la falsa afirmación de que Saddam tenía armas de destrucción masiva y era una amenaza para Estados Unidos.

Pero Makiya, de 66 años de edad, se apresura a decir que él no lamenta en lo absoluto su apoyo previo a la guerra, que se fundamentaba en los crímenes de Saddam y no en sus armas, ni por la influencia que él tuvo sobre los legisladores de la administración Bush.

Lo que lamenta, dice, es haberle conferido legitimidad a un grupo de hombres que ha terminado siendo incapaz de gobernar Irak.

"El tirano cayó y los estadounidenses entregaron las riendas del poder a los dirigentes árabes de los chiíes, y mis libros y actividad política contribuyeron para convencerlos de así hacerlo, y es por esto que me siento culpable actualmente", escribió Makiya en un extendido ensayo personal que fue publicado en árabe para explicar sus razones para escribir la novela.

De cualquier forma, dice: "Los errores iraquíes son órdenes de magnitud más importante a lo que ha salido mal en Irak que los errores estadounidenses".

Makiya, quien creció en Bagdad en los años 50 y 60 antes de asistir a la universidad en Estados Unidos y con el tiempo convertirse en ciudadano estadounidense, está escribiendo para dos públicos, sus dos yo: iraquí y estadounidense.

Dijo que él tiene una mayor responsabilidad de disculparse con el pueblo iraquí, cuyo sufrimiento parece interminable, que la que tiene con sus lectores estadounidenses, argumentando que la remoción de Saddam del poder aún así fue correcta moralmente.

De cualquier forma, reconoció: "No puedo ver a los ojos de una mujer, de Oklahoma o algún lugar, que ha perdido a su hijo y decirle que la muerte de su hijo estuvo justificada. Yo no puedo hacer eso".

Si bien la novela de Makiya aborda el pasado, ofrece una forma de entender la lucha política que el país enfrenta actualmente, demostrado vívidamente cuando enojados partidarios del clérigo chií Muqtada al-Sadr irrumpieron en el edificio del Parlamento en Bagdad hace poco para exigir el fin de la corrupción. El libro llega justamente al tiempo que la administración Obama está profundizando su participación militar en Irak para combatir a los extremistas suníes de Estado Islámico, cuyo ascenso es atribuido a las políticas sectarias de los líderes que Makiya apoyó en otro momento.

El principal personaje es un miliciano chií de veintitantos, quien "había anhelado que lo arrastraran las tormentas del cambio que envolvían a hombres como yo a lo largo de todo Irak".

El hombre se une a un grupo de combatientes encabezado por al-Sadr y, conforme la historia se desarrolla contra el telón de fondo del caos de Irak, busca desentrañar dos misterios: qué le ocurrió a su padre, quien desapareció en el gulag de Saddam en los 90, y la historia detrás del asesinato real de un clérigo chií en Nayaf durante los primeros días de la guerra en 2003.

Lugartenientes de al-Sadr fueron responsabilizados más tarde por el asesinato del clérigo, Jeque Abdel Majid al-Khoei, el hijo de un gran ayatolá que había vivido en el exilio en Londres antes de regresar tras la invasión de Estados Unidos. El asesinato fue visto como un precursor de las violentas luchas de poder dentro de la comunidad chií que se desarrollarían en años posteriores. Más adelante se emitió una orden de arresto para el mismo al-Sadr, pero fue invalidada a final de cuentas, conforme líderes chiíes en Bagdad encubrían el asesinato.

Para Makiya, el episodio se convirtió en un símbolo de todo lo que salió mal.

Hayder al-Khoei, el hijo del clérigo asesinado, quien tenía 15 años de edad al momento del asesinato y que escribe actualmente sobre Irak como analista en la Chatham House, centro de análisis estratégico de asuntos internacionales con base en Londres, dijo que, al principio, él se había preguntado si Makiya le estaba dando demasiada importancia al asesinato de su padre.

"Pero, después de leer el libro de cabo a rabo, entiendo por qué", dijo al-Khoei. Al referirse a los chiíes, dijo: "si ellos pueden hacerle esto a uno de los suyos, ¿qué oportunidad tiene cualquier iraquí común?"

En retrospectiva Makiya dijo que era ingenuo creer que los chiíes, quienes nunca habían gobernado Irak y cuya cultura acoge un profunda sentido de victimización, podrían alzarse por encima de su historia y compartir el poder con las minorías de árabes suníes y kurdos de Irak.

"Tienes este momento", dijo, refiriéndose a 2003, "cuando los chiíes son puestos en esta posición única que es contraria a toda su historia. ¿Cómo lo manejan? Ellos que habían hablado del estado de derecho, abusos a los derechos humanos, dictadura y tiranía y todas estas cosas. Ellos, que habían sufrido tan terriblemente en 1991 en el aplastamiento de la insurrección y que hicieron que sus líderes fueran asesinados y tasajeados con el paso de los años, etcétera"

Prosiguió: "¿Cuál es la primer cosa que, absolutamente, ellos hacen? Encubren un asesinato de uno de los suyos, por parte de uno de los suyos".

Ahora, en retrospectiva, Makiya se rió de lo que describió como su ingenuidad para "esperar contra la esperanza que líderes iraquíes se comportaran más como Martin Luther King, más como Nelson Mandela, Gandhi".

El título de la edición árabe de este libro es "Al Fitna", rica palabra sin traducción exacta. Sedición, lucha, conflicto y aflicción son definiciones aproximadas, todas las cuales pueden describir a Irak actualmente. Además, conlleva trasfondos religiosos, y evoca el cisma original entre suníes y chiíes en el siglo VII.

El libro está en venta en la calle Mutanabbi, la calle de libreros en Bagdad nombrada en honor a un poeta árabe del siglo X. las copias se han abierto paso lentamente hasta Irak porque la típica ruta por tierra desde las editoriales en Beirut hasta las librerías de Bagdad son impasables debido al Estado Islámico, dijo Makiya.

En Irak, Makiya se convirtió en una figura polémica por su asociación con exiliados iraquíes, quienes ahora son aborrecidos ampliamente, y por su participación para alentar a la invasión estadounidense.

"La sospecha lo rodeaba a él porque estuvo entre las primeras personas que motivaron a los estadounidenses a entrar a Irak", dijo Salman al-Khateeb abogado iraquí, quien visitó la calle Mutanabbi en un viernes reciente. "Él debe disculparse con todo el pueblo iraquí. Todos cometemos errores".

Abdulá Mohammed, quien tiene una librería en Bagdad, dijo que vende alrededor de 10 copias del libro de Makiya cada día.

"Considero aceptada su disculpa, y viene de un hombre valiente", destacó.

Sin embargo, otros dicen que necesitan más que una novela como una forma de disculpa.

"Disculparse a través de una novela se considera elusivo y sucio", dijo un hombre dijo llamarse Abu Hadeel, antes de referirse burlonamente a las palabras que Makiya empleó alguna vez para describir las bombas cayendo sobre Bagdad: "Música para mis oídos".

Hubo quien dijo que no hacía falta una disculpa.

"Él no dijo nada sino la verdad", dijo Hassan Maliki, otro hombre que caminaba por los puestos de libros en la calle Mutanabbi.

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