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Un pionero mexicano en robótica

Nombrado Académico del Año en Alemania, Raúl Rojas González estudió en el Poli, revolucionó la Mecatrónica... y aún espera que el Gobierno dedique 1%

Escrito en León el
Un pionero mexicano en robótica

Cuando Raúl Rojas González tenía 6 años, su madre le advertía cada vez que escuchaba un camión de basura que si no estudiaba terminaría de barrendero. Una licenciatura, dos maestrías, un doctorado y una habilitación -máximo grado de estudios en Alemania- después, el matemático mexicano trabaja para el servicio de limpia de Berlín, pero no recogiendo basura, sino automatizando los camiones encargados de esa tarea.
Eminencia mexicana de la Ingeniería Mecatrónica, el científico se convertirá hoy en el primer latinoamericano en ser reconocido como Académico del Año en Alemania, distinción que le otorgó la Asociación de Facultades y Universidades de ese País por la manera ejemplar con la que combina la investigación y la enseñanza.
A 19 años de haberse naturalizado alemán, Rojas sigue definiéndose como “orgullosamente politécnico”. Trabaja desde 1997 como docente investigador de la Universidad Libre de Berlín. Desde ahí, ha desarrollado todo tipo de robots que lo colocan como un referente mundial de la Inteligencia Artificial (AI), pero también como un férreo impulsor de la ciencia y la tecnología en México.
Entre sus robots se encuentran insectos que ayudan a entomólogos a entender la forma en la que se comunican las abejas, automóviles que se manejan mediante impulsos cerebrales, lentes biónicos que permiten leer a los ciegos, camiones de basura que conducen en reversa por sí solos y humanoides capaces de jugar partidos de futbol. Actualmente, trabaja en una silla de ruedas que funciona mediante comandos de voz para dar autonomía a los parapléjicos.
Aunque reconoce que su trayectoria se ha desarrollado en Alemania porque en México el impulso a la ciencia y la tecnología es limitado, Rojas rechaza que el suyo sea catalogado como un caso de fuga de cerebros.
Por el contrario, propone que el Gobierno mexicano fomente lo que en China denominan “circulación de cerebros”; es decir, políticas públicas que incentiven la salida de estudiantes al extranjero y su retroalimentación con el País.
El físico-matemático es una muestra de esta circulación de cerebros. Aunque dejó el País en 1988, actualmente mantiene una colaboración cercana con universidades mexicanas y en cada proyecto que lleva a cabo en Alemania busca involucrar a instituciones nacionales.
Alumno  de  dieces

Raúl Rojas González nació el 25 de junio de 1955, 10 minutos antes que su hermano gemelo, Jorge. Es el tercero de los seis hijos de Graciela González, maestra de primaria, y Jorge Rojas, ingeniero civil que truncó su carrera por falta de dinero.
Creció en la colonia Doctores, en la Ciudad de México, en el seno de una familia de clase media en la que la educación era una prioridad.
Su madre y su padre fueron parte de la primera generación de sus familias que cursó estudios universitarios, de ahí que ambos le inculcaran a sus seis hijos la meta de concluir su educación superior.
Aunque fue de dieces, la presión de sus padres nunca dejó de sentirse.
El científico mexicano recuerda una anécdota que muestra lo obsesivos que eran sus padres con la educación: “Cuando acabé la Primaria, había que presentar el examen de admisión para la secundaria, fui el primer lugar en promedio de toda la escuela, pero mi mamá no se confiaba de nada y nos metió dos meses a un curso de preparación a mi hermano gemelo, a mí y a mi primo”.
Matemático-economista

Raúl Rojas González ha destinado la mitad de su vida a la docencia y al estudio de una licenciatura, dos maestrías, un doctorado y la habilitación que lo faculta para dar clases en Alemania.
Miembro de una generación de jóvenes que vivió las secuelas de los movimientos estudiantiles de 1968 y 1971, ingresó a la Escuela Superior de Física y Matemáticas (ESFM) del Politécnico en 1972. Cursó la licenciatura en Matemáticas en cinco años, uno más de lo normal debido a los paros de actividades en el plantel.
En 1974, cuando aún era estudiante de licenciatura, ingresó como programador en el Centro de Investigación Nuclear, y tres años después, cuando tenía 22, se convirtió en líder del Grupo de Sistemas Operativos de dicha institución.
Fue ahí en donde tuvo su primer contacto con la IA.
“Había un profesor que venía de EU y estaba muy interesado en la IA, entonces me pasó un proyecto que tenía que ver con desarrollar lenguajes para hacer computadoras inteligentes, ese fue mi primer trabajo relacionado con lo que hago actualmente”.
Al tiempo que trabajaba y cursaba Matemáticas, era parte del Sindicato del Centro de Investigación Nuclear y del Consejo Estudiantil Universitario.
Su maestro de Física experimental, Modesto Cárdenas, recuerda que, a pesar de ser muy activo en este grupo que constantemente convocaba a paros, Rojas nunca descuidó sus estudios.
“Raúl era parte del Consejo, pero a pesar de eso era un excelente alumno, siempre curioso, preguntaba mucho, se esforzaba por entender, era de esos alumnos cuyo talento se reconocen de inmediato”, señala el hoy decano de la ESFM.
En 1977 obtuvo la licenciatura en Matemáticas con promedio de 9.57 y unos meses después comenzó a dar clases de matemáticas, geometría y lógica matemática en su alma máter. De acuerdo con documentos del Archivo Histórico de la ESFM, Rojas se encuentra entre los egresados con los promedios más altos.
Su activismo en el Consejo Nacional de Huelga y el triunfo de José López Portillo, quien se presentó como candidato único en las elecciones presidenciales de 1976, despertaron en el joven Raúl Rojas su interés por los conflictos económicos y sociales del País.
Así, entre 1980 y 1981 estudió dos maestrías: una en Matemáticas en el IPN y otra en Economía en la UNAM.
“Me tocó esa época como estudiante en la que las elecciones eran una farsa y no se podía protestar, porque al que protestaba lo metían a la cárcel o lo desaparecían. En esa época participé mucho en el Sindicato del Centro Nuclear, entonces me interesaba mucho aprender esa realidad compleja y me puse a estudiar Economía, no por interés académico sino por interés social”, relata.
Fue en su paso por la UNAM -donde también dio clases de Economía Política- en donde lo convencieron de tomar la decisión que cambiaría su vida: irse a Alemania a estudiar un doctorado.
El  mexicano  que  hace  robots

Llegó a Alemania en 1984 con su esposa, Margarita Esponda, también especialista en ciencias de la computación, y Tania, su hija recién nacida.
Al tiempo que estudiaba el doctorado en Economía, se convirtió en profesor de la Universidad Técnica de Berlín. Ahí colaboró en el desarrollo de las llamadas “computadoras de quinta generación”; es decir, aquellas capaces de operar a partir del reconocimiento no sólo de números, sino también de palabras.
Entre 1986 y 1996, el matemático y economista se desempeñó como investigador de la Corporación Nacional Alemana de Matemáticas y Ciencias de la Computación y como profesor visitante de diversas universidades extranjeras, entre ellas la Martin Luther de Halle, en Alemania; el Instituto de Electrónica de la Universidad Técnica de Viena y el Mills College de Oakland, California.
Su gran oportunidad llegó en 1997, cuando se convirtió en profesor titular de IA del Departamento de Matemáticas e Informática de la Universidad Libre de Berlín, la mayor de las cuatro universidades de esa ciudad y una de las más grandes de Alemania.
Tardó sólo dos años en desarrollar los robots que lo darían a conocer a nivel mundial: el mítico equipo Fu-Fighters.
En 1999, Rojas y nueve estudiantes comenzaron a desarrollar máquinas automatizadas capaces de mantenerse en la cancha sin caerse ni golpearse, gracias a que fueron dotados de un sistema de reflejos similar al del ser humano. Con estos robots se coronaron dos veces campeones de la Copa Mundial de Futbol de Robots, la RoboCup.
Sus pequeños Fu-Fighters no sólo son considerados estrellas de los mundiales de futbol de robots, también son un complejo laboratorio para crear prótesis que permiten a las personas con discapacidad mejorar su calidad de vida debido a que son máquinas con una extraordinaria capacidad de coordinación.
A los robots futbolistas le siguió la RoboBee, una abeja robótica que ayuda a los entomólogos a estudiar la forma en la que se comunican las abejas. El cuerpo del robot tiene el tamaño, temperatura y olor de dichos insectos para evitar que se le reconozca como un intruso. Hasta ahora el científico y su equipo han logrado que el robot conduzca a otras abejas hacia fuentes de alimento.
Pero Raúl Rojas no sólo crea robots. En su afán por inventar máquinas que imiten actividades que el ser humano realiza sin pensar -como leer, caminar o reconocer objetos-, abrió la puerta a tecnología que puede mejorar la calidad de vida de personas con discapacidad.
En 2005 desarrolló unos anteojos biónicos que permiten a los invidentes leer o circular libremente por las calles. Los lentes, equipados con una cámara de video de alta resolución, una minicomputadora, un sintetizador y un micrófono, transforman en voz textos de diarios, revistas, anuncios y nombres de calles. El arquetipo está perfeccionándose debido a que aún es pesado y costoso.
Un año después, Rojas se planteó un nuevo reto: desarrollar el auto del futuro. En 2006 fundó en la Universidad Libre de Berlín el laboratorio AutoNOMOS, un proyecto en el que convergen empresas y el Ministerio de Educación e Investigación de Alemania.
En 2007 presentó el primer carro alemán no tripulado llamado “El Espíritu de Berlín”, una Minivan que puede transitar sin conductor debido a que está dotada de GPS y sensores que permiten detectar peatones, semáforos y autos alrededor de él.
Desde 2011, “El Espíritu de Berlín” circula por esa ciudad gracias a un permiso especial otorgado a Rojas y su equipo.
“En 2011 salimos a la calle y, actualmente, el único carro que circula regularmente es el nuestro. Aunque ya todos las automotrices tienen este tipo de tecnología -Audi y Volkswagen la tienen-, no prueban los autos en la ciudad, los prueban sobre todo en carretera”.
Circulación  de  cerebros

Amante del mole poblano, las novelas de García Márquez y la ópera italiana, a Rojas no le gusta que lo clasifiquen como un caso de fuga de cerebros.
Reconoce que la ciencia y la tecnología siguen siendo los “patitos feos” de la política pública en el País, pero insiste:
“La nacionalidad es irrenunciable, por eso una cosa muy importante es no tenerle miedo a que la gente salga al extranjero, porque siempre hay retroalimentación. Pero, además, con los que se quedan hay que buscar la manera de que sigan relacionados y contribuyendo. Lo que tiene que hacer el Conacyt es ver cómo mantener el contacto, por eso siempre digo no fuga de cerebros, sí circulación de cerebros”.
A 19 años de que se nacionalizó alemán, el científico dice sentirse afectado por la situación del País.
“Soy mexicano, me siento partícipe y me siento afectado cuando algo no funciona como debería, por eso cuando me refiero a México hablo en plural, porque sigo siendo parte de mi País”.
Por ello, critica que a más de 14 años de que Vicente Fox prometió destinar el 1% del PIB a la ciencia y la tecnología, México se encuentra lejos de cumplir la meta.
“La ciencia y la tecnología no tienen los recursos que debería tener. México es miembro de la OCDE y como tal se comprometió a invertir el 2% del PIB en investigación y desarrollo, pues la mala noticia es que México no ha llegado a ese porcentaje”.
Desde hace varios años, Rojas forma parte de la lista de “personajes destacados” de la Universidad Libre de Berlín, junto a académicos y ex alumnos como Gerhard Ertl, Premio Nobel de Química 2007; Andrea Fisher, ex ministro de Salud alemán; Klaus Hänsch, ex presidente del Parlamento Europeo, y Herta Müller, Premio Nobel de Literatura 2009.
Hoy, recibirá el premio como Académico del Año de ese País, un reconocimiento que por primera vez se entrega a un latinoamericano.

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