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Hispana sobrevive a balacera en Estados Unidos y cumple sueño

María Christiansen es una mexicana que llegó a los once años a Estados Unidos, cuando estudiaba la universidad un hombre la hirió de gravedad en una b

Escrito en León el

María Christiansen, una mexicana que vino a Estados Unidos con sus padres cuando tenía 11 años, trabaja como policía en la universidad Northern Illinois y siempre considera el peor escenario posible en su labor. Antigua víctima, hoy empeñada en auxiliar a la gente, se ha propuesto velar por que a ningún otro estudiante de su alma mater le suceda lo que le pasó a ella el 14 de febrero de 2008.

Christiansen, cuyo nombre original es María Ruiz-Santana, era una estudiante de 20 años en esa universidad que soñaba con trabajar para el FBI cuando pasó todo. A 10 minutos de finalizar una clase de oceanografía, un individuo con tres armas ingresó al salón y abrió fuego, hiriendo gravemente a Christiansen.

"Siempre me pregunté por qué me pasó esto a mí, a mi familia, a mis amigos", expresó Christiansen, quien hoy tiene 26 años. "Pero al mismo tiempo, hay una razón para todo, así lo veo yo. Como me dicen mi madre y mi familia, 'si estás todavía aquí, es por algo'''.

"Tal vez estás destinada a hacer algo relevante y por eso te quieren aquí. Quiero sacar algo positivo de todo esto", dice.

Las cosas positivas se sucedieron un atrás otra. Christiansen es hoy una policía en la universidad y patrulla el campus donde fue herida. Estuvo a las órdenes de la persona que acudió en su rescate, el jefe de la policía de la universidad Donald Grady. Si bien Grady ya no es el jefe, los dos mantienen una relación especial.

Pudo celebrar su primer Día de la Madre como madre de Alexis, quien tiene 10 meses.

Hace más de seis años, cuando el individuo mató a cinco estudiantes e hirió a varios más, Christiansen no sabía mucho de armas y no tenía idea de que el hombre portaba una escopeta de cañón recortado.

"Parecía una bazuca", manifestó mientras recorría el campus. "De repente, sentí presión en el hombro izquierdo y caí al piso".

"Recuerdo haber escuchado a alguien gritar y ruidos y los disparos. 'Bang, bang, bang' y después hubo un silencio".

Christiansen sangraba mucho cuando llegó Grady, quien la arrastró hasta un extremo del salón y levantó sus pies para evitar que se desangrase. Le hizo preguntas para que no perdiese el conocimiento y para distraerla y que no pensase en sus heridas. Grady recuerda que tenía perdigones desde la garganta y la nariz hasta el pecho.

Mientras yacía en el suelo, Christiansen le dijo a Grady que quería ser policía algún día.

"Siempre pensé que lo sería", expresó Grady. "Demostró que hablaba en serio. Jamás dudé de que lo haría".

Grady permaneció con ella hasta que llegaron los paramédicos. Un helicóptero la trasladó al Advocate Good Samaritan Hospital de Downers Grove.

Allí se enteró de que los perdigones habían dañado su tráquea, esófago y las cuerdas vocales. Fue operada durante cinco horas esa misma noche. Los médicos dijeron que había un 50% de probabilidades de que sobreviviese a la reconstrucción del cuello y le dijeron a su familia que se despidiesen de ella antes de la intervención.

Christiansen estuvo hospitalizada solo dos semanas. Cuando la dieron de alta, quiso regresar al campus y que todo volviese a ser como antes de la balacera.

Dos meses después del tiroteo, estaba de vuelta en el campus. Fue al salón Cole Hall, para revivir todo lo sucedido, esta vez con la perspectiva de una criminóloga.

"Fue como cerrar el círculo", explicó. "Necesitaba hacerlo para seguir adelante. No me voy a olvidar de lo que pasó, pero tenía que aprender a vivir con ello".

Volvió a las clases casi de inmediato. Al principio su voz sonaba como la de una niña de 12 años. Se sometió a una terapia para la voz y los fines de semana, cuando sus compañeros de clase se dedicaban a otras actividades, ella asistía a clases de la academia policial en Princeton. Hizo prácticas con la policía de la universidad en el invierno de 2008 y recibió su insignia en marzo de 2009, antes de completar sus estudios.

Años después, Grady la sigue considerando un ejemplo.

"Fue capaz de volver y trabajar como policía", manifestó. "Protege a la gente de lo que le sucedió a ella y es muy buena en eso".

Cuando el nuevo jefe de la policía universitaria Tom Phillips llegó al campus en septiembre, Christiansen fue una de las primeras personas con las que habló.

Pronto pasó a trabajar a tiempo completo, tras sacar un diploma en sociología con énfasis en criminología en mayo de 2010.

Conoció a su esposo, el subjefe de la policía del condado DeKalb Dave Christiansen, en el otoño de 2010 en una actividad comunitaria de revisión de autos en la que ella hacía de intérprete para las personas que hablaban solo español. Se casaron el 31 de mayo pasado.

"Estoy muy impresionado con ella", dijo Phillips. "No tengo las palabras adecuadas para alguien que pasó por lo que pasó ella. Te das cuenta de cómo algo así puede afectar a una persona, pero convirtió esa experiencia trágica en algo positivo".

"Mira cómo respondió. No solo es policía, sino que trabaja en la universidad donde pasó todo. Eso solo es un gran ejemplo".

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