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Lucha contra cáncer con nanopartículas

La científica guanajuatense Tessy María López Goerne, desde una cama en su departamento, se ha concentrado en el estudio de las nanopartículas para co

Escrito en León el

“¡En este laboratorio no cabe mucho!”, se queja la doctora Tessy María López Goerne sentada en su cama señorial, una antigüedad de familia.
La investigadora de la UAM Iztapalapa, especialista en nanotecnología, ha tenido un lapsus a medias, ya que es en la recámara de su departamento donde trabaja a “control remoto” a través de la computadora y un gran televisor vía Skype, debido a la hemiplejía que le dejó un infarto cerebral que en 2010 la mantuvo tres meses en terapia intensiva.
“Estuve a punto de morir, pero no era mi tiempo”, dice con su voz dulce, de niña grande, y agrega que ahí mismo da asesorías semanales a sus alumnos y organiza seminarios.
De los dos patios llenos de cactáceas que tenía en su casa de Coyoacán, sólo queda una charola frente a su cama con macetitas de las plantas semidesérticas típicas de su natal Guanajuato. Tuvo que vender aquella propiedad, cuenta, y mudarse a un departamento sin escaleras debido al accidente cerebral.
“Una parte del tiempo estoy enferma”, confiesa sin sombra de pesar. “Soy como las olas del mar, caigo y subo, pero cuando subo lo hago como un tsunami y recupero el tiempo que estuve en cama”.
A su derecha hay varias repisas con rorros y muñecos de peluche, y a su izquierda, junto al tocador donde una charola de cristal ofrece perfumes ordenados por tamaño, llama la atención un pequeño pizarrón blanco: muestra el calendario de octubre, atiborrado de citas y actividades de la científica.
Dos días destacan en la cuadrícula. El martes 13 se lee: “Conferencia en El Colegio Nacional”. Presentada por el doctor Octavio Novaro, miembro de la institución, Tessy habló esa tarde ante un centenar de personas, principalmente estudiantes, sobre sus investigaciones relacionadas con la novedosa ciencia de la nanomedicina.
Concretamente se refirió a los nanobiocatalizadores o “materiales bajo pedido”, que son sustancias altamente selectivas diseñadas manipulando átomos que, aseguró, “como proyectiles tremendos que van por millones” son capaces de penetrar el núcleo de las células cancerígenas y romper su cadena de ADN para curar tumores o paliar sus efectos en los pacientes.
En la charla también refirió que en más de 100 casos esas partículas que miden una millonésima de milímetro han sido capaces de cerrar las úlceras que produce el pie diabético avanzado, y así evitar que la extremidad sea amputada.
La otra fecha subrayada en el calendario de su recámara es el día siguiente a la entrevista, el jueves 22: “Cumple Tessy”. Los chiles en nogada son su platillo preferido, pero para celebrar sus 54 años, comparte la guanajuatense nacida en 1961, decidió organizar una comida que tendría lugar en su departamento, el sábado siguiente, con la asistencia de sus hermanos menores, Wenceslao y Eduardo (su hermana más chica, Ilia, murió), sus hijos Wences y Esteban -quien cumplió años el 19- y su ex esposo Ricardo Gómez Robledo, especialista en catalizadores para la industria petroquímica, con el que colaboró profesionalmente varias décadas en su laboratorio de la UAM Iztapalapa.
“Con Ricardo estuve casada 21 años; él era mi vida y yo era su vida, pero después de mi tercer cáncer, me dijo: ‘Créeme que me sobrepasas, no puedo más’. Y terminamos bien”.
Tessy refiere los eventos de cáncer que ha superado: “Tiroides y paratiroides, con resección total; mamas, con resección total, y ganglios; tres veces en el intestino y luego en la matriz. El cáncer estaba en un ovario, se enquistó con el intestino y me quitaron todo. También tuve problemas con la vesícula y me la quitaron, igual que las anginas y la apéndice, así que soy una mujer hueca”.
El último caso fue en el hígado, del que le tuvieron que extirpar un pedazo por laparoscopía.
“Al año volvió a salir el tumor, pero con fibrosis, y todos sabemos que en estas reincidencias no hay nada para el cáncer de hígado”, explica.
-¿Usted cree en los milagros, doctora?
-Obviamente. ¿Por qué cree que estoy aquí? Porque no he terminado mi labor.
 

La   vida   es   como  una   cuerda

Ingeniero químico nacido en León, Wenceslao López Martín del Campo le dijo a Tessy, su hija consentida: “Pillita, si te vas a dedicar a la ciencia no copies; piensa y crea porque en eso consiste la investigación, no en seguir una corriente”.
Y fue esa la labor a la que se abocó la doctora en Ciencia de Materiales, que a los 6 años sintió “de corazón” que se tenía que dedicar a la ciencia, como su padre, a quien admiraba porque después de estudiar en la UNAM regresó a la capital de su estado como director de la Escuela de Química de la Universidad de Guanajuato.
Su creación, define la maestra en estado sólido, ha sido “cambiar la estructura de la materia” al manipular los enlaces de los átomos como si jugara “al rompecabezas”. Primero lo hizo con catalizadores para la industria petroquímica, y desde hace una década, gracias al laboratorio de nanotecnología y nanomedicina implementado por la UAM en convenio con el Instituto Nacional de Neurología, ha trabajado en el diseño de biocatalizadores para fundar la “medicina del Siglo XXI”, menos invasiva y sin efectos secundarios.
La vocación le empezó precisamente como un juego a la niña de provincia que en la más tierna infancia, cuando corría “de manera bestial” en su andadera, se sentía “enloquecida” por todas las formas redondas como las pelotas. Pillita acompañaba a su padre al gran laboratorio de la Escuela de Química, donde lo que más recuerda es que un día le explicaron qué era una reacción ácido-base.
“Me mostraron los indicadores y me pusieron a jugar con eso, a cambiar el agua de colores para ver si estaba ácida o básica”, dice. “Mi papá también nos llevaba a los hijos a una de las dos plantas piloto que tenía la facultad”.
Con su madre, Tessy Goerne Castañeda, la hija mayor peleaba mucho porque ambas tenían un carácter muy fuerte. Pero hoy reconoce que heredó su “gran fortaleza” y alegría de vivir.
“Mi mamá era cosa seria: a los 30 años le detectaron cáncer cerebral y perdió la vista cuando la operaron porque le tuvieron que cortar los nervios ópticos”, recuerda.
“El tumor tenía un ciclo de crecimiento y fue necesario operarla otras cuatro veces, pero mi mamá no perdía la sonrisa. Tenía un perro guía y decía. ‘Bola de tontos’ -bueno, usaba otra palabra-, ‘no los necesito’. Tomaba su perro guía, se iba por las calles de Guanajuato y regresaba tres o cuatro horas después, cuando mi papá ya estaba preocupado y quería salir a buscarla”.
Tessy madre era 18 años menor que su esposo y murió 18 años después de que a él se lo llevó un cáncer de pulmón en noviembre de 1981. El químico nunca fumó y después de la operación que le hicieron tuvo 13 meses de sobrevida en los que trató de ser optimista y seguir dándole enseñanzas a sus hijos.
“Una de las cosas que nunca voy a olvidar es que mi papá siempre me dijo: ‘Pillita, la vida es como una cuerda, tú la coges, vas caminando y te das cuenta de que está llena de saliditas (hebras) que puedes tomar para ver qué son y si te convienen, pero si no lo haces en ese momento nunca se te volverán a presentar”.
La última recomendación que le hizo el químico laureado en 1976 con el Premio Nacional de Ciencias y Artes en el área de Tecnología y Diseño, fue: “Tienes que ser mejor que yo, y no me puedes fallar porque nunca me has fallado”.
Así que después de preguntarse: “¿Por qué a los viejitos les da por dejar ese tipo de órdenes?”, la estudiante del tercer año de carrera empezó a trabajar “como una loca”.


‘Me   sentía   la   Reina de   la   Naturaleza’

De los 2 a los 14 años, Tessy estudió en el Instituto La Salle con las hermanas del Sagrado Corazón de María, cuya superiora era una tía suya, María Goerne. Después de cursar la preparatoria en la Universidad de Guanajuato, a los 17 años llegó a la Ciudad de México para empezar la carrera de fisicoquímica en la UAM Iztapalapa.
“Voy a ser presumida: la verdad era muy bonita”, afirma riendo. “En mi grupo de 100, sólo dos éramos mujeres, y mi compañera parecía tucán, así que a mí me perseguían los alumnos y los profesores, y yo me sentía la reina de la naturaleza”.
Uno de esos profesores, Ricardo Gómez Robledo, se convirtió en su esposo.
El maestro de Cinética Química era 18 años mayor, así que la pareja tenía la misma diferencia de edad que había entre los padres de Tessy. Sin embargo, su mamá se opuso a que se casaran porque el académico era divorciado.
“Me dijo que escogiera entre la familia o Ricardo, y yo le contesté que conociéndome, no sé por qué me planteaba eso, que me quedaba con Ricardo. Pero mi mamá era una mujer muy inteligente y una semana después me llamó para decirme que fuéramos a cenar a la casa, que había hablado con mis hermanos y estaría feliz con nuestra boda, pero sólo nos pedía que platicáramos con el Señor Abad”.
La pareja se casó por lo civil en diciembre de 1981 y acordó que no tendría hijos hasta que la joven estudiara sus posgrados, también en la UAM.
“Yo era muy inquieta, necesitaba la ciencia y ya había encontrado lo que sería mi vida: el proceso Sol-gel, que entonces era algo novedoso de lo que oí hablar muy bonito a un investigador francés de origen español, Clemente Sánchez, que dio un seminario en la UAM”.
En su libro “Nanotecnología y nanomedicina: La ciencia del futuro. Hoy” (Arkhé Ediciones, 2011), la profesora guanajuatense explica que, con respecto a las técnicas tradicionales de síntesis para preparar nanomateriales, el método Sol-gel tiene varias ventajas como permitir una muy alta homogeneidad y pureza, un control total del tamaño de la partícula y una mayor estabilidad térmica.
“En el microscopio electrónico me di cuenta de que lo que yo empezaba a hacer con el
Sol-gel tenía nanopartículas todas desordenadas, y dije: ‘Esto es lo mío, esto va con mi personalidad’, porque yo era desordenada a morir y uno tiene que fundirse con la ciencia”, cuenta. 
Su esposo Ricardo, confiesa, la retaba mucho, lo cual le permitía avanzar “como loca” en sus trabajos de posgrado, que prácticamente se autodirigía porque en México no había aún especialistas que pudieran orientarla en la materia.
“A veces me decía mi esposo: ‘Yo soy el maestro de tu vida y el maestro que te va a enseñar a hacer ciencia’, lo que me ponía verde del berrinche y me impulsaba a trabajar para demostrarle al mundo lo que se podía hacer con estas nanopartículas que me fascinaban”.
-Al diseñar estos materiales a nivel nano, parece que opera prácticamente como diosa.
-Pues, no como una diosa, como científica. Cuando acepté la invitación del doctor Julio Sotelo, que dirigía el Instituto de Neurología, me propuse el reto de hacer nanopartículas y así poder servir al ser humano. Y siempre en México, porque mi papá nos enseñó a ser muy nacionalistas.
Para la taquiza de cumpleaños de la doctora Tessy y su hijo Esteban estaba previsto partir un pastel de chocolate, aunque no como uno que su madre le hizo en la infancia con forma esférica a esta niña grande que empezó jugando con pelotas y, a pesar de las adversidades de la vida, planea seguir divirtiéndose haciendo malabares con los átomos.

De los premios a la cárcel

En 2014, la doctora Tessy López Goerne aprovechó el foro del premio que le otorgó en Ciencia y Tecnología el diario La Crónica de Hoy, para pedir el apoyo de las instituciones públicas de salud con miras a que sus investigaciones en nanomedicina catalítica se apliquen en beneficio de la sociedad.
La especialista, también reconocida con el galardón Scopus-Conacyt, la Academia Weizman de Israel y la Unesco, refiere que el jefe de Gobierno Miguel Ángel Mancera reaccionó entonces instruyendo al secretario Armando Ahued para que la atendiera.
En el Centro Especializado en Manejo de la Diabetes del DF (inaugurado en marzo de 2013), la profesora dice que ha podido aplicar el nanocatalizador Ra2 para evitar la amputación en más de 100 pacientes con pie diabético avanzado.
Agrega que los nanocatalizadores NPt y NCu, de los que da una explicación científica detallada en su segundo libro, “Nanomedicina catalítica: Ciencia y cáncer” (Arkhé Ediciones, 2013), han sido aplicados en pacientes con glioblastoma multiforme (el tumor más agresivo de cerebro) del Instituto Nacional de Neurología, donde trabajó por más de una década en un laboratorio por convenio con la UAM.
“Logramos detener el crecimiento del tumor y darle una mejor calidad de vida a los pacientes”, afirma.
“Claro que contábamos con su consentimiento informado y nuestras nanopartículas pasaron los diferentes niveles de los protocolos de investigación y la aprobación del comité científico y de ética del hospital”, asegura.
Donde sus prometedores compuestos se han topado con pared, agrega, es en la Cofepris. La doctora Tessy lo atribuye, en parte, a que los tratamientos convencionales para el cáncer “son un gran negocio para las farmacéuticas”.
A la científica le gusta bromear diciendo que, a pesar de la falta de autorización de la Cofepris, ella seguirá ayudando de manera experimental con su ciencia porque “como estoy paralítica, no podrían meterme a la cárcel, a lo mucho sería arraigo domiciliario”.

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