Donald Trump no se ha ido
El partido demócrata necesitaba una convención perfecta en Chicago. Nunca un partido habÃa tenido que usar el escaparate mediático de su convención para presentar a la opinión pública a un par de candidatos tan desconocidos.
El partido demócrata necesitaba una convención perfecta en Chicago. Nunca un partido habÃa tenido que usar el escaparate mediático de su convención para presentar a la opinión pública a un par de candidatos tan desconocidos. En todas las elecciones pasadas, el candidato presidencial demócrata (o republicano) llegaba a la convención después de un largo proceso de primarias, decenas de entrevistas como candidato potencial y un verano entero en campaña. Este año, el partido demócrata no tuvo ese lujo. La dramática salida de Joe Biden de la contienda presidencial abrió paso a Kamala Harris. Mayormente desconocida por el electorado a pesar de ser vicepresidenta, Harris debÃa aprovechar la convención para definir su imagen pública junto con la de su compañero de fórmula, el gobernador de Minnesota Tim Walz, una figura completamente inédita en la escena polÃtica nacional hasta hace muy poco.
La campaña de Donald Trump podrÃa haber aprovechado el desconocimiento público de Harris y Walz. PodrÃa haber tratado de definir a Harris y a Walz, cerrando la puerta a la narrativa que emergerÃa en la convención demócrata. Hizo lo contrario: confundido y molesto por la (completamente válida y legÃtima) salida de Biden, Trump no paró de despotricar. Harris aprovechó el espacio a cabalidad y emergió de Chicago claramente fortalecida.
A nueve semanas de la elección, Harris mantiene una ventaja en las encuestas nacionales y parece estar arriba en seis de los siete estados clave en la elección.
Hasta ahà las buenas noticias para Harris (no son pocas, sobre todo considerando el estado de la contienda cuando Biden era el candidato).
Un triunfo de Donald Trump todavÃa es probable. La campaña republicana está invirtiendo carretadas de dinero en propaganda negativa contra Harris en los estados cruciales. La crisis en Medio Oriente podrÃa escalar. La economÃa estadounidense, que ha demostrado una notable resiliencia, todavÃa coquetea con sorpresas que, de ocurrir, golpearÃan a los demócratas en la lÃnea de flotación. Existe la posibilidad de que, en el debate del 10 de septiembre, Trump consiga embridar sus peores impulsos y se concentre en criticar las polÃticas de la administración Biden. Harris podrÃa equivocar el tono y perder la confrontación con Trump (a diferencia del fatÃdico encuentro con Biden, los demócratas están convencidos de que Harris vencerá a Trump en el debate). Y claro, algo imprevisto podrÃa ocurrir en lo que resta. No es casualidad que en la polÃtica estadounidense se hable de la "sorpresa de octubre" —un evento imposible de prever que cambie la dinámica electoral en las últimas semanas de la campaña. En el 2016 se trató de la investigación de los correos electrónicos de Hillary Clinton. Habrá que ver qué sucede ahora.
Pero la campaña demócrata debe estar particularmente preocupada por otro factor. La candidatura de Harris implica un hito doble. Se trata de la primera mujer de color en buscar la presidencia de Estados Unidos. Los demócratas le piden al electorado que rompa de golpe dos "techos de cristal". Su triunfo serÃa una gran muestra de madurez cÃvica, incluso superior al de Barack Obama. Pero el progreso implica riesgos. En conversaciones off the record en Chicago, noté ansiosos a varios demócratas. Saben que la misoginia y el racismo pueden poner en riesgo la viabilidad final de la candidatura de Harris. Saben que la retórica trumpista –aviesa, violenta pero eficaz– tiene justamente esa intención. Hillary Clinton ha dicho reiteradamente que la misoginia jugó en su contra en 2016. Para preocupación de los demócratas, hay estudios que confirman que las mujeres deben lidiar con expectativas injustas, además de un trato desigual y muchas veces misógino en los medios de comunicación y redes sociales. El porcentaje de mujeres en cargos de elección popular todavÃa es notablemente inferior al que deberÃa ser. Aunque la sociedad estadounidense ha progresado, no hay duda de la prevalencia de la discriminación de género. ¿Qué ocurrirá en la privacidad de la casilla, cuando millones de estadounidenses enfrenten la decisión de votar, en privado, por una mujer de color? Es una pregunta incómoda y dolorosa, pero central. De su respuesta dependerá, en gran medida, el futuro de Estados Unidos.
@LeonKrauze
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