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Perspectiva

Matar el mérito es una traición

A un mes del final del mandato de López Obrador estamos cansados de tanto encono y división.

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Matar el mérito es una traición

A un mes del final del mandato de López Obrador estamos cansados de tanto encono y división. El país marcha hacia el autoritarismo y de regreso a la histórica “dictadura perfecta” que bien definió Mario Vargas Llosa cuando el PRI era todopoderoso. 
Ese cansancio nace de la irracionalidad de un gobierno que no vio por la República, por el conjunto de ciudadanos, por el futuro de la nación. Desde antes de que iniciara el sexenio se impusieron decisiones que destruyeron y erosionaron el patrimonio nacional. 
El daño fue múltiple porque se comprometió la siguiente década con el diseño de un presupuesto insostenible, con obras de enorme despilfarro y el abandono de los pilares del futuro: dañaron la educación, la salud pública, la infraestructura, la seguridad, la confianza en la inversión y la impartición de justicia; el país, cansado, espera un cambio real. Bien lo sugiere el prestigioso diario The Washington Post en su editorial de ayer. 

Por la fatiga existe la tentación de capitular, de entrar al fatalismo y el abandono ante la impotencia de ver como se destruye lo que tantos años y esfuerzo costó construir. Sin embargo, las cosas pueden cobrar un giro inesperado. Los miembros del Poder Judicial, a quienes se les quiere barrer por una venganza, pueden en su rebeldía, lograr que millones de mexicanos construyan un nuevo movimiento por la República. Un nuevo partido. 

Porque una cosa es la injusta repartición de curules en el Congreso y otra es la destrucción del Poder Judicial independiente. El Poder Ejecutivo, aun en México, tiene límites. Si el gobernante no lo entiende, puede caer en el exceso. Cuando eso sucede, los pueblos se rebelan como hoy sucede en Venezuela.

Sí, estos años han sido difíciles por la pandemia, la incertidumbre y la visión de un país que se consume a sí mismo, sin crecimiento y con grandes nubarrones en el horizonte. Lo peor, vemos que el capital humano de mayor mérito se tira por la borda para emplear a inempleables, a dóciles militantes del régimen cuyo único valor es la ignorancia leal. En nuestro suelo se escucha la bota militar como solución a todo. Un signo ominoso de quien gobierna, de quien juró nunca militarizar al país. 

El tamaño de la destrucción judicial lo conocen Ricardo Monreal, Olga Sánchez, Marcelo Ebrard, Mario Delgado. También Claudia, nuestra presidenta electa. Lo saben los gobernadores de Morena, los diputados y los senadores de todos los partidos. En vergonzosa hilera renuncian a sus principios, a sus conocimientos. Todos siguen el guion falaz de la mejora imposible en los juzgadores. Cualquiera que haya estudiado una carrera, no solo la de Derecho, entiende que la pérdida de la meritocracia es la derrota de un país. Veamos a Cuba, Nicaragua y Venezuela, hundidos en dictaduras que producen miseria y la  pérdida de libertades. 

Si en México o en cualquier lugar del mundo no gobiernan los más preparados, los que lucharon por aprender, crecer y avanzar en la vida; los que tienen el mérito, las consecuencias serán fatales. Nadie permitiría que un enfermero o un camillero realizara una cirugía de un especialista. Nadie le encargaría el cálculo y el diseño de un edificio de 50 pisos a un pasante de ingeniería. Imaginen al PJ con puras Lenias Batres.

Literalmente entramos al “desamparo” judicial. Eso lo saben en Morena, pero prefieren traicionar a la patria antes que alzar la voz. La historia los marcará para siempre si destrozan al PJ.  

 

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