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Avasallados

Sin paz ni orden no puede haber progreso: resulta ser una condición "sine qua non" la existencia de un Estado de Derecho, en el que se respetan las Leyes, los derechos de los demás, sobre todo los más básicos, como el derecho a la vida y a la propiedad.

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Avasallados

No es que nuestras autoridades estén desbordadas por la delincuencia: se encuentran completamente rebasadas o avasalladas por ella. La situación de violencia con el asesinato de empresarios (siete en lo que va del año) que se pronuncian contra la extorsión, cobro de piso o corrupción y acaban siendo ejecutados resulta intolerable y dista mucho de ser "normal".

Los capos del crimen hacen y deshacen a sus anchas sin que "La Ley" se aplique, sin que haya un castigo ejemplar. Por todo nuestro México, antes pacífico y laborioso, se extiende este cáncer de la violencia: si no es huachicol, es extorsión, robo, asaltos, balaceras, ataques a los jefes policiacos (Guerrero recientemente) y todo tipo de actuaciones al margen de la Ley, mismas que las autoridades dejan impunes.

No solo matan a empresarios, como es el caso de Julio Almanza Armas, Presidente de la Fecanaco de Tamaulipas, sino que a causa de la rampante extorsión fuerzan el cierre de comercios afectando la cadena de suministro de los ciudadanos, el empleo directo e indirecto y la derrama económica en las comunidades.

Tal como es el caso de Nuevo Laredo, tierra sin Ley en la que las autoridades están de adorno, y esto a los tres niveles de Gobierno: municipal, estatal y federal. Tenemos -en teoría- no solo a la Sedena, a la Marina, sino a la muy cacareada Guardia Nacional bajo el mando de los militares y aun así campea la violencia.

El sagrado deber de "guardar y hacer guardar las leyes" no se cumple y en su lugar hay una concatenación de pretextos y excusas. No parece haber en las "autoridades" la voluntad de enfrentar el problema de la violencia, asesinan incluso a sacerdotes, como en Creel, Chihuahua, y ni así se toman la molestia de actuar.

Si ustedes suman la cantidad de crímenes cometidos en México, aberrantes, espantosos, como el de la Familia LeBarón, en los que se llevan de encuentro a mujeres y niños, sin piedad, no se levanta en nuestras autoridades la más mínima indignación.

La manga cada día parece  más ancha: no existe el escarmiento para los criminales, la tolerancia al crimen crece y el Mesías Macuspeño prefiere dedicar su tiempo a desdeñar a la OEA por descalificar las elecciones de Venezuela y a defender a su cuate Maduro (igual porque no quiere que lo descalifiquen a él cuando domine todas las instituciones, SCJN, Trife, INE, Congreso, e imponga un reinado eterno dominado por un solo partido, el suyo), en lugar de lamentar el asesinato de líderes empresariales o el cierre de fuentes de empleo a causa del crimen rampante que crece y crece orillando a nuestro México cada día más al "Estado fallido".

Es cierto que todas las vidas humanas son valiosas, pero cuando alguien es asesinado artera y cobardemente por lo que dice, por lo que expresa, por las quejas que plantea ante autoridades y sociedad -cual es el caso del dirigente de la Fecanaco en Nuevo Laredo, quien denunciaba el cobro de piso y la corrupción rampante en su ciudad-, se torna en una señal alarmante de que pisamos ya territorios en franca guerra, en la que parecen quedar suspendidas no solo la libertad y las más básicas convenciones sociales, sino los primordiales derechos de los ciudadanos.

Siempre hemos dicho aquí que preciso es estar alertas pues cuando se vulneran los derechos de un ciudadano, todos corremos el riesgo de que los nuestros sean pisoteados a continuación. En situaciones como las reinantes, como sociedad, como ciudadanos, no podemos ni debemos ser tolerantes y dejar pasar así nomás la comisión de delitos que lesionan gravemente el interés social.

Sin paz ni orden no puede haber progreso: resulta ser una condición "sine qua non" la existencia de un Estado de Derecho, en el que se respetan las Leyes, los derechos de los demás, sobre todo los más básicos, como el derecho a la vida y a la propiedad. No existe registrada en la historia una sociedad que haya progresado, elevado el nivel de vida de sus ciudadanos, avanzado, sin antes contar con un sólido respeto al Estado de Derecho, al imperio absoluto de la Ley y el orden.

Sea quien sea la persona que dirija nuestros destinos, mientras no logre la paz, no logrará nada más: ¿qué dirá de lo anterior la Presidenta Electa, quien parece muy dispuesta a seguir sin cuestionar la línea de su mentor y antecesor?

 

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