Escribir… escribiendo… agradeciendo…
¡Qué difícil se me está haciendo escribir! ¡Qué difícil es tratar de buscar un tema positivo, que busque dar esperanza, que haga sonreír, cuando todo en nuestro entorno, pareciera oscuro y triste!.
¡Qué difícil se me está haciendo escribir! ¡Qué difícil es tratar de buscar un tema positivo, que busque dar esperanza, que haga sonreír, cuando todo en nuestro entorno, pareciera oscuro y triste!.
Pero creo que es como todo… si te pones a hacerlo y si te empeñas en ello, ¡algo bueno tiene que salir!. Y pues sí, hurgando entre mis recuerdos, me acordé de esta historia que escuché en uno de los cursos de Lety Casillas de Vélez, y que me asombró tanto, que se las comparto: se llama, “El pájaro que se quejó con Dios”. Y dice así:
“Era un pájaro que vivía en el desierto, muy enfermo, sin plumas, sin agua y sin nada que comer… así que se la pasaba maldiciendo día y noche su mala suerte. Entonces pasó un ángel por el desierto y el pájaro le preguntó: “-¿A dónde vas?-“. “-Voy a encontrarme con Dios-“ contestó aquel. “-Pregúntale por favor, a Dios, ¿cuándo acabará mi sufrimiento?”. El ángel prometió hacerlo, y se fue.
Al encontrarse con Dios, el ángel le preguntó, y sorpresivamente (al menos, para mí), Dios le contesta: “-Durante lo que le queda de vida, tiene que sufrir así. No tendrá felicidad-“. A lo que el ángel le pide que le muestre alguna forma de decírselo al pájaro, pero sin desanimarlo… Dios responde: “-Dile que ore así: ¡Gracias a Dios por todo!-“.
Regresó el ángel un poco apenado, con el pájaro, y le dio el mensaje. Se va triste porque piensa que no lo volverá a ver. Al regresar, un tiempo después, se asombra de ver al pájaro muy feliz, cantando sobre una pequeña planta que había crecido en el desierto y hasta había un mínimo estanque. Sorprendido, va con Dios a preguntarle el porqué se había equivocado. Y Dios le responde: “-Sí, estaba escrito que no existiría felicidad en lo que le quedaba de vida… pero él mismo pudo cambiar su destino, al orar diariamente así como al agradecer todo lo que le sucedía…”.
Sé que puede parecer una parábola un poco masoquista… o un exceso de religión… pero yo prefiero la idea que al pensar así, al orar así, cambia nuestra percepción de lo que teníamos (o creíamos tener) y de lo que tenemos. Podemos pasarnos la vida quejándonos de lo que hemos perdido, o sufrir por aquello que todavía no pasa… o podemos apreciar lo que SÍ poseemos en el aquí y el ahora…
Creo que el hacer consciente nuestra realidad en el hoy, y aquí… y agradecerla, disfrutarla, saborearla, nos puede dar una luz de esperanza en un tiempo borrascoso.
AAK
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