Estampas mañaneras
A 21 días de que terminen las mañaneras tenemos el recuerdo de los momentos políticos que más se grabaron en la memoria. Son imágenes estáticas, como fotografías de un enorme collage lleno de instantáneas del rostro, los gestos y la mirada del presidente López Obrador.
A 21 días de que terminen las mañaneras tenemos el recuerdo de los momentos políticos que más se grabaron en la memoria. Son imágenes estáticas, como fotografías de un enorme collage lleno de instantáneas del rostro, los gestos y la mirada del presidente López Obrador.
Siempre hubo la duda de si escribir Presidente con mayúscula o presidente con minúscula; el estilo resultó lo de menos, fue la sensación que causaron esas postales lo que nos hace usar “p” de pequeño. Las instantáneas nunca las olvidaremos mientras tengamos memoria, mientras el juicio de la historia ponga en su lugar al líder tabasqueño.
A bote pronto llega la mano levantada con un “detente” católico de uso para la buena fe, convertido en un fetiche frente a la inminente pandemia que cobraría 800 mil vidas de compatriotas. De inmediato regresamos al verbo imparable, falso e ignorante de haber dicho que podríamos abrazarnos sin consecuencias. O la demagogia de no usar cubrebocas, por ejemplo, como lo hicieron todos los jefes de estado en el mundo.
Qué decir de la testaruda afirmación de que tendríamos un sistema de salud mejor que el de Dinamarca para luego revelar que lo había dicho como pura mercadotecnia política. Algo que repite aún cuando la mayoría del pueblo sabe que es falso, no porque pueda comparar la salud pública del país más desarrollado de Europa. López Obrador se encerró en México por un provincianismo y populismo nacionalista miope.
Cómo olvidar el pañuelo blanco que ondeaba una y otra vez para afirmar que “se había acabado la corrupción”. Mentira insufrible dado que una tercera parte del país vive controlado por fuerzas ajenas al Estado, cuando la extorsión llega al último rincón de muchas entidades y ni la Guardia Nacional ni el Ejército o la Marina enfrentan a quienes se adueñaron de ellas. Al final la frase repetida una y otra vez de “abrazos y no balazos” hará contraste con los más de 195 mil muertos por la violencia incontenible durante el sexenio.
Hay otras frases ocultas para el común de los ciudadanos: “no aumentaremos la deuda”, dijo el ciudadano antes de las elecciones y terminamos con el mayor déficit desde el sexenio de Miguel de la Madrid. Menos oculta fue la promesa de regresar al Ejército a los cuarteles, cuando justo fue lo contrario y militarizó al país como no se hacía desde que salimos de la Revolución.
Al final, quien prometió respeto a la libertad de expresión, terminó enfrentado al periodismo independiente. En vivo y desde la mañanera rompió la ley haciendo públicos datos personales de Carlos Loret de Mola y de Brozo (Victor Trujillo). Todo queda en los registros de los archivos oficiales y los particulares. Luis Estrada, quien llevó la cuenta de hechos falsos y mentiras llanas, aportará a la historia reciente datos reales, distintos a la propaganda oficial.
Tenemos acceso a todos los videos y en nuestra memoria quedan marcados esos días aciagos donde nos sentíamos -nos sentimos- burlados hasta el cansancio. El engaño, el odio y el rencor; la socarronería de tanta barbaridad acompañará la historia de un sexenio de enfrentamiento y división.
Faltan días para saber si se consumará el último golpe a la República con la reforma judicial. Tendremos tres semanas de zozobra mientras la presidenta electa no muestre ideas propias de cambio, de racionalidad, ya no digamos científica, sino de simple sentido común respaldado por hechos y datos ciertos. Hay que esperar.
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