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De Salvadora

Astronautas

Era un mundo paralelo en el que se filtraban los ruidos en el día, y en la noche se permeaban los sueños. Era un universo en el que se podía flotar abriendo y cerrando las manos, extendiendo los dedos, con la seguridad de tu ingravidez, sin necesidad de asirte a nada.

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Astronautas

Era un mundo paralelo en el que se filtraban los ruidos en el día, y en la noche se permeaban los sueños. Era un universo en el que se podía flotar abriendo y cerrando las manos, extendiendo los dedos, con la seguridad de tu ingravidez, sin necesidad de asirte a nada. El lugar era tranquilo, se podía dominar el espacio breve con la seguridad de sus proporciones. En ese resquicio privado, tú, dueño de ese personalísimo mar, escuchabas las voces, a veces el arrullo de un canto que te inundaba de tranquilidad, otras, simplemente el sonido de la sangre que se arrastraba lento, alimentándote de vida. Y tú, permanecías imbuido en ese amor incondicional que sentías, que no te exigía nada a cambio ni te ponía condiciones.

A veces, confiado extendías un brazo o una pierna, después, por falta de espacio, permanencias lo más quieto posible, como un astronauta en su nave. Con tus ojos cerrados, adivinabas un infinito que poseía cientos de galaxias que te contaban historias susurrantes, y aunque no te esforzaste en escucharlas todas, te sentías acompañado por las confidencias de las estrellas.  

Tu mundo y mi mundo, conviviendo sin haber hecho las presentaciones, sin habernos estrechado las palmas, sin juicios ni prejuicios. Nos adaptábamos a los días, en una comunicación extraña, que, sin entender el sentido de mis palabras, llegaban a ti como el agua en los vasos comunicantes, como la lluvia a los ríos subterráneos de la tierra. 

Y así escuchabas mi corazón, no solo oías su latido, sino que filtrabas sus sentimientos que te daban un bálsamo audible. Te decían que siempre serías bienvenido musitando; te quiero, te quiero, siempre serás querido. ¿Cómo describir esos días, esos meses? De espera y conocimiento, horas de adivinar tu fisonomía, estrechándote a través de la barrera de mi piel, etapa mágica de experimentar el tener dos corazones, de ser un ser dual. 

Arribaste a una tierra fértil de abrazos, no tuviste el infortunio de llegar a un mundo inhóspito y estéril. No fue tu caso, llevabas escritas en tu piel las remembranzas del tiempo transcurrido, te iluminaba el brillo espectacular del infinito.  

Estas consciente que no todos los astronautas han tenido tu fortuna, algunos probaron el desprecio dentro de sus membranas, absorbieron el líquido del odio bebiéndoselo a sorbitos, temerosos sin culpa ninguna, escucharon reproches injustificados. 

Yo, celebro el éxito de esta travesía, la bendición de reflejarme en tu mirada, la fortuna de una vida compartida, y estoy tranquila, porque sé que la voz de mi corazón resonará siempre en ti, que siempre estará contigo. 
 

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