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De Salvadora

Los recelosos

Escuché muchas veces, que 'Todo depende del cristal con que se mira', y es de una certeza absoluta. Porque los cristales sucios, engañan, distorsionan y descubren falsas verdades. Por el contrario, la transparencia facilita mucho las cosas y se observa simple y llanamente lo que es. 

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Los recelosos

Escuché muchas veces, que 'Todo depende del cristal con que se mira', y es de una certeza absoluta. Porque los cristales sucios, engañan, distorsionan y descubren falsas verdades. Por el contrario, la transparencia facilita mucho las cosas y se observa simple y llanamente lo que es. 

Y esto que suena tan simple, resulta ser más complicado de lo que parece cuando se traslada al género humano, es muy difícil encontrar quién se muestre de cuerpo entero a la primera instancia. Trato de trasladarme a el origen, muy probablemente esa persona, después del primer desaire, inició la prueba de los disfraces. Para sentirse preparado y no ser sorprendido, se confeccionó un traje hecho a la medida, en donde la estrechez y la holgura quedaban descartadas. 

Aprendió a fingir en un afán de aceptación, hizo cotidiano el ocultamiento, porque siempre existía latente el temor arraigado; si me muestro tal cual soy y me repruebas, ¿qué más puedo darte? Te descubro mi humanidad con sus debilidades y carencias, la visión de mi corazón lacerado, y tú, me miras indiferente, o inclusive, aparece la sonrisa de la burla como la peor forma de desprecio.

Yo, siempre estoy con la mirada atenta y no dejo de cuestionarme, que fue lo que ocurrió para que iniciara esa transformación, ¿cómo eras en un principio? No lo comparto, mas lo comprendo, no estoy aquí para juzgarte, no sobrevive el más fuerte sino el más adaptativo. 

Nos hemos convertido en los recelosos, somos los cautos, que avanzan a paso quedo mirando a derecha o izquierda; parcos, resguardamos las confidencias para mejor ocasión. Por suerte, hemos encontrado un nicho seguro, el mundo compensa con el bien, y es esa nuestra mayor fortuna. Hablo en plural porque lo mismo sucede contigo, has sufrido las consecuencias de mirar en cristales empañados, o peor aún, creíste en ese tan transparente y límpido, incrédulo, caíste a través de un marco vacío. 

Los recelosos muestran su sonrisa de cartón piedra, se esconden en la algarabía bulliciosa como el mejor camuflaje. Otros se desviven presumiendo, en un envanecimiento que fastidia, como queriendo decir: Mírame, no dejes de mirarme, ¿ves lo valioso que soy? 

El ser real se queda oculto tras la muralla, asomado por una mirilla, desde ahí, contempla el cielo, a veces, cansado decide rendirse y ondea una bandera blanca, mas, con prisa la oculta porque el mundo desprecia a los débiles.

Nosotros, dejamos los temores de lado y nos quitamos los abrigos, gozamos del enorme privilegio de ser amados por lo que somos, del valor intrínseco de nuestras personas.  Después, consientes de ese regalo bendito, agradecidos nos abrazamos. 

 

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