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Jose Luis Palacios Blanco

Me duele Mateo

Matamos en vida a los menores con omisiones y falta de acciones. Cada día que la autoridad deja hacerse viejo a un huérfano en un orfanato complicando los trámites; con la falta de recursos para crear anexos dignos; con la falta de apoyo empresarial para que un menor pueda sostenerse en los estudios

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Me duele Mateo

Los menores y los viejitos son la cadena más débil, más frágil de estos eslabones humanos que nos han hecho evolucionar y sobrevivir como especie. Pero en la posmodernidad, las generaciones jóvenes construyen hoy un mundo sin hijos y donde los gatos y los perros, tienen ya un lugar más importante. Los datos mundiales de la UNICEF reflejan que en Guanajuato lamentablemente los derechos de los menores son violados y la muerte asoma a sus vidas tan tempranas. Guanajuato sigue siendo el primer lugar nacional en muertes de menores; el sexenio de Diego Sinhué terminó con casi mil menores de edad asesinados. Tener este primer lugar a nivel nacional en homicidios de niñas, niños y adolescentes (NNA), de acuerdo al Secretariado Ejecutivo del Sistema Nacional de Seguridad Pública, es lamentable; estas cifras indican que 2 de cada 10 asesinatos de menores en todo el país, ocurren en Guanajuato, donde casi el 90% de los casos de homicidio doloso de menores se llevan a cabo utilizando un arma de fuego.

¿Qué nos sucedió? En Guanajuato nuestros NNA siguen siendo reclutados por el crimen organizado para participar en actividades delictivas; el reclutamiento infantil refleja cómo las infancias ya son parte de la violencia provocada por el maldito crimen. Además, fallamos como familias; la violencia familiar puede terminar en infanticidios con golpes. Donde hay deserción escolar, marginación social y alto índice de adicciones, se dan las condiciones para muertes de menores. Desde la Confederación Nacional Niños de México, Conanimac, A.C. donde forma parte Ciudad del Niño Don Bosco A.C., se aportan datos de la realidad social que lleva a estas muertes y a las desapariciones como los casi cien menores que están activos en la Alerta Amber.

Matamos en vida a los menores con omisiones y falta de acciones. Cada día que la autoridad deja hacerse viejo a un huérfano en un orfanato complicando los trámites; con la falta de recursos económicos para crear anexos dignos; con la falta de apoyo empresarial para que un menor pueda sostenerse en los estudios. Todo esto, refleja una cultura poco solidaria de empresas y sociedad, en una ciudad como León, con la tasa de autos de lujo más alta del País y la más baja en donativos registrados en el SAT. Faltan redes de seguridad para menores, como grupos de personas en las que ellos pueden confiar y que le apoyen en caso de que sus padres no estén por salir al trabajo o cuando los menores transitan a la escuela. 

Me duele Mateo, su desaparición y su muerte, pero también, la de cientos de menores que siguen encerrados por el cruel sistema de adopciones que complica el que tengan una familia; cuando los menores con adicciones no tienen el ambiente adecuado para imaginar un futuro; cuando falta amor para que tengan una red de apoyo; cuando desertan de la secundaria para perderse en la inmundicia de la pobreza. La muerte para los menores llega paulatinamente conforme se reducen las probabilidades de estudiar o de trabajar; cuando después de los 10 años, se acaba la probabilidad de adopción, para esperar encerrados, la llegada de la mayoría de edad en que deben salir a la calle.

Me duele, sí, Mateo, porque solo es el nombre que representa hoy a miles de menores leoneses en condiciones de vulnerabilidad, que están en el infierno de las drogas y la pobreza. Todo cambió ya en este mundo loco donde los menores ya no pueden transitar tranquilos y jugar en las calles. No alcanzarían policías para cuidarles; se trata de crear redes de prevención y protección como sociedad, como familias, como vecinos. El mundo que les tocó vivir a los menores es muy complicado en medio de tantas redes de crimen y donde la ley no se respeta. La cultura de impunidad frente al crimen organizado es tan general, que les invita a delinquir. Frente a esto, solo las redes solidarias entre nosotros, para evitar que lo de Mateo siga sucediendo a todas horas y en todos los lugares. No alcanzarían presupuestos ni leyes, si las personas no cambiamos, si no somos más solidarios. 

Ciudad del Niño Don Bosco cumple en septiembre 65 años de abrir sus puertas a los menores en vulnerabilidad, con adicciones, en abandono y en orfandad. Veinte mil chiquillos han vivido aquí y solo la formación de redes solidarias, son las que salvan, las que regeneran, las que restituyen derechos. Mientras esto escribo, tengo en el corazón a los menores en orfanatos que esperan una adopción, a los que viven en internados temporales para construir con ellos un futuro, a los que deben salir a diario a trabajar o a estudiar cruzando riesgos y a los que en nuestros albergues en San Juan de Dios y Chapalita, luchan por salir de las adicciones para imaginar el futuro.

 

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