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Salud rota: ¿Renunciar o resistir?

Cuando estalla una crisis visible, como un caso mediático que evidencia la falta de insumos o la improvisación con recursos no aptos, es común que se busque un responsable inmediato y visible y en la cadena jerárquica la dirección hospitalaria suele ser ese blanco.

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Salud rota: ¿Renunciar o resistir?

En la gestión hospitalaria pública, especialmente en contextos de alta precariedad, hay momentos en los que la voluntad y la capacidad directiva parecen no ser suficientes para garantizar la atención digna y segura que la población merece. Uno de los dilemas más difíciles que puede enfrentar un director médico es justamente ese: el haber hecho todo lo posible para gestionar los insumos necesarios, sin obtener respuesta alguna del sistema. ¿Qué hacer entonces? ¿Quién es el responsable? ¿Tiene sentido seguir en el cargo o es más ético renunciar?

Cuando un directivo cumple con todas sus obligaciones de gestión (realiza solicitudes de insumos de manera formal y reiterada, documenta cada paso, alerta a sus superiores jerárquicos, evalúa riesgos, propone alternativas y convoca a comités institucionales para tomar decisiones) se encuentra, en términos prácticos y éticos “cubierto”, es decir, ha hecho lo que el área de influencia de su cargo le permite. Si a pesar de eso no llegan los recursos, el problema ya no está en su gestión, sino en los niveles superiores que no respondieron o en la estructura misma del sistema de salud que normaliza el abandono.

La responsabilidad entonces debe desplazarse hacia quienes tienen mayor capacidad de decisión y presupuesto. Pero en la práctica, esto no ocurre con facilidad. El sistema de salud en muchos países, incluido México, tiene una fuerte inercia a ocultar o minimizar sus fallas. Cuando estalla una crisis visible, como un caso mediático que evidencia la falta de insumos o la improvisación con recursos no aptos, es común que se busque un responsable inmediato y visible y en la cadena jerárquica la dirección hospitalaria suele ser ese blanco.

Es ahí donde surge un dilema que no es solo profesional, sino ético: ¿vale la pena continuar en el cargo sabiendo que no hay respuesta ni respaldo institucional? ¿Es más responsable permanecer al frente resistiendo o renunciar para no ser cómplice de un sistema que no protege a los pacientes ni al personal de salud?

Renunciar, lejos de ser una claudicación, puede ser un acto de integridad. Si se hace con documentación clara y una expresión pública o interna que explique la situación, se convierte en una denuncia responsable. Implica decir “no puedo seguir encabezando una institución en la que se pone en riesgo la vida humana por omisión estructural, sin que se me permita actuar” y es también una forma de protegerse de futuras imputaciones injustas.

Por otro lado, seguir en el cargo también puede ser un acto de resistencia, siempre y cuando se continúe documentando, activando alianzas y en lo posible haciendo visible el problema de manera estratégica. Es la opción de quienes buscan ganar tiempo, proteger a su equipo clínico y sostener mínimamente la atención mientras se sigue presionando por soluciones.

En cualquiera de los caminos (permanecer o renunciar) lo esencial es no caer en la omisión ni en la resignación. La defensa de la integridad clínica y administrativa pasa por dejar constancia. Porque si no se documenta, no existe, es decir, si no se denuncia, se perpetúa, y si no se actúa, se es parte del problema. La dirección hospitalaria no puede cargar sola con la precariedad de un sistema, pero sí tiene la obligación de enfrentarla con dignidad, transparencia y coraje. En los tiempos que corren, estar a cargo de un hospital, clínica o centro de atención de salud, es un verdadero reto.

Vale la pena cuidar a quienes siguen soportando esa carga directiva y, como ciudadanos, es menester obligar a rendir cuentas a aquellos que son omisos, incapaces o incompetentes de proporcionar recursos para una atención sanitaria de calidad. Es tiempo.

Médico Patólogo Clínico. Especialista en Medicina de Laboratorio y Medicina Transfusional, profesor universitario y promotor de la donación voluntaria de sangre.

 

RAA

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