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El congreso en un orfanato

Es bueno, es necesario, que las y los diputados estén cerca de los dramas y el dolor humano. Por eso, tuvimos una reunión con el equipo salesiano sobre la experiencia de cientos de internados para menores en todo el mundo.

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El congreso en un orfanato

Es una de las actitudes humanas, quizá la básica, agradecer la vida y todo lo demás. Pero tengo la necesidad de agradecer a la Junta de Gobierno del Congreso local, que aceptara sesionar en Ciudad del Niño Don Bosco, -el santuario para los menores en vulnerabilidad social-. Y agradecido con la cantidad de amigos de los medios de comunicación y organismos de la sociedad civil que se han solidarizado con la necesidad de modificar la Ley de Niñas, Niños y Adolescentes, para restituir sus derechos a tener una familia y una vida digna. No podía creerlo: su llegada a esta institución en sus 65 años de vida, fue un enorme aliciente para seguir atendiendo a los menores que requieren un cobijo, cuando esta sociedad les ha expulsado de su seno.

Tengo que agradecer una a una, uno a uno, a Miriam, la presidenta del Congreso, y a Jorge, el presidente de la Junta de Gobierno y a Sergio que no soltó la idea de la visita, que haya decidido el Congreso sesionar aquí, rodeado de menores, para escuchar sus testimonios de vida, sobre la realidad de los menores “institucionalizados”. Terminada su sesión privada, les hice el recorrido por la Hacienda Santa Rosa, declarada Monumento Histórico Nacional por el INAH y por todos los espacios donde han vivido y estudiado más de 20 mil menores desde 1942. En los pasillos y aulas, están sus historias, cuando buscaban desde la infancia sobrevivir y un futuro mejor. Historias que ahora escribí en el libro “Anclados a la esperanza: peregrinos con los jóvenes”, la historia de Ciudad del Niño Don Bosco y que es un tributo a todos los menores y educadores que aquí dejaron una parte de su vida y a las personas y empresas que la sostienen.

Ésta, la hacienda mejor conservada que tiene León, ha sido paulatinamente abierta al público en general, para hacerla “hacienda mágica” como lo planea el IMPLAN municipal y mantiene en sus escuelas e internados, los anhelos de menores polacos, centroamericanos y todo el País, que tienen aquí un remanso de paz en medio de todo el tormento que les hizo quedar en el abandono. El recorrido por los internados y las aulas de clase les impactó. Lo vi y lo sentí. Es bueno, es necesario, que las y los diputados estén cerca de los dramas y el dolor humano. Por eso, tuvimos una reunión con el equipo salesiano sobre la experiencia de cientos de internados para menores en todo el mundo, que con el “sistema preventivo” de San Juan Bosco, atienden a decenas de miles de menores y de legislaciones como la de Nuevo León, que facilitan las adopciones, el acogimiento y el ingreso a orfanatos para adolescentes.

Tuvimos también una sesión de intercambio de vivencias con los chiquillos de nuestros programas, desde los del internado menor que provienen de otras partes del estado, los del internado mayor que buscan en la educación un futuro y los de “vida independiente” que al cumplir 18 años tienen que construir un proyecto de vida en el corto plazo. Los testimonios fueron muy fuertes, pues pocas veces se escucha a los adolescentes. Lamentablemente nuestro sistema de acogimiento y de adopciones en Guanajuato, no diferencia a niños de menos de 12 años y a los adolescentes (mayores de 12), pues los orfanatos, son espacios reducidos donde conviven menores y mayores, sin tener, como lo tiene Ciudad del Niño Don Bosco, escuelas, talleres, canchas deportivas, espacios abiertos.

Ellas y ellos, nos narraron sus historias de cómo fueron rescatados del abandono, tomando la tutela el Estado y cómo pasaron años encerrados en orfanatos, esperando la posibilidad de una adopción y el drama de cómo los cumpleaños no se festejan, pues pasando los 10 años, saben que nadie los adoptará. Nos hablaron de la experiencia de vivir en tutelares, de dormir en la calle, de entrar a las adicciones, del dolor de ser separados de sus hermanos, de lo que es pasar vacaciones en anexos y psiquiátricos y los riesgos que implica el convivir allí, con mayores de edad.

La charla con familias adoptivas, mostró la realidad de las heridas que llevan los menores al ser adoptados y la necesidad de facilitar los trámites de adopción, en especial para adolescentes. Exhibí el único “certificado de idoneidad” que hay en el Estado para adoptar a un adolescente, pues el trámite es tan complicado como si fuera el de un bebé y esto, junto con la realidad de que el 60% de los menores “institucionalizados” en orfanatos ya rebasó los 10 años, se convierte en una realidad dolorosa: no hay adopciones de adolescentes. Por eso, la visita del Congreso a este espacio abierto para los menores, fue otra manera de darnos aliento y de celebrar que desde 1951, la “Ciudad del Obrerito Pobre AC”, sigue abierta y luchando por restituir los derechos de los menores a tener una familia.

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