Hotel Eremito, un monasterio contemporáneo
Necesitamos alejarnos, aunque sea unos momentos de nuestras rutinas y preocupaciones diarias, para “dejar que el alma alcance al cuerpo”, como diría mi papá…
Tuve la fortuna de hospedarme en este “hotelito para el alma”… y realmente me sorprendió la necesidad que tenemos los seres humanos de volver a nuestras raíces, a nuestro silencio interior para reencontrarnos con nuestra esencia.
Es un albergue, en medio de la nada, en el que no llega la luz, ni el agua, ni el internet; junto a una reserva natural. Construido sobre unas ruinas, con la idea de hacer un Monasterio moderno, llegas por un largo camino de terracería y entras por un túnel que parece excavado en la piedra para entrar en el interior del hotel… y de ti mismo…
El dueño, Marcello Murzilli, fue también quien creó el “Hotelito desconocido” en Puerto Vallarta. Y desde que reservas te dice lo que necesitas para hacer tu equipaje: “Solo lo estrictamente necesario. Hay que procurarse una maleta ligera, donde lleve zapatos cómodos para una caminata en el campo; algo para hacer yoga o meditación; la ropa confortable y que más ames… y un buen libro; porque según un dicho del Camino de Santiago, dice que un equipaje grande y pesado es signo de la inseguridad y el miedo que se llevan dentro de sí mismo”.
Los cuartos son pequeñas celdas de monjes, donde solo cabe la cama de una persona, un escritorio mínimo hecho en piedra con su asiento, cerca de la única ventana; un lavamanos y un pequeño baño con regadera (un lujo actual porque en épocas anteriores solo había palanganas y bacinicas). No hay aire acondicionado ni ventiladores, porque con energía solar generan su propia electricidad y no es para desperdiciarla. Cada celda lleva el nombre de algún@ sant@ o ermitañ@, y en una tabla dentro de la habitación, una pequeña e inspiradora biografía.
La idea es estar en silencio el mayor tiempo posible. Solo se permite socializar un poco en algunas de las áreas comunes. La cena también se hace en silencio mientras se oyen cantos gregorianos.
A las 7:30 am y 6 pm, diariamente, tratando de fomentar la espiritualidad, al igual se escuchan cantos gregorianos, se hace oración en silencio y se termina con los laudes, pero se entremezclan con oraciones musulmanas, judías, hindús, de los indios americanos, es decir, de todas las religiones.
También se puede participar en una clase ligera de yoga o de una caminata por el campo. Las comidas son saludables y ligeras. Todo el demás tiempo es libre para leer, meditar, descansar, pensar, contemplar…
Es interesante que cuando dejas el celular te das cuenta que ¡tienes un montón de tiempo libre!. Y aunque también te sientes un poco ocios@, desesperad@ desconectado del mundo y sin conocer las “últimas noticias”, caes en la cuenta que no es tan indispensable saberlas y que no te pasa absolutamente nada, ni a ti, ni a nadie…
Algo que también pensé fue que esta necesidad del ser humano de hacer silencio, viene de mucho tiempo atrás… San Ignacio de Loyola, creador de los Jesuitas, crea los “Ejercicios Espirituales” desde 1521, y a él mismo ya los monjes lo iniciaron en ellos con los escritos de García Jiménez de Cisneros y de la “Imitación de Cristo” de Kempis (1418).
Creo que aún ahora, como entonces, tod@s necesitamos hacer un alto en el camino… puede ser aquí, puede ser en un Monasterio real, en una Casa de Retiros, o en tu propia casa… pero necesitamos alejarnos, aunque sea unos momentos de nuestras rutinas y preocupaciones diarias, para “dejar que el alma alcance al cuerpo”, como diría mi papá… para darnos el tiempo de repensar nuestros objetivos de vida, analizar si vamos realmente por el camino que deseamos, si estamos haciendo las cosas tan bien como soñamos… estar un tiempo en silencio para reencontrarnos con nosotros mismos, con la naturaleza, con el otro, con nuestro Creador… pero “face to face… cara a cara”, como dice la Sra. Vala… no con la tecnología, no a través de las redes… sí, hace bien dejar un lado el celular y volver a lo esencial…
MARI AGUADO DE CUADRA.
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