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Alaska, tocando el cielo

Los paisajes parecen estampas hasta que irrumpen águilas o cientos de cuervos y gaviotas. Alces y osos con sus crías aparecen entre los árboles que br

Escrito en Opinión el

Cuando Paul descendió del lujoso naviero Silver Shadow después de una travesía de casi 4 mil 230 kilómetros por la costa de Alaska, llamó por teléfono a un amigo y feliz le dijo: “Toqué el cielo”.
Paul exploró en 10 días la virgen y salvaje, “última frontera” o “la tierra grande”, como le llaman los alaskeños a su hermoso suelo. Estuvo frente y caminó por gigantescos glaciares,  navegó sobre inmensas masas de hielo, caminó por senderos custodiados por pinos, se topó con osos y a su paso encontró alces que cruzaban casi frente a él o águilas calvas volando a metros de su cabeza.
Vivió días de 2 horas de oscuridad y 22 horas de luz,  rodeado de témpanos o sumergido en un jacuzzi,  bebió una taza de chocolate o una copa de champagne. Y lo más extraordinario, a una temperatura envidiable, 8 ó 4 grados centígrados por la noche y 14 grados al mediodía.
Silversea, la compañía mundial de cruceros de lujo, ofrece el plan ideal para disfrutar una aventura inolvidable por este territorio que huele a pino y hace frontera con Canadá; Rusia por el estrecho de Bering y con los océanos Pacífico y Ártico. 
El Silver Shadow, uno de los 6 barcos de la emblemática naviera italiana, lleva a sus huéspedes a recorrer en 10 días, esta región del mundo casi inexplorada.
AM gozó la travesía del 20 al 30 de mayo, iniciada en el puerto de Anchorage, Alaska, territorio de Estados Unidos  con destino a la isla de Vancouver, la ciudad más bella de Canadá.
Anchorage es llamada “la ciudad más amigable”. Los alaskeños convierten sus casas en hostales y tratan a los extranjeros como familia. Es la más poblada de Alaska y su aeropuerto ocupa el tercer lugar en el mundo en transporte de mercancías.
Pasear por las amplias calles de Anchorage, iluminadas por el sol a las 12 de la noche, es el primer paso para iniciar el encuentro con un territorio compuesto por 1,800 islas, más de 50 mil glaciares, 3 mil ríos y millones de lagos.   
Primer día
El majestuoso Silver Shadow, al mando del joven capitán de origen italiano-australiano,   Alessandro Zanello, recibe a sus nuevos huéspedes.
Meseros sonrientes y entusiastas ofrecen copas de champagne y bocadillos de caviar, salmón y quesos mientras las guapas anfitrionas Blanca y Alison saludan amablemente en inglés, francés, alemán, español o coreano.
Los viajeros no se preocupan por el equipaje. Entran a sus habitaciones y encuentran las maletas y un mayordomo dispuesto a colocar la ropa en su lugar. Cada suite está decorada con narcisos y otras flores nativas. La sorpresa mayor es una botella de champagne bien fría, junto a un platón de frutas, canapés y chocolates.
En el baño, los amenities son al gusto del huésped, Bulgari o Salvador Ferragamo. Las  almohadas y camas, también las elige el viajero cuando contrata Silversea. Si tiene una dieta o requiere cuidados especiales, Silversea le resuelve todo.
El navío zarpó a las 5 de la tarde rumbo al memorable glaciar Harvard.
Avanzó por las aguas del Pacífico mientras los huéspedes del Silver Shadow disfrutaban  los servicios del barco tan blanco como los picos de los glaciares: 5 restaurantes con comidas y bebidas internacionales, el Observatorio Lounge, el casino, la alberca, los jacuzzi, el bar, la tienda, las joyerías, el gimnasio, el spa o las pistas de caminata.
Por la noche, iluminada por los rayos de sol, se anunciaba función de cine en el teatro  Athenian Lounge o música para bailar en el bar o en el Panorama Lounge.
Al siguiente día, la sorpresa fue mayúscula.

En un mar de hielo

El paisaje de la costa de Alaska inspira e invita a la reflexión. Los glaciares se suceden uno a uno como una muralla de hielo que contiene las aguas del mar.

En el Pacífico
Es el segundo día en el mar. El Silver Shadow no toca tierra pero sus huéspedes viven una experiencia inolvidable.
A las 5 de la mañana, el sol brillaba en el horizonte. Apenas habían transcurrido dos horas de oscuridad cuando el cielo volvió a iluminarse. La temperatura era de unos 4 grados y soplaba viento helado.
En el barco siempre hay qué hacer.
Una caminata por el running track o una sesión de yoga, con Jordan, para empezar el día. Luego un desayuno digno de reyes y después los seminarios sobre excursiones programadas en cada puerto, juegos de bridge, de golf, clases de idiomas, demostraciones culinarias, degustaciones de vinos, de tés o de comida internacional, leer en la biblioteca o tomar un café en el Panorama, son una delicia.
Por la tarde, el glaciar Harvard capturó la atención de todos. Témpanos, cada vez más grandes, cubrían las aguas, sin deshacerse. El Silver cuidadoso se acercó a la enorme montaña de nieve custodiada por fiordos y pinos de verde intenso, altísimos.
Pegaba el viento en el rostro, como un halo de paz. 
Primera parada
En el Puerto de Valdez, el Shadow hizo su primer parada. Fue el tercer día de travesía en una mañana espléndida. El capitán Alessandro saludó a los huéspedes y la mayoría descendió del navío, algunos a conocer la pequeña ciudad tapizada de hielo y otros, más atrevidos, salieron en excursiones acompañados por los expertos de Silversea. Podía elegirse entre un paseo por barco para acercarse a la cordillera de glaciares, o bien, navegar en kayak.
La mayoría no se resistió a caminar entre la nieve y sentir la helada brisa.
La visita a Valdez fue breve. Tiene unos 4 mil habitantes, sus calles parecen autopistas y las personas se quitan los zapatos para estar en sus casas.
Al mediodía, el Silver partió a Skagway.
Por la noche, el capitán Alessandro se presentó en un brindis de gala y los admiradores de Marilyn Monroe, champán en mano, conocieron una colección exclusiva de fotografías de la diva. Había la oportunidad de comprar fotos originales hasta en 12 mil pesos.
Rumbo a Skagway
El cuarto día el sol salió antes de las 4:30 de la madrugada, así que cinco horas después un gran número de viajeros leían, platicaban o disfrutaban el paraíso a través de los enormes ventanales de la sala Panorama, instalada en la proa.
Se sucedieron imágenes de glaciares, de los cuales se desprendían enormes rocas de hielo que caían al golfo. Eran las 10 de la mañana, el Silver navegaba, casi paró sus motores al circular a 3 kilómetros por hora mientras el viento soplaba a 11 kilómetros.
Este día, el sol se metió a las 10 de la noche mientras los viajeros escuchaban música de los Beatles con los artistas de Silversea, o bien, jugaban en el casino o bailaban. Por supuesto, después de cenar langosta, salmón, pescado blanco o cualquier corte de carne roja acompañados por excelentes vinos. Todo exquisito.
Skagway, tren a la vista
Al quinto día, los huéspedes del Silver Shadow emocionados arribaron al puerto de Skagway, cuyo mayor atractivo es el recorrido de 32 kilómetros por montañas, cañones, cascadas, túneles y lugares históricos.
El tren parte del nivel del mar y se eleva a 873 metros de altura. La cima es una maravilla. Todos los alrededores cubiertos de nieve y un lago de agua azul.
La ciudad es pequeña y llena de turistas que, después del paseo de “la montaña rusa del mundo”, comen el típico salmón asado de Alaska y, de paso, visitan las joyerías que abundan en el Centro de la ciudad.
Por cierto, Silver Shadow ofrece los servicios de un conocedor de joyas para evitar que sus huéspedes tengan una mala experiencia.
Juneau, el paraíso
La imagen del puerto de Juneau, capital de Alaska, corresponde a una ciudad de buscadores de oro. Es pequeña, de menos de 35 mil habitantes y con grandes atractivos turísticos. Uno de los más importantes es el glaciar Mendenhall, de donde se desprende una cascada de agua y hielo.
Los alrededores son jardines con hermosas flores que resisten el frío.
Entre las montañas y glaciares que cobijan a Juneau, viven muchas familias en hermosas casas que sobresalen en la vegetación y adornan el horizonte como un nacimiento navideño.
Fue el sexto día de navegación.
La elegancia de Sitka
El arribo a Sitka, antigua capital de Alaska, provocó emociones. Desde este puerto, los viajeros podían subir a helicópteros para elevarse a la cima de los glaciares y allá, como en el mejor restaurante del mundo, sentarse a disfrutar de un salmón asado con champán. Y lo extraordinario, los osos con sus crías a la vista.
Otra opción, un paseo en trineo jalado por perros sobre la nieve o una excursión marítima para participar en la pesca de salmón, o avistar a las ballenas y delfines cuando salen de las aguas al paso de los barcos.
Sitka es hermosa principalmente por sus jardines y flores multicolores. En su Centro aparece la Catedral de San Miguel Arcángel, de los cristianos ortodoxos, cuya religión ocupa el primer lugar en Alaska.
Destino: Ketchikan
En el octavo día de travesía empezó a sentirse el próximo adiós a esta aventura. Fue un día de mar, de absoluta paz.
Los huéspedes parecían felices en la biblioteca, en la cubierta, en el spa, en fin, en todos los rincones del Silver Shadow.
Este mediodía, el Silver abrió su cocina para mostrar todos sus secretos. Los chefs de prestigio mundial se presentaron ante los viajeros y ofrecieron platillos tradicionales de varios países. Tan sólo en la mesa de postres había unas 40 opciones, sin contar las nieves de varios sabores.
El penúltimo día
Silversea llegó a Ketchikan el noveno día de la travesía. Ya se sentía la despedida en esta singular ciudad, cuyo puerto se sitúa en pleno Centro de la ciudad, frente a innumerables joyerías y negocios de venta de abrigos y otras prendas confeccionadas con pieles de animales exóticos.
Con un poco de imaginación, uno podría sentirse en un rincón de Venecia.
En este puerto, Silversea ofreció una serie de excursiones en helicóptero, aeroplano, canoa o kayak. O bien, recorridos por senderos de montañas casi inexploradas.
En Vancouver
De no ser por la belleza de Vancouver, Canadá, los huéspedes se resistirían a descender del Silver Shadow y a dejar atrás los 10 días de tranquilidad y paz que vivieron en la costa de Alaska. 
Igual que al inicio, la familia Silversea facilitó el descenso de sus viajeros y su ingreso a otro País. Despidió a cada uno de ellos a las puertas del barco.
La travesía concluyó felizmente. Los 10 días por la costa de Alaska tienen que repetirse, comentaban algunos, entre ellos Paul.

Escrito en Opinión el
Periodista con medio siglo de trayectoria profesional en medios de comunicación. Es un pilar del periódico AM desde su fundación en 1978, en donde inició como reportera, jefa de información y desde hace varios años es la Directora Editorial. Reconocida por su liderazgo y ejemplo para varias generaciones de periodistas.

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