Abelardo Vega, leyenda del beisbol mexicano: “Mi carrera es una bendición de Dios”
Abelardo Vega es una leyenda del beisbol mexicano. Aunque sus tiempos dentro del diamante han dicho adiós para siempre, su legado aún persiste como instructor de jóvenes peloteros.
Los tiempos defendiendo el cuadro al más alto nivel han dicho adiós para siempre. En el rostro, su figura da un aliento de paz, pero también de melancolía y nostalgia por los tiempos que ya se fueron y no regresarán jamás. Y él, mejor que nadie, lo sabe.
Sin embargo, en la recaída constante de la nostalgia, siempre está el presente que pugna por rehabilitarse.
Hoy, Don Abelardo Vega, escarlata empedernido, pelotero legendario y humano agradecido, ve el beisbol de una manera muy diferente.
Lejos están ya aquellas épocas en las que brilló como jugador en los campeonatos de 1968, 1973, 1974 y 1976 de los Diablos Rojos del México, pero aún el beisbol es capaz de ponerle la piel chinita.
“Es un orgullo para mí haber estado tanto tiempo en el beisbol y conocer a tanta gente, muchos jugadores que pasaron por pueda decir ‘mis manos’ y siempre tuve una responsabilidad muy fuerte ayudándolos a trascender”.
Empático y generoso por naturaleza, la leyenda de Abelardo está inmortalizada en una de las franquicias más exigentes del beisbol mexicano. Y es que en el aniversario número 65 del México, su número 7 fue retirado para siempre.
La razón es muy sencilla: de los 17 campeonatos que tiene la franquicia de la capital, Abelardo hizo acto de presencia en 11, con siete más (1985, 1987, 1988, 1994, 1999, 2002 y 2003) como coach e instructor de bateo.
“Uno extraña estar dentro del terreno de juego, pero se da cuenta que su tiempo ya pasó y es muy gratificante ver todo lo que hizo cuando se tuvo la oportunidad”, expresó.
“Salir de allí (Diablos Rojos) y ver que todavía me recuerdan, es un orgullo y una satisfacción inexplicable y muy bonita. Me siento muy feliz y agradecido con todas las personas que me ayudaron a llegar a donde llegué”.

Quizás la única certeza que siempre tuvo clara en su carrera y en su vida fue la de ser eternamente escarlata.
Y es que la carrera del ‘Cachorro’ bien puede ser sinonimia de sorpresa, emoción y un tanto de incertidumbre.
Oriundo de Charay, Sinaloa, inició su carrera en el beisbol con un confiable brazo derecho que lo convirtió en un lanzador de primera línea que ganó 20 juegos y llegó recetar 183 ponches con San Luis Potosí en la Liga Central.
Aunque se dice que logró recuperar velocidad, optó por experimentar la tercera base como su posición predilecta en el beisbol.
Al día de hoy, fue la mejor decisión que pudo haber tomado, pues fue considerado el mejor tercera base de la década de los 70 con un “elegante fildeo, potente brazo, gran alcance y habilidad para atacar los toques de bola”, tal como lo describen los mismos Diablos Rojos del México.
Bien dicen que lo que bien se aprende, nunca se olvida y 41 años después, la sapiencia que Abelardo absorbió en 1,267 juegos y 4,114 turnos al bat con 1,191 hits; 578 carreras anotadas; 592 remolcadas y 61 triples con el México, la comparte con los más jóvenes.
Y es que desde el 2018, forma parte de la Academia Resmas de Salamanca, donde entrena a un aproximado de 20 peloteros que rondan entre los nueve y 18 años de edad, esto de acuerdo a su testimonio y un reportaje escrito por El Sol de Salamanca.
“Ya estando acá me invitaron a entrenar niños y estoy en Salamanca entrenando martes y jueves dos días a la semana. Me siento muy tranquilo y es un descanso porque es un oxígeno para mí estar dentro de un terreno de juego”.
18 temporadas, tres equipos y 10 campeonatos no son suficientes para la leyenda escarlata que toma el aprendizaje como algo cotidiano y continuo.
“Yo sigo aprendiendo del beisbol porque uno no deja de aprender en este deporte. Estoy aprendiendo con los niños, qué es lo que necesitan para salir adelante y a partir de eso, imparto lo mejor que se pueda para que ellos no enfrenten tantas dificultades”.
Por último, con una sonrisa de oreja a oreja que es perceptible a kilómetros de distancia, Abelardo Vega hace gala de su agradecimiento y sentado en el concreto que conforma las gradas del emblemático Parque Aguilar y Maya, sentencia:
“Mi carrera es una bendición de Dios. Yo vengo de una familia humilde y haber llegado a la Ciudad de México como jugador y estar tanto tiempo en una organización tan grande como la de los Diablos Rojos, de verdad que sí es una bendición de Dios y de toda la gente que me ayudó para llegar allí”.