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No solo en Culiacán, en otras ciudades el gobierno cede el control a cárteles

Miembros de un grupo delictivo obligaron al gobierno a liberar a Ovidio Guzmán López, pero en muchas partes de México el gobierno cedió a la batalla contra los cárteles desde hace mucho tiempo.

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No solo en Culiacán, en otras ciudades el gobierno cede el control a cárteles

Michoacán.- Culiacán estuvo bajo la violencia de un cártel durante 12 horas cuando los miembros de un grupo delictivo obligaron al gobierno a liberar a Ovidio Guzmán López, hijo de "El Chapo" Guzmán. Sin embargo, en muchas partes de México el gobierno cedió a la batalla contra los cárteles desde hace mucho tiempo.

El enorme intercambio de fuego en la capital de Sinaloa fue impactante por la franca capitulación del gobierno y la audacia de los hombres armados que circulaban por las calles en camionetas blindadas con ametralladoras.

Pero en un estado tras otro, el gobierno mexicano desde hace mucho cedió a los cárteles el control efectivo de pueblos, ciudades y regiones enteras.

Ellos son la ley aquí. Si tienes un problema, vas con ellos y te lo arreglan rápido", dijo una joven madre en el pueblo de El Aguaje, en el occidente del estado de Michoacán. 

El Aguaje está tan controlado por el Cártel Jalisco Nueva Generación que la esposa de un trabajador de un huerto de limones, que no dio su nombre por temor a represalias, no puede pedir ayuda a la policía: temen demasiado entrar al pueblo.

Cuando un convoy de la policía estatal de Michoacán hizo una rara aparición en El Aguaje el lunes pasado, fueron emboscados y asesinados por hombres del Cártel Jalisco. Trece policías estatales murieron baleados o incendiados en sus vehículos.

Trece agentes de seguridad perdieron la vida en la emboscada en Aguililla.

Cuando la policía regresó para recuperar las patrullas incendiadas al día siguiente, estaban tan apurados por completar la tarea que dejaron tirado en el piso el cráneo perforado de balas, quemado y aplastado de uno de sus colegas.

Mientras tanto, en el pueblo vecino de El Terrero, el cártel rival Nueva Familia Michoacana y su brazo armado, Los Viagras _ que controlan ese lado del río _ han dejado sus iniciales en casas y postes de luz, y la semana pasada incendiaron varias camionetas y autobuses para bloquear el puente y evitar una incursión del Cártel Jalisco.

En algunos casos, el gobierno incluso ha defendido los límites de los cárteles, al parecer como parte de su estrategia para evitar a toda costa el derramamiento de sangre.

Por ejemplo, en el pueblo michoacano de Tepalcatepec, la policía se forma todos los días para vigilar un punto de revisión en una carretera que lleva al estado de Jalisco para evitar una incursión armada del Cártel Jalisco. El problema es que la fuerza del gobierno se coordina con un grupo vigilante aliado con el cártel. Los vigilantes son posicionados cerca de una colina desde donde pueden observar la carretera, armados con rifles calibre .50.

En Guerrero, soldados y la policía estatal vigilan puestos de control entre grupos de vigilantes rivales, muchos de los cuales están aliados con los cárteles. Los soldados permiten que deambulen libremente los vigilantes armados con fusiles de asalto, pero no que invadan el territorio contrario.

En el enfrentamiento en Cualiacán, sicarios salieron altamente armados a las calles.

Y en el estado norteño de Tamaulipas, cuando Estados Unidos comenzó a regresar a personas en busca de asilo a que esperaran sus audiencias en México, el gobierno sabía que no podía proteger a los migrantes del cártel Zetas en la ciudad fronteriza de Nuevo Laredo, así que simplemente los subió a un autobús para sacarlos de la ciudad. También conocido como el Cártel del Noroeste, los otrora Zetas controlan Nuevo Laredo a tal grado que recientemente ordenaron a las gasolineras locales que se negaran a vender gasolina a vehículos militares.

En muchas regiones, los cárteles enriquecidos por las ganancias de las drogas han tenido un extenso control por lo menos la última década, comprando o amedrentando a la policía y almacenando grandes arsenales, junto con redes de informantes, para proteger las rutas de las drogas del gobierno o rivales.

El control del cártel en Tamaulipas era tan firme para el 2011 que los Zetas pudieron secuestrar a casi 200 personas de autobuses que pasaban por el lugar y matarlos incluso cuando el equipaje sin reclamar de los pasajeros seguía acumulándose en las estaciones de autobuses locales. Durante meses, nadie denunció los crímenes.

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