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Basura espacial: Un desafío del siglo XXI

La humanidad siempre ha tenido una especial fascinación por el cielo nocturno y desde finales de los años 50"s no ha parado de enviar misiones para colocar objetos en órbita y explorar el espacio.

Escrito en Estilos el

CDMX.- ¿Recuerdas la película de Pixar: WALL"E? La historia de un pequeño robot que es abandonado por la especie humana en el planeta Tierra del futuro, luego de un colapso ambiental. En esta película no solo podemos apreciar que el ser humano volvió inhabitable la superficie del planeta sino, también su espacio circundante exterior, dejándolo lleno de satélites artificiales y escombros, evidenciando lo que sería una de las preocupaciones que más se han incrementado en los últimos años de la exploración espacial: Los deshechos espaciales.

La humanidad siempre ha tenido una especial fascinación por el cielo nocturno y desde finales de los años 50"s no ha parado de enviar misiones para colocar objetos en órbita y explorar el espacio. Hemos enviado satélites militares, meteorológicos, de comunicaciones, que amplifican señales de radio y televisión, los que dan información a los GPS, los que usan los científicos para hacer experimentos, algunos más con telescopios y detectores de todo tipo. Se cumplen ya seis décadas de enviar toneladas de instrumentación en cohetes a la órbita terrestre.

No existe tal cosa como un año en que se descubrió la basura espacial, desde el lanzamiento del Sputnik en 1957 ya se sabía que se generarían residuos, pero no se consideraba un tema preocupante en el momento, actualmente ha ganado relevancia con los años debido a que cada vez más cantidad de artefactos artificiales están orbitando la Tierra.

Los residuos sólidos generados por los astronautas se eliminan por "incineración cósmica", es decir que los recipientes de comida usados se trituran y se guardan en un carguero vacío. Esos cargueros se lanzan llenos de residuos de menor tamaño de regreso hacia la Tierra y se desintegran por el rozamiento con la atmósfera, aunque el problema son los residuos de mayor tamaño.

Por ejemplo, en noviembre de 2015 aparecieron dos partes de un cohete en Murcia y, días después, un objeto de unos dos metros llamado WT1190F, y que los telescopios habían seguido durante semanas, cayó en el océano Índico. Ambos sucesos se unieron a una historia de caídas de basura espacial entre las que están la reentrada de los restos de la MIR soviética (130 toneladas) y la estación espacial estadounidense Skylab (de 70 toneladas), así como múltiples satélites y restos espaciales.

En 2007, cuando el gobierno chino hizo una prueba de combate y lanzó un misil contra el satélite meteorológico Fengyun-1C, produjo decenas de miles de diminutas esquirlas que terminaron a la deriva dentro de la órbita de la Tierra.

Aunque si hablamos de peligro dentro de nuestra atmósfera podemos hablar de los satélites enviados durante la década de 1970 y 1980 que funcionaban con energía nuclear. Ejemplo de ello es el satélite ruso Kosmos 954, lanzado por la URSS en 1977. Un fallo en el sistema provocó que el satélite reentrara al año siguiente en la atmósfera terrestre y, al caer, se esparcieran los residuos nucleares en una zona del norte de Canadá. La operación que buscaba recuperar el material radiactivo y limpiar un área contaminada de 124.000 km2 se conoció como Operación Luz de la Mañana (Operation Morning Light). Se recuperaron 12 fragmentos del satélite, la mayoría de los cuales presentaba radiactividad. Canadá pidió a la URSS más de 6.000 millones de dólares canadienses, correspondientes a los gastos de recuperación de los restos del satélite, descontaminación de sus territorios y eventuales daños, de los cuales la URSS solo proporcionó una mínima parte (tres millones de dólares canadienses).

Pero el Kosmos 954 no era el único satélite en fallar que funcionaba con energía nuclear. También lo hicieron los satélites rusos Kosmos 1402, el Kosmos 1900 y, por Estados Unidos, el SNAP-10 A. Se estima que aún quedan cerca 40 de estos satélites "radiactivos" orbitando alrededor de la Tierra, cuya reentrada en la atmósfera y eventual caída sobre la superficie terrestre representan un peligro real debido a los problemas que este tipo de radiación podría provocar en la flora y la fauna.

La misión Remove DEBRIS

Los gobiernos de todo el mundo tienen importantes intereses militares, civiles y de inteligencia en el espacio. Para protegerlos, varias agencias y organismos públicos catalogan y siguen los fragmentos de basura espacial más importantes (mayores a 10 cm). Gracias a esto, los satélites activos y la Estación Espacial Internacional pueden hacer maniobras para evitar la colisión con estos proyectiles, eso sí, con un coste de energía y dinero que resulta prohibitivo.

Sin embargo, se considera que la cantidad de residuos ya ha alcanzado un valor crítico que llevará con el tiempo a una cascada de colisiones, y que irá en aumento en los próximos años.

Para agosto del 2015 había unos 18.000 objetos en órbita de mayor tamaño que una pelota de béisbol; 300.000 más grandes que una moneda, y millones de tamaño incluso menor según reportes de la NASA. Para junio de 2019 la cifra de objetos de gran tamaño aumentó a 19,500.

Para evitar este aumento, la NASA y otros organismos han creado protocolos para reducir al mínimo la generación de nuevos residuos. Según los modelos predictivos, la situación podría estabilizarse dentro de 200 años si cada cinco años, y durante todo un siglo, se retiraran de la órbita cinco naves.

Para ello, se están desarrollando cazadores de basura, como es el caso del proyecto Remove Debris, provistos de brazos, redes y arpones, aunque ninguno de ellos está operativo o es capaz de capturar objetos de menos de diez centímetros que suponen una mayor amenaza pues no se pueden rastrear.

Así como nuestro interés en el espacio no ha hecho más que aumentar en los últimos años, enviando satélites que llegan a los límites del sistema solar (Voyager I) o creando proyectos que pretenden establecer colonias en Marte (Proyecto de SpaceX), también se ha incrementado la investigación para minimizar nuestra huella ambiental y en un futuro llegar a una exploración espacial verdaderamente sustentable.

Erick Ulises Flores López, Técnico en Divulgación del Museo de Ciencias del Centro de Investigaciones en Óptica, A.C. (CIO). Actualmente es estudiante de la Licenciatura en Ingenieria Quimico Sustentable de la Universidad de Guanajuato y Aficionado a la Astronomía.

Fuentes de consulta:

https://www.abc.es/ciencia/abci-millones-fragmentos-chatarra-espacial-amenazan-nuestras-cabezas-201511211935_noticia.html

https://hablandoenvidrio.com/reciclar-agua-astronautas-espacio/ 

https://www.redalyc.org/jatsRepo/832/83257398004/html/index.html

https://www.publico.es/ciencias/nasa-basura-espacial-supera-19500-fragmentos-orbita.html

https://www.airbus.com/space/space-infrastructures/removedebris.html

https://spaceflight.com/sso-a/

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