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Asesina a sangre fría y se va a otro antro

El joven Juan Omar Ramírez asesinó a un guardia de seguridad y huyó con tres personas el pasado 28 de mayo.

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Asesina a sangre fría y se va a otro antro

En cuatro minutos, seis guardias de seguridad del “Mosquito”, sin armas ni uso de violencia, sacaron a los tres jóvenes que salpicaban de champagne a otros clientes y mojaban los controles de luz.

Para el personal de seguridad es común pedir a los clientes “molestos” que se vayan.

El bar tiene capacidad para unas 800 personas y la madrugada del domingo 28 de mayo no había lugares vacíos.

Esa noche, tres jóvenes, entre ellos Juan Omar Ramírez Villegas, ocuparon una de las mesas ubicadas junto a la consola de sonido y controles de luces. Frente a ellos, la pista de baile.

Los cómplices de Juan Omar no han sido identificados plenamente, a uno se le conoce como “Fernando” o “Tejada” y el tercero parece un escolta del presunto asesino.

En otra mesa cercana a ellos, se divertía un grupo de empresarios de San Francisco del Rincón.

Apenas podían escucharse las voces mezcladas con la música y había poca visibilidad por el cambio continuo de luces, pero mujeres y hombres advirtieron la llegada de dos jóvenes “espectaculares”. Una persona describió el momento: “era imposible que pasaran desapercibidas, todos las vieron”.

Juan Omar quiso llamar la atención de las recién llegadas y pidió 4 botellas de champagne. Se paró a descorcharlas a la vista de todos y la espuma salpicaba a los empresarios de San Pancho y los equipos de luces.

Los vecinos reclamaron a Juan Omar quien hacía alarde de su poder. Al presunto asesino se le conoce porque presume que el empresario Elías Villegas es su abuelo, “Él me puso un chofer”, fanfarronea para llamar la atención, dijo una fuente cercana a las investigaciones.

La verdad es que Elías Villegas es su tío-abuelo.

Tras el reclamo de los vecinos, un guardia pidió al presunto asesino que se comportara, que no molestara y le advirtió que podía dañar los equipos.

Los expulsan del bar

Parecía que Juan Omar y sus amigos habían entendido, pero pidió dos botellas más de champagne y después de enviar una a la mesa de al lado, repitió la escena, salpicó los controles y a otros clientes.

Entonces acudió el Jefe de Seguridad del lugar y pidió que salieran Juan Omar y sus dos amigos. Aquí empezaron las amenazas y los insultos, “no sabes quién soy, te voy a ch…, los Villegas nunca agachamos la cabeza…”. En tanto, el escolta se acercó al agente y le ofreció “lo que quieras, pero déjanos”.

Llegaron otros cinco agentes y rodearon a los tres, según el protocolo de seguridad, y así los orillaron a salir por la puerta de emergencia ubicada a 16 metros de la mesa. Eran las 2:08 de la madrugada.

Cada “cliente” fue acompañado a la puerta de salida de un pequeño estacionamiento que separa el bar del bulevar Campestre.

Los agentes pidieron al valet que trajera el vehículo a Juan Omar y apenas regresaban al bar, cuando a sus espaldas empezaron a escuchar disparos, voltearon y vieron al homicida disparando contra ellos y escucharon sus gritos: “los voy a matar”. El asesino corrió hacia ellos para alcanzarlos al mismo tiempo que disparaba, los guardias se separaron para protegerse entre los coches cuando vieron a su compañero Christian en el piso.

El asesinato

Hay declaraciones que describen a Christian herido y alzando los brazos para quitarle la pistola a su asesino, pero, según sus declaraciones, vieron a Juan Omar que le disparó a la cabeza, casi a quemarropa.

El homicida pudo matar a más guardias porque en el estacionamiento del bar se encontraron unos veinte casquillos.

Los cinco empleados de seguridad que presenciaron el asesinato, declararon ante el Ministerio Público que el asesino “parecía… como satisfecho cuando lo vio caer y gritó a sus cómplices, vámonos, vámonos y corrió a la calle”.

En la puerta del antro ubicado sobre bulevar Campestre, a 250 metros de la esquina con López Mateos, lo esperaban sus amigos de parranda, “Fernando” o “Tejada” y un tercer acompañante con aspecto de escolta.

Hasta el momento no se sabe de dónde salieron las dos pistolas con las que disparó Juan Omar o bien, si se sumó uno de sus acompañantes o “llegaron otros”. Los peritos encontraron casquillos de dos armas cortas.

Eran las 2:12 de la mañana, apenas cuatro minutos después del incidente del bar, cuando Christian agonizaba, nadie respondía el teléfono de emergencias y la Cruz Roja no decidía si trasladaba al herido o no.

Un paramédico contratado de planta en el Mosquito dio los primeros auxilios a Christian y movilizó su traslado al Hospital. Sin embargo, el joven guardia falleció segundos antes de que lo atendieran en Urgencias.

Mientras tanto, a la vista de todos, una camioneta oscura que algunos guardias y el valet parking no precisan si era BMW o Audi, apareció a toda velocidad y recogió a Juan Omar y sus cómplices.

Enseguida pasó a gran velocidad una Titán blanca y un ocupante disparó al aire.

El presunto asesino olvidó en el bar un pequeño portafolios y una libreta con anotaciones de préstamos a varias personas, intereses pagados y adeudos. Esto hace suponer que el acusado es prestamista.

El nombre de su mamá también aparece en la lista de acreedores.

La búsqueda inútil

En el portafolios estaban las llaves y el boleto que le entregó el valet parking para pedir la camioneta Lobo negra en la que llegaron los acusados.

Nadie sabe qué ocurrió con la Lobo porque al día siguiente desapareció del estacionamiento.

Una patrulla de la Policía Municipal se cruzó con la camioneta en la que escapaba el asesino a unos metros del bar. Enseguida llegaron al lugar de los hechos y tuvieron en sus manos la fotografía del criminal y uno de sus acompañantes.

Un guardia subió a la patrulla y pidió que lo ayudaran a detenerlos, “acaban de irse”, gritaba, “vamos”.

La búsqueda fue inútil. Los perdieron de vista.

Agentes ministeriales llegaron 40 minutos después y también tuvieron fotografías del criminal en sus manos. Recibieron el reporte que los presuntos estaban en otro bar situado a unos dos kilómetros y medio de distancia, sin embargo, “no pudieron hacer nada porque había pasado demasiado tiempo y según la ley, solo pueden detenerlos en flagrancia o inmediatamente después de cometido el asesinato”, explicó una fuente de primer nivel de la Procuraduría.

En tanto, el secretario de Seguridad de León, Luis Enrique Saldaña, ayer dijo que nunca vio o supo que había fotos del asesino.

Pero el alcalde Héctor López Santillana informó que el mismo domingo 28 de mayo, le mostraron la fotografía del presunto asesino, precisamente ésta, admitió al verla publicada.

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