Buscar

Hay mucho en juego

El propósito de la "transformación" de López Obrador nunca fue combatir pobreza o desigualdad, el engaño inició con su propósito. Él busca acumular poder. AMLO usa la etiqueta "de izquierda" como anzuelo, aunque él es conservador y religioso, pero sí es estatista.

Escrito en Opinión el
Hay mucho en juego

El propósito de la "transformación" de López Obrador nunca fue combatir pobreza o desigualdad, el engaño inició con su propósito. Él busca acumular poder. AMLO usa la etiqueta "de izquierda" como anzuelo, aunque él es conservador y religioso, pero sí es estatista. Añora el Estado todopoderoso de los setenta: sin contrapesos, sin una incómoda división de poderes, sin la latosa sociedad civil y sin medios de información que molesten. Ha dicho públicamente que el gobierno puede hacer mejor todo lo que hace la iniciativa privada. Lo cree. Quiere que Pemex y CFE recuperen el monopolio estatal, sin frívolas consideraciones de rentabilidad; debe ser así "por principio".

AMLO sabe que las reformas a la Ley de la Industria Eléctrica y de la de Hidrocarburos son inconstitucionales y, por ende, que no puede ganar en las cortes (ni siquiera extorsionando a jueces y magistrados). Pero al introducirlas fuerza a que se arrodillen quienes recibieron concesiones para que acepten volverse sólo contratistas y forzarlos a devolverles "sus clientes" a las paraestatales.

Al promover ese modelo no teme que quienes lo rodean y negocian con los afectados lo hagan sin transparencia. Como ocurrió en los peores años del PRI, familiares y burócratas cercanos a él tienen poder exorbitante que monetizarán en forma escandalosa. Serán ellos quienes extraigan rentas. Viene corrupción obscena. En lo fiscal está dispuesto a extorsionar a los empresarios (porque son "malos y abusivos") que antes hubieran impugnado y litigado, pero que ahora enfrentan la amenaza de defenderse desde prisión. Para AMLO eso se vale porque es un atajo indispensable para devolverle al Estado el poder que merece, pero no ve que se dispara en el pie matando a la inversión privada.

Con la oposición, lo mismo; hace uso faccioso de la justicia para debilitar a quienes proponen otro modelo, que por definición será "corrupto y neoliberal" e "igual a lo que había antes". No importa si quien se le opone tiene o no cola que pisarle. Si no la tiene, se vale inventársela. El fin justifica los medios. Y, por cierto, ahora las Fuerzas Armadas serán un poderoso aliado, pues tienen mucho en juego y les interesa que la "transformación" perdure. Como dijo The Economist, México debería aprender de lo que pasó en Egipto y Pakistán cuando les dieron a sus Fuerzas Armadas presupuestos descomunales sin rendición de cuentas.

La división de poderes y los contrapesos importan para acotar el poder del Presidente. La pregunta más importante es qué pasa si después de AMLO llega un Bolsonaro, o alguien que sí sea de izquierda y que aproveche la plataforma autoritaria, opaca, sin contrapesos y estatista que se construyó el tabasqueño. Es ahí donde se equivocan quienes ven a AMLO como un dolor de cabeza que termina en 2024, porque "quien venga después será mejor".

Detrás de este gobierno hay una amplia base de izquierda, que va desde lo moderado hasta lo radical, con la que los dirigentes de Morena saben que tienen que bregar. Cuando Mario Delgado acampa con Salgado Macedonio, o se pronuncia contra el INE o la reforma educativa, lo hace para evitar ser rebasado por esa base más radical, para mantenerle abierta esa puerta a Marcelo Ebrard, su jefe (más "neoliberal").

Gente como Luisa María Alcalde, Irma Eréndira Sandoval, Paco Ignacio Taibo II, los hermanos Concheiro, y una larga lista más, han ganado espacios con paciencia. Para ellos AMLO es el "tonto útil" que, sin converger ideológicamente, les abrió la puerta.

Si después de AMLO viene Claudia Sheinbaum, de ideología mucho más cercana a ellos, veremos una izquierdización real de México, que acelerará la aniquilación de quien se les ponga enfrente. Eso está hoy en juego. El riesgo es que se acelere la caída libre de México, que nuestra brecha con el resto del mundo se vuelva irrecuperable y nos sigamos empobreciendo conforme la inversión nos descarte y se arraiguen estructuras arcaicas, que la democracia quede en los libros de historia y veamos la crónica de una venezuelización anunciada.

Espero les haya quedado claro a quienes decían que no podíamos estar peor que siempre es posible.

@jorgesuarezv

Escrito en Opinión el

Opinión en tu buzón

Deja tu correo y recibe gratis las columnas editoriales de AM, de lunes a domingo

Opini�n