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Echar al mal gobierno

Entre un gobierno que lo hace mal y un pueblo que lo consiente, hay una complicidad vergonzosa.

Víctor Hugo

Escrito en Opinión el

Desde el cambio de gobierno federal en 2018, han menudeado los reclamos y críticas, a las trompicadas y desinformadas decisiones que han venido dándose a través de ya cuatro años de administración "transformadora". 

La verdad es que muy pocos plantean cómo salir de esta realidad dañina y tóxica. Pensamos que es tiempo de empezar a plantear soluciones.

Lo primero es pensar que la crisis que padecemos no solo es producto de la última elección federal, sino que viene gestándose desde hace años. Especialmente con el gobierno de Enrique Peña Nieto, el cual dio muchos pasos rumbo al precipicio. Y fue la mala maña de negociar todo entre políticos sin pizca de ética, lo que nos condujo a una elección sin alternativas. La que resultaba menos peor, según treinta millones de mexicanos, resultó una pesadilla.

Pero el origen de todo está en nuestra clase política, torpe y depravada. Si no planteamos su substitución, México continuará hundiéndose. Por ello, hacia el 2024 hay que borrar de cualquier postulación a los impresentables de siempre. Por esos no hay que votar. Porque el riesgo de retornar al pasado, como solución del presente, siempre está ahí. Y aunque no lo crean puede salir peor el remedio que la enfermedad. Imaginen las malas condiciones en que quedará el país, para volver a dejarlo en manos de deshonestos y abusivos.

Los corruptos son oligarcas, no demócratas. Ha quedado claro en el caso de Rusia. Y la única solución pasa por promover la democracia como ruta de escape. No ha descubierto la humanidad otra alternativa. A las desviaciones autoritarias, se les encara replanteando el fortalecimiento de las libertades, comenzando por la de prensa, y todas aquellas que cimientan y fomentan la participación de la ciudadanía organizada, aceptando propuestas y escuchando con atención las críticas que se expresen. 

La combinación de soberbia, llevada hasta el extremo de un narcisismo patológico, desde el poder, desfigura los gobiernos locales, estatales y federal. No hay diferencias, porque detrás de ellos no hay compromisos democráticos. Jugamos al gobierno dictatorial en todos los ámbitos, aunque con diferentes matices y colores. 

Pongamos atención, la apuesta democrática pasa por la densidad de las organizaciones ciudadanas, que en estos momentos son las sustitutas de los casi inexistentes partidos políticos, poblados por incondicionales de su partidocracia, corruptos y torpes que no le sirven a la sociedad. Para mejorar se requiere una cohesión de organizaciones profusa, en contraste con las comunidades sujetas a redes de corrupción que las gobiernan. El empuje ciudadano es lo que mantendrá a flote la posibilidad de construir mejores gobiernos, en manos de buenas personas.

Para el 2024 es necesario arribar con un conglomerado importante de fuerzas cívicas, que pueda darle contenido a aquellos partidos que estén dispuestos a abrir sus candidaturas a nuevos personajes, distintos a la escoria que ahora campea en la política. Sin esta necesaria renovación de cuadros, el estado fallido será el futuro. Seguiremos produciendo políticos locos, entercados en hacer su santa voluntad.

Las redes sociales deben de ser un paso intermedio para la nueva organización política promotora de la democracia. Convertir simples chats en organizaciones activas, solo está a un paso: pactar un lugar al que puedan acudir los participantes, comenzando a verse a la cara y conformar agendas y programas específicos. Hay que desdigitalizar la acción para convertirla en diálogo directo entre ciudadanos libres. Ahí va a estar la fuerza.

Un ejemplo, en la ciudad de Guanajuato no existen desde hace tiempo los partidos políticos. Las organizaciones poco a poco han ido cobrando relevancia, especialmente ante la amenaza de un torpe desgobierno plagado de corrupción. La densidad de organizaciones, de observación, medioambientalistas y de activismo cívico ha aumentado y consolidado su militancia. Esto frente a las oxidadas formaciones empresariales y de profesionistas, aliadas a intereses facinerosos, cómplices de las peores causas políticas. 

Las oligarquías criminales tendrán que confrontarse contra una ciudadanía en insurgencia en 2024, más allá de denominaciones electorales. Esto habría que multiplicarlo a niveles estatales y federal. A cada abuso hay que interponerle la resistencia de personas comprometidas a mejorar su sociedad. Solo así saldremos del hoyo.

Quien ose pensar que la salida hacia una estructura social comprometida con el bien común se logrará sin tu participación, se equivoca. Debemos asumir no solo nuestros derechos, sino también nuestras responsabilidades cívicas. Hay que acrisolarnos en organizaciones ciudadanas, como poco a poco vamos haciéndolo en Guanajuato capital. 

Sépanlo, por acá se han incendiado Alhóndigas, cuando es necesario. En 2024 vamos a echar fuera al mal gobierno.

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