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Educación en tiempos violentos

Sucesos lamentables de violencia han conducido (teniendo el mismo efecto de la catástrofe sanitaria) al cierre de centros educativos por el temor a ser blancos o verse afectados de manera colateral por este tipo de eventos.

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Educación en tiempos violentos

La gran calamidad sanitaria que se cernió en estos últimos años afectó de manera sustancial a la educación, con el consiguiente cierre de escuelas en todos sus niveles, en donde hubo la necesidad de utilizar la vía remota para continuar con las actividades de enseñanza (aunque es cierto que no en todos los casos fue posible). Esto limitó la interacción personal entre el profesor y el alumno y las relaciones que ocurren entre los individuos de un centro educativo.

A últimas fechas se asoma un atisbo de nueva oportunidad, con la vuelta a clases presenciales que seguramente mejorará la experiencia educativa y se podrá recuperar parte de esa pérdida de aprendizaje integral. Sin embargo, sucesos lamentables de violencia han conducido (teniendo el mismo efecto de la catástrofe sanitaria) al cierre de centros educativos por el temor a ser blancos o verse afectados de manera colateral por este tipo de eventos. La ilusión de volver de manera segura, confiada e incluso alegre a los centros de enseñanza, se ve mermada por una amenaza latente que es generada por actos violentos.

Es una realidad que los conflictos armados en todas sus vertientes son grandes desafíos que enfrentan la comunidad internacional y nuestro país y nuestra región no es la excepción. Además del sufrimiento humano que causan de manera inmediata, son generadores de inequidad y pobreza y entre las múltiples afectaciones es innegable que generan daño a los sistemas educativos en todos sus niveles. Las consecuencias entonces económicas, políticas y sociales de las pugnas armadas son inmensas: desplazan poblaciones, destruyen capital e infraestructura, dañan el tejido social, ponen en peligro libertades civiles básicas y tienen consecuencias respecto a los ámbitos de salud y alimentación.

Además de lo anterior, los padecimientos que se observan en una sociedad sumergida en un conflicto armado o violencia crónica, se reflejan en el detrimento a corto, mediano y largo plazo del capital humano en formación en el ámbito académico y posteriormente en el mercado laboral y de la misma manera es notoria la destrucción de infraestructura, la ausencia y alejamiento de los profesores (con la consiguiente reducción en las capacidades asistenciales y educativas de los centros de enseñanza) y el abandono de los alumnos de sus diferentes espacios de formación académica.

Es importante dejarlo claro: no estamos hablando solamente de interrupciones temporales a los ciclos de enseñanza por ataques intermitentes o brotes violentos, sino al daño crónico y sistemático que están sufriendo multitud de regiones del país por conflictos bélicos, que están condicionando de manera real y tangible el futuro de generaciones enteras de niños, adolescentes y jóvenes. Sin acceso a educación, camadas enteras de estos individuos que viven en climas de violencia, crecerán sin las habilidades y destrezas que confiere la educación formal y que son necesarias para el crecimiento y desarrollo de sus regiones y nación, exacerbando la ya de por sí desesperada y sombría realidad adversa que viven muchos de ellos.

Es de provocar tristeza y coraje los impedimentos que se presentan por culpa de los conflictos armados, que manifiestan ya sus efectos en el comportamiento de los estudiantes, llevándolos a situaciones de trauma, problemas pedagógicos, manifestación de victimización, miedo y sometimiento. La candidez e inocencia que es tierra fértil para sembrar conocimiento y cosechar ideas, raciocinio y transformación de la realidad, se transforma en temor, recelo y shock, que impide a los estudiantes establecer su esquema de pensamiento libre y con claridad.

Como sociedad, es momento de replantearnos el camino, pues estamos perdiendo mucho y a muchos y estamos lastimando nuestro presente y condicionando nuestro futuro como nación. Es tiempo.

(Médico Patólogo Clínico. Especialista en Medicina de Laboratorio y Medicina Transfusional, profesor de especialidad y promotor de la donación altruista de sangre) 

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