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Chapalita

La colonia Chapalita tuvo en los años 90 por esa dinámica de crecimiento de la población, la falta de educación escolarizada y el hacinamiento familiar, problemáticas que llevaban a muchos jóvenes a salir a la calle y transformar el juego en violencia de pandillas.

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Chapalita

Chapalita, en León, es una enorme colonia popular donde se instala los domingos “La línea de fuego” (por aquello de vender productos “calientes”), quizá el tianguis más grande del estado de Guanajuato. Formada en los años 60 con el paulatino secado del lecho de lo que fue la presa Chapalita (y antes La Hoyuela), tuvo su origen en un movimiento social que reivindicaba el derecho a la tierra para miles de familias que no tenían vivienda. El crecimiento de la economía y de los espacios urbanos llevaron a que la calle Campeche surgiera para crear el lago Chapalita en la parte sur y en la norte se construyeran cientos de casas en autoconstrucción.

El agua, proveniente de flujos superficiales y subterráneos del poniente jalisciense, desde El Salto, inundaba la presa en los años 80 y esto permitía que escurriera por el pavimento y por el subsuelo para rebosar el Pozo del Fraile. Hasta que ya en los 90, el concreto fue recubriendo los terrenos y la sed de la población llevó a que Sapal construyera el “fuerte”, estación de rebombeo en la parte alta de la Arbide y el lago se complementaba con un parque municipal encargado primero al área de Parques y Jardines, para más tarde encomendarlo a la Comudaj (hoy Comude) para que se ofrecieran actividades deportivas.

La colonia Chapalita tuvo en los años 90 por esa dinámica de crecimiento de la población, la falta de educación escolarizada y el hacinamiento familiar, problemáticas que llevaban a muchos jóvenes a salir a la calle y transformar el juego en violencia de pandillas. El Parque Chapalita fue uno de los primeros en sentir el vandalismo y con los años fue saqueado en su infraestructura y la misma población tenía miedo de ingresar a un área que era frecuentada por bandas que dejaban su huella en el saqueo y sus firmas en los muros con graffiti.

Los sucesivos gobiernos municipales se olvidaron del Parque Chapalita. Ni comités de colonos, ni rehabilitación de la infraestructura deportiva, ni espacios techados. Comude concentrado en el deporte, pero la municipalidad no veía la destrucción del tejido social. Metidos como muchos gobiernos en el paradigma de “balazos no abrazos”, concentraron recursos en la seguridad y no en el tejido social, que es al final el que es destrozado por el sistema económico que excluye a las mayorías. 

No veían que, con poca inversión en gestión con colonos y articulación de esfuerzos institucionales, se podía, junto con la sociedad y empresas, transformar al parque en un gran contenedor de la violencia al ofrecerse allí cultura, deporte, espacios de recreación y encuentro.

En el 2016 en este espacio lancé un artículo que planteaba un sueño e incitaba a hacerlo realidad. Fueron visitas a autoridades, gestiones con colonos, convencimiento a instituciones vecinas, convocatoria de foros de consulta, para darle forma a la idea. La única autoridad que acudió al llamado fue la senadora Pilar Ortega, quien olfateó que habían olvidado el trabajo con el pueblo de esta zona. Me ofreció plantearlo a Sedesol y con el poder de una voluntad política, conseguimos el recurso que permite hoy, contar con una cancha empastada, zona de skates, dos palapas y un foro en el lago para actividades culturales. Esto se complementó con el trabajo con colonos en actividades comunitarias y de conservación del ecosistema.

Vino en el 2019 la noticia de la pérdida de parte del predio donde está ubicado el terreno (y uno de los dos manantiales) y mis denuncias ante la PAOT estatal para detener la invasión de un particular (obstruyendo al segundo venero) y la solidaridad de medios de comunicación para alertar sobre el secado del lago y la pérdida de los dos veneros que alimentaban al lago.

Mis súplicas en el lugar a Héctor López Santillana para defender legalmente el predio, debieron esperar a que este febrero Ale Gutierrez visitara un domingo sorpresivamente el parque -el día que inauguró el “pase verde”- y conociera el proyecto, hablara con los colonos y en tres horas de visita escuchara a las bandas y a las familias. Sintió con el corazón y vibró con la idea de reconstruir esta enorme red popular que requiere del parque Chapalita y que según me dijeron, se transformará en una inversión pública para que construyamos tejido social en esta, la gran colonia Chapalita.

 

 

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