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Perspectiva

Biden cambia al mundo

El tema no es tanto que nuestro gobierno ayude, sino que no estorbe en el curso natural del desarrollo tecnológico. Estamos con los pelos de punta ante el prometido discurso del 16 de septiembre en Palacio Nacional. 

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Biden cambia al mundo

El senado norteamericano aprueba una ley ambiental que cambiará al mundo con incentivos al consumo de energías limpias. Apenas con un voto a favor, el de la vicepresidenta Kamala Harris, los demócratas lograron vencer la resistencia de los republicanos. 

Desde hace meses cocinaban ese apoyo a los autos eléctricos, a la producción y almacenamiento de energía solar y eólica para disminuir las emisiones de carbón. A partir de ahora los consumidores podrán comprar vehículos de baterías y celdas solares con subsidios sustanciales. Es el pistoletazo de salida para la fabricación en masa de autos eléctricos competitivos y techos solares más rentables. También significa el declive paulatino de los motores de diésel y gasolina. 

La iniciativa también contempla topar el costo de las medicinas y meter en cintura a las multinacionales norteamericanas que reportan sus impuestos en otros países. Tendrán que pagar por lo menos el 15% sobre sus utilidades en EU. 

Para México significa una presión mayor en las políticas internas de producción de energía y en la aceptación de inversión extranjera para transformar nuestra huella de CO2. Con la nueva ley, Biden acelera a su país para que en 2030 las emisiones se reduzcan al 50%, justo las que había en 2005. 

Las empresas de instalación de paneles solares florecerán como nunca y las automotrices correrán como en pista de Fórmula 1 hacia la captación del mercado de vehículos eléctricos. En el camino tendrán que sembrar medio millón o un millón de puntos de carga en todas partes. 

El incentivo creará una nueva revolución industrial al tiempo que las petroleras, ahora sí, deberán ver en el horizonte el final de su preponderancia. Si alguien tenía duda de que era un error construir al precio de 16 mil millones de dólares la refinería de Dos Bocas, lo puede contemplar hoy en su exacta dimensión. 

La nueva legislación fue vendida al público como “Ley de Reducción de la Inflación”. Un tema de mercadotecnia política más que un reflejo del alcance transformador del estímulo. 

Si bien para la política del Gobierno mexicano es un golpe seco a las ambiciones de producir sucio a cualquier precio, para el País, a corto plazo (dos años cuando salga la presente administración), iniciará una nueva época de oportunidades. Tenemos viento y sol de sobra para convertirnos en una potencia mundial productora de energía. Desde Sonora podríamos electrificar a la mitad de los estados del occidente norteamericano. De ese tamaño.

En varias plantas armadoras de autos del País planean producir autos eléctricos. El Mustang de Ford ya se fabrica en la planta de Cuautitlán. El tema no es tanto que nuestro gobierno ayude, sino que no estorbe en el curso natural del desarrollo tecnológico. Estamos con los pelos de punta ante el prometido discurso del 16 de septiembre en Palacio Nacional. 

Gustavo Petro, el recién llegado presidente izquierdista de Colombia, tiene la intención de transformar a su país en uno que dé prioridad a las energías renovables. Encontrará más en el pragmatismo que en el dogma del populismo las soluciones que necesita, y si es talentoso, logrará poner en paz y unirá a su gente. 

La revolución verde equivale a la que hizo hace un siglo Henry Ford con el ensamblaje en línea de los autos, sólo que a la tercera potencia. México debe participar de inmediato en ese cambio para mejorar las condiciones de vida de todos, particularmente de quienes menos tienen. Ni el tiempo ni la marea pueden ser detenidos, tampoco la lucha por conservar nuestro planeta. 

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