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El último gobernador panista

A Diego le tocó un sexenio complicado, pues su interlocutor fue AMLO, el mayor animal político que haya conocido el País en los últimos 30 años, es un presidente agresivo y radical, con una visión muy distinta de la vida a la de Diego.

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El último gobernador panista

Todos los humanos tenemos un ciclo y una misión que cumplir. Se acabó el sexenio de Diego Sinhue, el último gobernador panista. Supe de Diego desde que él era regidor en León, después le conocí cuando él era Secretario de Desarrollo Social en el evento donde se anunció que el proyecto del auditorio Renacimiento sería apoyado con recursos públicos. Cuando electo, le traté y vi a un joven político con sincero entusiasmo para dejar huella como Gobernador; pasaron los años y aunque no crucé palabras con él durante su gobierno, traté de descifrar sus acciones como gobernante, pues los políticos de alto nivel son inalcanzables una vez en funciones. Alcancé a percibirlo como un ser humano sensible a los electores y leal a sus orígenes familiares, pues hacía referencia a su proceso de crecimiento personal, con cercanía a las personas emblemáticas atendidas por su gobierno.

Diego es de esas personas que cae bien por ser sencillo en el trato y por tener una capacidad enorme para hacer sonreír a quienes están cerca de él. En sus seis años, Guanajuato siguió siendo un motor de atracción de inversiones y de una cultura de trabajo que le sostiene; una región con enorme capacidad productora y exportadora, pero con enormes diferencias sociales. El modelo industrial creado desde hace 30 años siguió funcionando con Diego: crecimiento del PIB por arriba del nacional y con indicadores de competitividad que nos sitúan entre el 6º y 8º. Lugares nacionales. Aglutinó en torno a él a su equipo de funcionarios emanados del PAN, para trabajar un programa de gobierno que tuviera como visión de futuro a un estado competitivo buscando nuevas vocaciones económicas, aunque pocos con experiencia con los sectores populares y sus problemas. 

Pero el País, despertó con AMLO el gen liberal que tiene México desde el siglo XIX en que los liberales ganaron la guerra de Reforma a los conservadores. Y aunque en el Bajío-Occidente, las cosas han sido diferentes, la realidad es que paulatinamente las preferencias electorales avanzaron en la misma medida en que el crimen organizado se adentraba en todas las dimensiones de nuestra vida. A Diego le tocó un sexenio complicado, pues su interlocutor fue AMLO, el mayor animal político que haya conocido el País en los últimos 30 años, es un presidente agresivo y radical, con una visión muy distinta de la vida a la de Diego. El hombre de Macuspana venido de luchas sociales y de recorrer los rincones del País, tuvo en el 2018 los primeros gestos de agresividad hacia nuestro estado y hacia Diego, afirmando que él realmente no gobernaba y que la inseguridad es resultado de la pobreza.  

Además, a Diego le tocaron los recortes presupuestales de la federación, los ataques sistemáticos a los gobiernos panistas y la crisis del agua. AMLO sabía que podía atacarle por la realidad de inseguridad que tenemos y en la cual –como lo muestran las estadísticas de efectivos de la Guardia Nacional y las aprehensiones realizadas-, nos dejó solos a Guanajuato. No podía hacerlo por el sistema de salud que es el mejor de México ni por la educación que ha avanzado en la formación de cuadros técnicos de avanzada. Diego había apostado por el proyecto de la mentefactura y por Planet Youth, concebidos desde visiones exitosas del extranjero, pero sin conectar con las mayorías, pues no se centraba en la población en vulnerabilidad sistémica, desde aquí, desde las zonas populares donde en los centros de rehabilitación les arrancamos de la muerte.  

Complicadísimo era enfrentarse al gigante AMLO y menos cuando el PAN en todo el País experimentaba una debacle y el ascenso de Morena. Localmente, el modelo de alianza entre el gobierno estatal panista con el empresariado, se agotó con el sexenio, al faltar el enfoque a las mayorías pobres y gobernar primero para ellas. Se acabó el sexenio y no está tan lejano el año 2030 donde se acerca la alternancia política en la gubernatura y donde las mayorías pobres volverán a votar. La verdad es que los gobernantes no pueden solos cambiar el mundo; lo cambian sí, solo con movimientos sociales que generan revoluciones, cuando tienen esa capacidad de inspirar para un proyecto de futuro. Y lo hacen desde la austeridad de su vida, su capacidad de dialogar y de consensar. Los leoneses ahora estaremos gobernados en los tres niveles de gobierno por mujeres. Por eso, tenía que escribir sobre el último gobernador panista.

 

RAA

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