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El nuevo orden mundial

La ciudadanía blanca votó por el regreso de Trump, quien prometía volver a ser la grande y poderosa nación que controlara el mundo.

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El nuevo orden mundial

Con el regreso de Donald Trump a la Presidencia del –todavía- País más poderoso de la tierra, inicia el fin del periodo de la globalización mundial, comenzado cuando la caída del Muro de Berlín, que dividía simbólicamente a dos tipos de economías, la capitalista y la socialista. Acababa en 1989 la “Guerra Fría” e iniciaban las guerras comerciales al abrirse las economías, antes cerradas. Era el periodo iniciado por los países poderosos que deseaban un mundo con libre comercio, que liberalizara fronteras y donde las “barreras técnicas” no arancelarias fuesen los límites, para facilitar que sus bienes y servicios se vendieran en todo el mundo. Así, economías “cerradas” como la mexicana, debían abrirse a la inversión extranjera para que Estados Unidos pudiera fabricar en México, aprovechando nuestros bajos costos de mano de obra.

México transitó así, desde 1994, al firmar el TLC, Tratado de Libre Comercio, de ser una economía centralmente planificada, a otra con economía de mercado y donde el Estado renunciaba a administrar lo poco que quedaba, -después de décadas de saqueos- cuando solo el PRI controlaba, sin contrapesos, la vida nacional. Muchas cadenas productivas nacionales se rompieron por su falta de competitividad y vimos la llegada de marcas, franquicias, armadoras y productos importados. Nuestra economía comenzó a moverse, ya no por la inversión nacional, sino por la fuerza del consumo de las clases medias que comprábamos lo mejor del mercado mundial.

Pero pasaron 30 años de globalización y los Estados Unidos, el mayor consumidor de energía y alimentos, rebasados por el gigante chino, perdieron competitividad en lo que llevamos del siglo y su crecimiento económico se estacionó. Los demócratas no pudieron cumplir los deseos de la población blanca tradicional aplicando políticas sociales dentro y fuera. Por eso, esa ciudadanía blanca votó por el regreso de Trump, quien prometía volver a ser la grande y poderosa nación que controlara el mundo. Al igual que los alemanes llevaron al poder a Hitler y le dieron su confianza para que sacara a Alemania de la crisis posterior a la Primera Mundial; de la misma manera que el pueblo germano creyó en el dictador, los votantes republicanos, confiaron en que Trump y su discurso supremacista, les regresaría al sueño americano.

Lo que sucede es que los populistas y ultranacionalistas atacan las debilidades del sistema y que son percibidas por el pueblo y la opinión pública termina siguiéndolos. Ese descontento se transforma en movimientos nacionalistas. El partido republicano encontró en narrativas populistas, la estrategia ideal para llegar al poder y mantenerse en esta idea de que, cerrando fronteras, protegen a las economías locales. La idea de la supremacía de una ideología, de un partido político, vieron sumadas también, la supremacía racial, el dominio blanco, la discriminación y deportación a migrantes.

Habrá que entender que para el proyecto de Trump, su balanza comercial es un indicador de su enorme dependencia del exterior. Por eso, argumenta que México “gana”, cuando en realidad la mayor parte de las exportaciones “mexicanas” a los Estados Unidos, son de empresas norteamericanas que manufacturan y compran en México, para exportar a menores costos de producción. Lo que los norteamericanos temen, es precisamente la creciente penetración de la economía china en México que ya es una realidad aquí. Las ventajas competitivas que tienen los norteamericanos, si desean regresar empresas a su País, es que requieren mano de obra barata que solo les dan los migrantes, ya en sus fábricas, ya en sus negocios, ya en sus empresas intensivas en mano de obra.

En este nuevo escenario, se debilitará el T-MEC y se darán economías proteccionistas. Para México, parece demasiado tarde. Son treinta años de libre comercio y nuestra economía está globalizada, “transnacionalizada”. Las cadenas productivas no son todas nacionales. En México, Morena y sus aliados tendrán uno o dos sexenios más, al concentrar en un solo partido político todas las decisiones, y seguramente intensificarán las medidas proteccionistas y nacionalistas, como lo hace ahora Trump. El cerrar la frontera con México, es para los Estados Unidos, también una estrategia para dejar de recibir drogas y evitar la fuga de esos capitales. Para México, con la estrategia de “abrazos y no balazos”, representará que muchas drogas se estacionen en nuestro País y busquen mercados locales. Para nosotros, además, será seguir recibiendo a miles de migrantes que seguirán intentando cruzar la frontera. Es el inicio de un nuevo orden mundial.

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