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Perspectiva

A la deriva

Un tornillo que se rompió, un motor que no tuvo potencia, una máquina que dejó de dar rumbo al buque escuela Cuauhtémoc, produjo una tragedia y algo más.

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A la deriva

Un tornillo que se rompió, un motor que no tuvo potencia, una máquina que dejó de dar rumbo al buque escuela Cuauhtémoc, produjo una tragedia y algo más. Todos lo vimos en las redes sociales y lo confirmamos en los medios más serios. Un viaje de 277 marinos mexicanos terminó roto en el antiguo puente de Brooklyn en Nueva York. 

Antes de zarpar, el buque fue utilizado como plataforma política de Morena para promover la elección judicial en favor de Lenia Batres. Los mástiles del Cuauhtémoc, iluminados, mostraban luces y jóvenes marinos en despedida de la Gran Manzana. Algo sucedió que perdió el motor o el timón. Las autoridades del transporte en EE.UU lo dirán. 

El sábado por la tarde las redes transmitieron la desgracia desde muchos ángulos. Turistas asustados grabaron el choque del mástil principal con el puente. Algunos videos registraron la caída de nuestros marinos, dos de ellos fallecieron y muchos más recibieron heridas.

Más allá de la descripción de una falla mecánica, los dos bandos políticos saltaron al ring. Quienes odian a la 4T y todo lo que se le asemeja, enloquecieron. Emparejaron la desgracia a otras fallas de gobierno, incluso algunos se regodean adjudicando el accidente a la ineptitud de los “chairos”. 

Con poca diferencia de horario, marinos se enfrentaron a miembros del crimen organizado en Michoacán. Ante un ataque,  la orden fue defender la integridad de los marinos, quienes abatieron a 12 atacantes del CJNG. Es un cambio sobre la somnolencia criminal del sexenio pasado, cuando los abrazos eran para los delincuentes y los balazos para las fuerzas armadas. 

Quienes quieren a México sin colores, ideología, resentimiento del pasado u odio al régimen, no pueden encontrar regocijo en el accidente del Cuauhtémoc. Tampoco los fanáticos de Morena deben usar a nuestras fuerzas armadas para enviar mensajes políticos en apoyo a Lenia Batres.

Nuestra Presidenta, Claudia Sheinbaum, bien dice que el accidente no debe politizarse, pero tampoco su ejercicio del poder debe ser una constante de reclamos al pasado. Cada vez que se refiere a políticos de oposición por sus posturas, llámese Felipe Calderón, Ernesto Zedillo o Ricardo Anaya, la mandataria marca una división entre mexicanos. La tarea de un estadista es unir y gobernar para todos. El mismo efecto causa la algarabía ignorante de los fanáticos anti 4T, que quienes usan palabras agrias contra la oposición. 

El rumbo del país no puede ir a la deriva porque nos sucederá lo que al Cuauhtémoc. En momentos como los vividos el fin de semana, debemos reconocer a los marinos que luchan por la paz en Michoacán al arriesgar la vida o muestran el orgullo de México en un hermoso navío. 

Dos navegantes fallecidos y muchos heridos fue el resultado de un accidente infortunado en Nueva York, el único responsable fue el destino, el que dice siempre que las máquinas no tienen juramento de perfección.  En Michoacán tres valientes fueron heridos cuando tuvieron que abatir a 12 criminales. Muy lejos del inmundo mandato de “abrazos y no balazos”, la Presidenta Claudia Sheinbaum enfrenta una herencia de calamidades. 

Sin pena, podemos pedirle a la Presidenta que ascienda al nivel de los grandes estadistas como Nelson Mandela, el gran líder que unió a Sudáfrica. El único rumbo posible es la identidad nacional en la pluralidad donde la idea de un sólo partido sea tan abominable como lo fue en el pasado la autocracia priista. Necesitamos el bálsamo de la unidad. 

 

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