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Perspectiva

Regresión impensable

Las primeras golondrinas de un totalitarismo incipiente vienen de personajes del nuevo régimen que tratan de acallar la crítica en varios estados del país. Impulsan leyes, normas y castigos inéditos en el país.

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Regresión impensable

La crítica de los ciudadanos ante el poder, ante gobernantes electos y funcionarios públicos no debe tener límites. Cuando se quiere legislar desde cualquier estado o la Federación, qué se puede decir y qué no, comienza una escalada contra las libertades individuales. Pongamos ejemplos: si Chumel Torres o el payaso Brozo se burlan de los gobernantes, si dicen leperadas o cuentan chistes a costa de funcionarios, entendemos que es parte del juego político. 

Así sucedió con Enrique Peña Nieto y sus funcionarios, con el mismo Andrés Manual López Obrador y ahora con Claudia Sheinbaum. Sin embargo, hoy tenemos una sombra que recorre el país: la censura por medio de legislaciones locales. También andanadas de respuestas ofensivas en redes sociales de bots o personajes patrocinados desde el gobierno en contra de quienes opinan distinto. 

Un ejemplo claro es el del aguerrido empresario Ricardo Salinas Pliego, quien desde su cuenta de X, critica e insulta a la izquierda. El dueño de TV Azteca cambió de giro su tono,  tradicionalmente oficioso, a uno de dura crítica. Por primera ocasión desde que tenemos memoria, una concesión de televisión se enfrenta al gobierno en turno. 

Latinus y Atypical TV, nuevos medios de las redes sociales no tienen límites en su información, investigaciones y opiniones; son declarados críticos de la 4T. En Youtube y en X hay un sinnúmero de participantes contrarios a Morena. En la prensa escrita la libertad campea en casi todas las páginas de opinión, que luego multiplica su audiencia cuando son redistribuidas por los lectores en las mismas redes. Sin embargo, la sombra está ahí y se amplía con la cooptación del Poder Judicial. La independencia de los jueces es fundamental para dar garantías individuales o colectivas de decir y publicar lo que venga en gana.

Las primeras golondrinas de un totalitarismo incipiente vienen de personajes del nuevo régimen que tratan de acallar la crítica en varios estados del país. Impulsan leyes, normas y castigos inéditos en el país. En Campeche la gobernante Layda Sansores manda que un periodista deje de trabajar en lo suyo durante 2 años por “incitación al odio”; en Puebla el gobernante, Alejandro Armenta, inventó una ley para censurar.

Son señales de un ataque directo a la libertad de expresión de la que gozamos en México durante más de medio siglo. La marca está clara: Julio Scherer publica su primera revista Proceso en 1976, justo después de haber sido reprimido por Luis Echeverría al despacharlo de la cooperativa del periódico Excélsior. El PRI, al tiempo, asimiló el proceso de cambio. 

Sin la libertad de expresión que comenzó a partir de entonces, la alternancia política no hubiera sucedido, ni la derecha del PAN o la izquierda de Morena hubieran llegado al poder. Una regresión nos parecía inimaginable hace apenas seis años. Con la prisión oficiosa que pretenden utilizar a criterio del poder, nos podemos acercar a países como Nicaragua o Venezuela, donde dictadores impiden la libertad de expresión con la cárcel o el destierro. 

Creemos que somos mucho país como para permitir que se nos calle, censure o presione. No solo a los medios, sino a los miles de ciudadanos que participan todos los días con sus opiniones e información propia en las redes sociales. Para la 4T resulta una locura regresar al totalitarismo con la censura. Toca a la presidenta Claudia Sheinbaum dar ejemplo de respeto a la crítica en todo México. Tarea de una estadista.

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