El Triángulo Dorado: Templos, opio, elefantes y ese campamento
Conoce el Triángulo Dorado, en Tailandia, a través de quién se quedó de estancia en el Four Seasos Tented Camp Golden Triangle
Al escribir de viajes, uno puede ofrecer listados de qué ver, qué comer, qué visitar; párrafos de lo etéreo y lo mundano; relatos, aprendizajes y datos de algún destino.
Sin embargo, al hablar del Triángulo Dorado, en Tailandia, sería hipócrita no admitir que lo que más recordaré es la estancia en un hotel que es un destino por sí mismo: el Four Seasons Tented Camp Golden Triangle. No es cosa fácil, considerando que la provincia de Chiang Rai es fascinante, ya que ahí se desvanecen fronteras de todo tipo: políticas, espirituales y naturales.

El Triángulo Dorado es una región al norte de Tailandia donde coinciden las fronteras de ese país con las de Laos y Myanmar (también conocido como Birmania), en el punto medio del río Mekong.
Las fronteras están demarcadas por ríos y arroyos que cuando el agua baja, se pueden cruzar caminando. Un recordatorio palpable de las líneas imaginarias que ha trazado la humanidad, pero que al final son invisibles. Dicha región es conocida principalmente por haber sido una de las principales fuentes de producción de opio a mediados del siglo 20.
El opio es una parte ineludible de la identidad de la región, e incluso hay un museo dedicado a su historia, que a pesar de ser un tanto anticuado, vale la pena visitar para conocer los estragos que el cultivo y consumo de la droga generó alrededor del mundo. En el Triángulo también hay un sinfín de templos budistas. Muchos datan del siglo 13 y otros de hace unas décadas, como Wat Rong Khun, o el Templo Blanco, que fue terminado en 1997.

Ahora sí… ese hotel. Sobre el río Ruak, que separa Myanmar de Tailandia, sobresale por encima del verdor de la jungla, la colección de 15 tiendas de campaña, cada una con personalidad individual.
Las tiendas permiten convivir con la naturaleza, como dormir arrullado por el ruido de los animales e insectos de la selva, sin sacrificar las comodidades modernas. Para moverse entre los espacios comunes y las tiendas, el staff del hotel cuenta con varias Land Rover antiguas y también se puede caminar por senderos elevados que pasan por un puente colgante.
Además de las amenidades del hotel, como los restaurantes, bares, alberca y un spa con cabinas al aire libre, el atractivo principal es la constante convivencia con elefantes. Desde el amanecer, los huéspedes son invitados a desayunar en el restaurante principal, en el que minutos después de sentarse aparecen dos elefantes con los que comparten el desayuno.
Es casi surreal poder alimentar y convivir con animales de más de 2 toneladas de una forma tan tranquila y casual. Están tan acostumbrados al desayuno que saben tomar las frutas y caña de azúcar con sus trompas de las manos de sus nuevos mejores amigos.
El hotel colabora con una fundación que rescata y alberga elefantes, que son atendidos por mahouts (cuidadores de elefantes) de la misma comunidad.
El primer día de la estancia, los mahouts llevan a los huéspedes a recorrer los terrenos de la fundación, donde es posible convivir muy cerca de los elefantes, ver cómo se alimentan, cómo se bañan unos a otros, se cubren de lodo para protegerse del sol y de los insectos. A pesar de volverse normal, nunca deja de emocionar ver elefantes a lo lejos, en el campo, desde la llegada al hotel, desde la terraza de cada tienda, o de los espacios comunes.
La cadena Four Seasons se reconoce por su servicio, y el Tented Camp no es excepción. Todos los detalles están perfectamente cuidados, desde la forma en la que sirven los alimentos, hasta las experiencias que ofrece el hotel.
Por la tarde del primer día, con la ayuda de un guía, navegamos por el río que zarpa de un muelle que forma parte del hotel (con cuidado de no cruzar fronteras a Laos o Myanmar) y desembarcamos en la antigua ciudad amurallada de Chiang Saen. Visitamos un mercado local y el templo de Wat Pa Sak, que data del siglo 14, donde resalta su estupa de 13 metros de altura.
El budismo siempre está presente en Tailandia, desde los múltiples templos que abundan en los pueblos, hasta las estatuas y ofrendas que encuentra uno por todas partes. El hotel invita a un monje budista todas las mañanas para ofrecer bendiciones a los huéspedes, que a su vez le ofrecen comida, como dicta la tradición.
El campamento se presta para dejar pasar las horas a la orilla de la alberca, o tomando una cerveza en la comodidad de tu propia terraza.
El bar organiza “sundowners”, donde los huéspedes disfrutamos de bebidas antes de la cena, mientras se pone el sol, reflejado sobre el Ruak, observando luces que se encienden mientras se hace de noche a lo lejos, en otro país.
Como en cualquier buen viaje, la sensación al final de la estancia es de gratitud, pero más que eso, de querer estar ahí más días.
Por si vas:
- El tipo de cambio al día de publicación es aproximadamente $6 pesos (MXN) por 10 Baht tailandeses (THB).
- El Four Seasons Tented Camp no es la única opción para hospedarse en la región y convivir con elefantes, pero sin duda, es la más espectacular.
- Pocas cosas más placenteras que ver el sol caer con un Gin & Tonic y un buen plato de Pad Thai.
- Desde el Aeropuerto del Bajío es necesario tomar dos conexiones para llegar a Tailandia. El único vuelo directo de Norteamérica a Bangkok es con Air Canada, desde Vancouver, a donde se puede llegar desde el Aeropuerto Benito Juárez en CDMX o conectando en Houston con United, sus socios de Star Alliance.
- A partir de julio del año pasado, los ciudadanos mexicanos pueden entrar al país hasta por 60 días, sin visa.
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