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Afecta a familia pasado de padre

Tenía 3 detenciones por comercializar y consumir drogas.

Escrito en León el
Afecta a familia pasado de padre

El hombre asesinado el miércoles en Jardines de La Ladera junto a su familia, una niña de 2 años y su esposa de 17, fue detenido en varias ocasiones por las autoridades.
Según datos policiacos, el hombre de 30 años fue detenido en tres veces por presuntamente comercializar y consumir sustancias prohibidas.
En la cárcel municipal, se tiene el registro de una detención hace seis meses de Romo Marín por los delitos de venta y consumo de droga.
Además, según vecinos de Jardines de La Ladera, desde hace dos meses, que llegó a vivir a esa colonia, se dedicaba a asaltar a transeúntes, a mano armada.
También el hombre fue detenido en dos ocasiones por elementos de la Sedena, en virtud de narcomenudista.
Sin embargo, en las tres ocasiones salió libre ante la falta de una denuncia penal.
Presuntamente, según datos extraoficiales, en el barrio conocido como El Paso de las Ovejas, Romo Morín tenía su centro de operaciones, ya que era frecuente que personas que consumían sustancias prohibidas acudieron hasta ese otro domicilio.
A pesar de tener una hija de apenas de dos años, Romo Morín supuestamente siguió con su actividad delictiva, arrastrando a la bebé y a su esposa, también menor, de 17 años, a su mundo criminal.
Pues, el miércoles, en su nuevo domicilio, el hombre discutió con sujetos que iban en una Jeep con placas de Durango, por un supuesto ajuste de cuenta, por lo que disparó con una arma hechiza tipo calibre .22 contra ellos, tratando después de huir en una motocicleta, junto con su hija y su esposa.
El hombre huyó por la calle Miguel de Cervantes Saavedra hacia las vías del tren, pero los hombres que también estaban armados respondieron la agresión con disparos, logrando matar casi afuera del domicilio a la mujer y a la menor de edad.
En medio de la calle quedaron seis casquillos de diferente calibre con los que asesinaron a Alejandra y Kena.
El hombre no se detuvo y siguió su camino hacia las vías del tren, donde cruzó la malla ciclónica que divide a la colonia con las vías, pero no pudo abrir otra puerta que da acceso a trabajadores de Ferromex, para huir rumbo a la zona comercial de la Félix Ramírez Rentería.
El hombre dejó abandonada la motocicleta marca Italika, en color negro, en las vías del tren y corrió unos 150 metros hacia el Libramiento Norte, pero fue asesinado antes de llegar a la carretera.
El cuerpo del hombre quedó en el Arroyo El Vergel, donde fue asesinado de dos balazos, y quedó junto a su arma de fuego.
Hasta ayer las autoridades no ha reportado la detención de ninguna persona involucrada en el asesinato de la familia.

Sepultan a pequeñay padres asesinados

Aún el sol estaba puesto en un cielo azul, totalmente despejado, cuando del Templo de Nuestra Señora de la Luz salieron dos ataúdes, de una familia que iniciaron su último viaje, aunque lo encontraron trágicamente juntos el miércoles.
Cientos de personas despedían a un pequeño angelito y sus dos protectores.
Las despedidas siempre son difíciles, pero lo es más cuando el adiós es a tres personas que dieron su último suspiro ante las ráfagas de fuego.
Familiares y amigos se reunieron ayer para dejar en su morada final a la pequeña Kena y sus padres, Alejandra Monreal Luévano y Francisco Romo Marín, quieres fueron asesinados la mañana del miércoles en la colonia Jardines de la Ladera.
A pasos lentos, es como una multitud que acompañaba a los dolientes se encaminaba entre llantos, cohetes, rezos, cantos y una inmensa tristeza, detrás de la carroza que los transportaba al panteón municipal.
Cerca de las 5 de la tarde, el panteón abrió sus puertas para sus nuevos huéspedes. Vio desfilar a los corazones partidos por el dolor, a nudos en la garganta y a miradas perdidas y húmedas.
El destino de los cuerpos fue diferente. Cada uno en una tumba diferente, a excepción de la pequeña. Ella estaba en el mismo ataúd que su madre. La pequeña estaba recostada sobre su madre con los ojitos cerrados, su vida fue arrebatada injustamente.
Por un pasillo, las personas empezaron a desfilar para ver a Kena y Alejandra por última vez. Su madre fue de las primeras, el primer “mis niñas” acompañado de un amargo llanto que se escuchó cuando el sol empezaba a ocultarse.
“Mis niñas, despiértalas, mis niñas”, se oía una y otra vez. La madre y la abuela compartían el dolor, el perder en un instante a dos mujeres, a una niña de 2 años y a la joven madre de sólo 17.
La gente reunida se amontonaba alrededor del féretro. Los asistentes querían llevarse en la mente el rostro sereno e inocente de la menor. Querían quedarse con un bonita imagen de un madre abrazando a la luz de sus ojos, los ojos obligados a cerrarse una mañana que será recordada siempre por los laguenses.
Su hermana Jazmín apenas y pudo ver, pues las lágrimas le inundaron los ojos, que estaban enrojecidos de ese llanto interminable y eterno como el adiós que era obligado darle a la pequeña niña y a la madre joven. Sus pies le temblaron, mientras unas manos femeninas la tomaban por la cintura para llevarla a los brazos de su madre y así llorar juntas por la pérdida de las dos menores. Llorar la ausencia de las risas y travesuras de Kena y de la alegría de Alejandra.
Rosas blancas estaban sobre el vidrio que cubría a las dos laguenses que dejarían una profunda tristeza en la familia Monreal Luévano. Irreparable la vida y tranquilidad de todos los integrantes.
Mientras que al otro extremo se encontraba el padre y compañero de las menores, Francisco Romo Marín yacía en un ataúd color café rodeado de sus familiares y amigos.
Aplauso tras aplauso eran dedicados a quien en vida, según la descripción de amigos, era “bien chido” y dedicado a su hija y pareja.
Momentáneamente se pudo oír una voz masculina que decía lamentar la pérdida y pedía resignación para la familia, un “Dios los bendiga” fueron las palabras finales en esta intervención, para ser seguida por aplausos de los presentes.
Los padres de Francisco, aparentaban tranquilidad. Aunque por dentro su corazón lamentaba la pérdida de un hijo. Dolorosa y terrible. Su madre les pedía a las personas que fueran a ver a su hijo por última vez. Les repetía: “conociste a mi muchacho, acércate a verlo, míralo por última vez”.
Después de que las personas se despidieran de él, las hermanas de Francisco pidieron cerrar para siempre el ataúd y depositarlos en la tumba. Posteriormente ellas y sus padres fueron al otro extremo para darle un adiós a Kena y Alejandra.
En un instante, dos madres se encontraban abrazando y llorando la pérdida de sus hijos y nieta. Consolándose y tratando de aceptar que jamás los volverían a ver, que ahora vivirían en su corazón y en su mente eternamente.
La familia, amigos y conocidos que alguna vez estuvieron a lado de Francisco, Alejandra y la pequeña Kena, han convertido esos bonitos recuerdos en eternos, y en la eternidad el inevitable “adiós”.

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