En toda América Latina, creamos el término “barrio” (del árabe hispánico bárri, ‘exterior’, y del árabe ‘salvaje’) y lo entendemos como un área, una zona de una ciudad, delimitada por su ubicación geográfica y por alguna característica de la gente que vive en ella, por alguna peculiaridad suya o por su historia. Arquitectos, urbanistas, antropólogos, sociólogos, psicólogos sociales, culturalistas, han trabajado en definir que un barrio es una subdivisión de una ciudad o de un pueblo, que suele tener identidad propia y cuyos habitantes cuentan con un sentido de pertenencia. En algunos países, incluso, la noción de barrio se asocia a las poblaciones de escasos recursos y con viviendas precarias.

Aquí en la “ciudad de los cueros”, San Juan de Dios, San Miguel, Barrio Arriba, El Coecillo y San Pedro de los Hernández, son nuestros barrios más emblemáticos. Estos lugares pertenecen a León, una ciudad tradicional y cosmopolita, pero comparten un rasgo en común: fueron las primeras colonias que se habitaron en la ciudad y sus habitantes comparten una identidad. Estadísticamente, alrededor del 15% de la población leonesa vive en “barrios” si atendemos a la definición aquí presentada.

Con el crecimiento urbano de nuestra ciudad y el cambio de vocación industrial, el Barrio Arriba y el Coecillo se fueron despoblando y bajando su densidad poblacional, pues los “negocios húmedos” debieron salir y la dinámica se fue reduciendo en los últimos 30 años, pues las tenerías debieron migrar a la periferia del sur al evitarse las descargas de aguas con metales pesados. Así, decenas de naves industriales se fueron quedando vacías y parte de los habitantes del barrio, debieron voltear a otra actividad. Podrían ser alrededor de 100 fincas de grandes dimensiones que quedaron vacías. El cambio de sede del Hospital General incrementó también este fenómeno y el polígono cambió de perfil paulatinamente.

En otros países, esta salida de industrias llevó, como a Bilbao y a Barcelona, a construir alternativas para volver a poblar las áreas, dándole al “uso de suelo” un valor, pues la autoridad puede a través de planes maestros, facilitar el cambio. En la Ciudad de México, se reactivó así el Centro Histórico con inversiones y nuevas vocaciones económicas. Con esto, se crearon empleos y disminuyó la inseguridad, aunque parte de los habitantes “originales”, debieron migrar al encarecerse la renta y el valor del suelo. Este mecanismo de inversiones, propicia nueva actividad y se conoce como “gentrificación” y es una reestructuración espacial de una determinada área urbana, lo cual implica el desplazamiento de los residentes de bajos ingresos que habían vivido en estos espacios (Glass, 1964; Clark, 2005). Es un proceso de transformación de un espacio urbano que se encuentra deteriorado o en proceso de declive a partir de la rehabilitación o reconstrucción de una parte importante de sus edificaciones.

Aquí, la cuestión, es cómo reactivar esos barrios y darles valor cultural, arquitectónico, turístico, e incluso visualizar nuevas “industrias del conocimiento” para darle pleno uso a los espacios, a las edificaciones, ganando vitalidad las calles. Hoy en países como Colombia y España, tenemos nociones de barrios, como espacios verdes, donde hay baja criminalidad, áreas culturales, buenas escuelas, movilidad en ciclovías, coworking, tiendas y restaurantes, posibilidad de caminar, y permanencia de símbolos de la identidad del barrio. En el Barrio Arriba persiste la marginación urbana y social de grupos sociales organizados. Esta marginación se produce por la carencia de la aplicación de políticas urbanas o de planes maestros de regeneración. Todo ello conlleva también la privación de la participación social para la realización de proyectos productivos de mejora social y urbana. Esto requiere escuchar a los actores urbanos y sociales del barrio, para la construcción colectiva, con posibilidades hacia nuevas vocaciones del polígono. Considero que el Barrio tiene actualmente posibilidades para ecosistemas de industrias “secas” y de salud.

Esto es viable en León y evitar la “gentrificación” de los barrios, pues hay que recuperar las calles y los barrios para poder apostar por un modelo mucho más sostenible, apostando por la autogestión, por el pequeño comercio de barrio, por el desarrollo comunitario y la participación ciudadana para crear modelos diferentes de ciudades y de sociedad. Requerimos “orquestar” a los actores para fortalecer nuestros barrios. Hace 3 años Don Chuy Vázquez me invitó a formar parte de la asociación civil “Fundación: mi barrio” que se ha concentrado desde su origen en el fortalecimiento del Barrio de San Juan de Dios y que entiende que la gestión cultural es un medio para realzar el valor simbólico en nuestros barrios y sostenerles más allá del tiempo.

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