Fui al aeropuerto a recoger a mi hija que llegaba a pasar la Navidad con nosotros, ¡y qué linda sorpresa me llevé al observar a tanta gente que también recibía a sus seres queridos que llegan desde tan distintos lugares!
Estás ahí, entre muchos otros, aguardando con nervios, esperanza, o hasta aburrimiento, vislumbrar el conocido rostro… buscando entre la multitud al ser querido… todos serios, algunos platicando, otros viendo sus celulares (esta nueva tecnología ¿bendita? ¿maldita? que nos absorbe), uno o dos, riendo, unos cuantos traen ramos de flores, globos y hasta letreros que dicen: “Bienvenida a casa” o “Te extrañamos”.
Puedo ver desde familias completas hasta personas solas, pasando por parejas o algunos que parecen padre e hijo, madre e hija, ¡algunos traen hasta a los abuelos y niños de brazos!
¡Qué diferentes somos! Puedo ver personas que se arreglaron especialmente para el encuentro, en cambio existen otras que parece que se levantaron de la cama y se vinieron. Algunos parecen venir de muy lejos y otros de acá, cerquita. Hay familias que son muy expresivas y corren al encuentro de la persona esperada, sobre todo los niños, se abrazan, se besan, hacen como “bolita” familiar. Me conmueve el corazón ver a una señora que abraza a la que parece ser su mamá… es un abrazo largo, sentido, que dura varios minutos… las dos lloran, y al separarse secan discretamente sus lágrimas, porque también se están riendo. ¡Cuántas emociones combinadas y compartidas! Me hace imaginar: ¿Cuánto tiempo llevarían separadas? ¿Qué habrán vivido una lejos de la otra? ¿Qué tantas cosas se querrán comunicar en ese abrazo? ¿Qué tantas vivencias las habrán traído a este punto? Los niños son más espontáneos: corren a abrazar, se dejan besar, miran sin tapujos a ese pariente nuevo que se parece a alguien…
Hay otros que son más secos y solo se dan la mano y algunos golpecitos en la espalda… parecen decir: “Aquí somos muy machos, no hay lugar para sensiblerías”. Veo cerquita de mí a un señor que parece ir con su hijo, llevan rato allí, en eso, sus caras medio se iluminan y salen al encuentro del largo y ancho pasillo una pareja con una carriola, el que creo abuelo, se acerca y observa a su nieta… ¿por primera vez? ¿Qué pensarán? ¿Qué sentirán? ¿Qué historias traerán con ellos? ¿Desde cuándo no se verán? ¿Qué circunstancias habrán hecho que estén lejos?
Algunos son muy prácticos y luego, luego, toman la maleta y cosas que traen los parientes y salen caminando apresurados junto con ellos… ¿o solo serán introvertidos y dejarán las muestras de cariño para otro momento? ¿O simplemente no se estacionaron y tienen a algún familiar desesperado dando vueltas alrededor del aeropuerto? Otros parecen que se toman la vida con más calma, medio platican, se dan tiempo para reconocerse, abrazarse y acompañarse al caminar, disfrutándose: ¿O será que son más extrovertidos y no les importa que los vean ser cariñosos? ¡O tal vez es solo que sí se estacionaron y no les importa pagar con tal de estar en paz! Al final, en esas pequeñas cosas mostramos cómo somos y cuáles son nuestros valores, nuestras personalidades.
Como ya en todos lados, también hay gente de negocios, con el letrero correspondiente a la persona que les mandaron recoger. Se miran, repiten sus nombres o las compañías, le ayudan impersonalmente con la maleta, y salen uno detrás del otro.
Y ahora que estamos cerca de Navidad, que estamos en el Adviento, me pone a reflexionar en estas semejanzas y nuestra relación con Dios: ¿Lo esperamos con ansia, con nervios, con indiferencia? ¿Lo buscamos entre la multitud de experiencias actuales? ¿Nos damos tiempo para el acercamiento? ¿Nos preparamos? ¿Nos arreglamos? ¿Venimos de cerca, fácilmente… o venimos de lejos y nos ha costado trabajo llegar? ¿Vamos solos, vamos en pareja, vamos en familia a Su encuentro? ¿Tenemos prisa porque llegue y solo cargamos las costumbres, los regalos y salimos del paso? ¿Nos estacionamos o solo nos quedamos dando vueltas alrededor? ¿Tenemos solo un impersonal letrero? ¿O lo abrazamos con el alma diciéndole todo lo que está en nuestro corazón, la falta que nos ha hecho Su presencia?
Tantos encuentros, tantos preparativos para las fiestas, tantos gastos; tanta inversión de tiempo, de cariño, de espacio…¡tantas bienvenidas! Pero no deja de ser bellísimo este esperar a Dios o a la persona que ha estado lejos, y decirle que lo queremos, que lo extrañamos y que es una parte tan importante de nuestras vidas… y agradecerle su existir y su estar cerca hoy.
RAA