Ayer sábado recibí -al dirigir mis palabras a un potente equipo- la energía de ese grupo enorme de jóvenes que trabajan para dar más vida a los jóvenes. 

Fue en el patio central de Ciudad del Niño Don Bosco donde recibimos, para una mañana de trabajo en equipo, a todos los integrantes del Instituto Municipal de la juventud, y con ellos a quienes conducen el Programa Lobo. 

Este programa nació dedicado a la atención de adolescentes y jóvenes que crecen y se desarrollan en contextos de vulnerabilidad en colonias populares. Lobo nació hace 26 años para trabajar con “chavos banda”, para reintegrarlos a la sociedad y prevenir conductas de riesgo.

Tan rica es nuestra ciudad en la diversidad en todos sus barrios, como en expresiones juveniles; en León existen más de 600 bandas pertenecientes a casi 300 colonias, siendo las Hilamas y Chapalita las colonias con bandas de mayor número de integrantes, de hasta 60 miembros, casi todos con algún tipo de adicción que les impide terminar sus estudios o conseguir algún tipo de empleo. 

Lobo ha sido tan exitoso que ha sido utilizado como modelo en otras ciudades del país y hoy continúa vigente en el IMJU, teniendo como misión fomentar y propiciar el desarrollo integral a las personas jóvenes.

Saber las causalidades sobre por qué los jóvenes pierden el rumbo, es resultado de vivir cerca de sus historias y sistematizar en investigaciones su realidad; sabemos que es el abandono de padres y la violencia en los espacios de su desarrollo que enfrentan los menores, lo que les lleva al consumo sistemático de drogas, a la indigencia temporal. Y carentes de redes de apoyo, es lo que les lleva al precipicio. 

Conocí a Mariana, exaLux, ex Ibero, una brillante antropóloga especializada en niñas, niños, adolescentes y jóvenes y quien conduce el programa Lobo.

Dediqué mi vida a los jóvenes y es alivianador conocer a muchos relevos generacionales en este trabajo maravilloso que es construir proyectos de vida entre ellos. Conocí el Modelo de Atención de Lobo y vi enormes coincidencias con el sistema preventivo de Don Bosco, pues de manera personalizada hace un acompañamiento de construcción del plan de vida de los jóvenes, para quienes pertenecen a bandas que viven en un contexto de vulnerabilidad, con conductas con riesgo ante la ley, y con quienes están próximos a salir hacia la vida independiente en orfanatos, totalmente complementario a lo que trabajamos en Ciudad del Niño Don Bosco.

Conocí que Lobo ofrece soporte con enfoque de derechos humanos de las mujeres y el derecho a una vida libre de violencia, con talleres y actividades para generar redes de apoyo y llevarles a la vida independiente, y que su radio de acción es grande, pues tienen presencia en colonias críticas. 

Su modelo tiene paralelos con el que trabajan los salesianos en todo el mundo: comprometer a las parejas de los jóvenes en vulnerabilidad y a familiares. Me dijeron que en los últimos años el programa Lobo se amplió también para jóvenes que viven en colonias difíciles, donde hay bandas, pero sin pertenecer a ellas. Ismael, su jovial director, me platicó que llegan a las colonias con el equipo de promotoría que tiene el Injuve para crear un vínculo con el joven, con el fin de detectar necesidades y trabajar en ellas y con mucho acompañamiento emocional en 6 ejes: educación, empleo, cultura, deporte, salud y derechos humanos.

Propuse a Lobo que hiciéramos sinergia para trabajar juntos con los salesianos en las obras sociales de ellos en la ciudad, ya en Patio Don Bosco, ya en el Cejusa -Centro Juvenil Salesiano (Valdocco)- de Chapalita o ya en la misma Ciudad del Niño, de donde salimos a barrios de la ciudad con las “brigadas de la alegría” pues tenemos un proyecto grande de reinserción social de jóvenes en conflicto con la ley. 

Hace 3 meses llamé al nuevo director del Imjuve, conocí a Ismael y le propuse ver nuestras obras y así arrancamos ideas que ahora son proyectos para rescatar a más jóvenes leoneses de la desesperanza. Por eso, al recibirles ayer en los internados de Santa Rosa y en el albergue juvenil de Valdocco en Chapalita, me llené de más esperanza.

 

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