La vida me ha enseñado algo, la mayoría de los problemas conyugales y de pareja los inventamos y nada tienen que ver con el amor; me explico:

Haciendo un recuento de mis experiencias de vida dentro de la pareja, me percaté que los temas, asuntos, cuestiones o eventos que generaron conflicto, fueron irracionales y muchas veces intrascendentes y sin sustento, por lo que concluyo que la mayoría de los pleitos de pareja nos los inventamos y que eso es el resultado de una estupidez cultural, la de creer que al ser pareja tenemos el derecho de incidir o decidir sobre los pensamientos y acciones de quién, simplemente decidió compartir con nosotros su vida, no ser nuestra propiedad. Y me voy directo al tema preferido de las parejas melodramáticas y telenoveleras: el de la infidelidad. Antes una reflexión; no conozco a nadie que al decidir compartir su vida con otro, sea en unión libre, como amantes o a través del sacrosanto sacramento del matrimonio, lo haga para molestar al cónyuge o pareja; cuando unimos nuestra vida o proyecto de vida a otra persona, todos lo hacemos para vivir mejor, con la expectativa de que esa unión va a enriquecer nuestras vidas. 

Dicho lo anterior, sigo con el trillado tema de la infidelidad; históricamente la mayoría de los hombres son (somos) promiscuos, es decir, instintivamente nos atraen las mujeres e inconscientemente las deseamos a casi todas, aunque reconozco que hoy como parte de la modernidad y las nuevas culturas, esta característica ya no es solo masculina y muchas mujeres también viven de forma promiscua ¡En fin!, cada quién. Ahora bien, entrado en el tema me hago la primera pregunta: ¿por qué las personas tendemos instintivamente a la promiscuidad?, fíjense que no digo infidelidad, ya que una cosa es el disfrute sexual y otra el amor o relación sentimental, continúo: en mi opinión, porque nuestro instinto y manera de ser nos impele a vivir nuestra sexualidad sin las restricciones culturales y religiosas que nos imponen, es decir, nos gusta el disfrute sexual porque es placentero y somos seres sexuales, segundo, por el gusto y la curiosidad de tener nuevas experiencias de vida, es decir, nos gusta la aventura y la novedad y tercero, por autoestima, por el deseo de sentirnos atractivos, deseados y/o vivos, es decir, nos gratifica gustarle a alguien.

¡Pues bien!, a partir de esta teoría o punto de vista, pues resulta que quien vive una aventura amorosa, sea hombre o mujer, no lo hace por molestar o dañar a la contraparte y muy seguramente, en tanto vive el romance prohibido, tampoco está pensando en la pareja, por lo que pregunto: ¿Por qué nos ofendemos o molestamos por lo que libremente nuestra pareja quiere hacer con su cuerpo cuando no estamos con ella?, y más aún, ¿de dónde sacamos que tenemos el derecho de controlar o prohibir lo que nuestra pareja quiere hacer con su mente y con su cuerpo?; digo, porque, si amamos a nuestra pareja, ¿por qué nos molesta el que sea como es, o de que haga lo que quiere hacer?, es pregunta. 

De lo expresado concluyo: conflictos por la ropa o el arreglo personal, por dónde pasaremos navidad o donde pasaremos las vacaciones, por los chismes de la vecina o por quien debe sacar la basura, son una tontería, lo mismo que el creernos dueños de la pareja y con derecho a dirigir su vida ¡Entendamos!: 1.- Que las personas no hacen las cosas para molestar a su pareja, las hacen porque quieren hacerlas y eso no debe ser motivo de enojo o conflicto, no somos dueños de la pareja o cónyuge, y 2.- La mayoría de los problemas de pareja nos los construimos solos y sufrimos por tontitos, creyendo tener un derecho que no tenemos, el de ser propietarios de la persona que decimos amar… ¡Así de sencillo!

Santiago Heyser Beltrán

Escritor y soñador

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