Muchos padres de familia imponen a sus vástagos al nacer, nombres de familiares cercanos a quienes admiran o agradecen, como hermanos, tíos o abuelos comúnmente; empero, hay quien les endilga nombres de personajes de la historia universal, de deportistas famosos a quienes idolatraron o de artistas del momento. Así encontramos muchos ejemplos. 

Conocí a un amigo de nombre Aníbal, a quien su padre les impuso a él y a sus hermanos nombres de guerreros y conquistadores, como Espartaco, Nabucodonosor, Napoleón, Julio César y Asurbanípal.

Aquí también, de acuerdo a quienes son amantes de posturas filosóficas o políticas han asignado a algunos de sus hijos nombres como Dantón y Robespierre, por la revolución francesa; otros Martí, Lenin o Marx, aunque sean apellidos los convierten en nombres.

He conocido a varios con el nombre de “Dante” pues sus padres seguramente conocieron la vida y obra de este gigante de la literatura universal, sin saber que ese no era su nombre real, sino un apodo surgido de su nombre verdadero Durante Cacciaguida Alighieri, y del cual su familia desvió ese nombre por el de “Dante”, como a quien se llama Francisco y le dicen “Pancho”, o Enrique y le dicen “Quique”.

En la entrega de hoy decidí referirme a este literato italiano por su gran influencia en nuestra civilización desde la aparición de sus obras hasta nuestros días, y su mención constante a razón de su poema cumbre “La Divina Comedia”.

Nacido en Florencia hacia la mitad del siglo XIII, en realidad para la época no se identificaba o señalaba como italianos a los oriundos de esta tierra o región Toscana, sino florentinos como con una concepción del propio Estado o País autónomo, celosos de su origen, de su nación; emancipada del imperio romano-germánico y con características propias.

El crecimiento y desarrollo del joven Dante no pudo ser mejor, pues su familia era de alto nivel económico y por ello no se escatimó en su educación con los mejores maestros al alcance y las instituciones educativas superiores llamadas “Studi”, del más alto nivel, por lo que viajó a Bolonia, para estudiar Derecho y abrevar de los escritos originales rescatados de la vieja Roma, como los de Justiniano; Parma, Nápoles y Padua, le abrieron sus puertas, donde incrementó sus estudios; dada su probada inteligencia, aparte del Derecho Civil, con el Derecho Canónico, Teología, Filosofía, ciencias físicas y Medicina.

El haber conocido a una niña a los nueve años de edad de nombre Beatriz, lo marcó en su vida y la idealizó a tal grado que fue su experiencia mística, como símbolo de la belleza, la virtud y la pureza, de la cual quedó prendado y profundamente enamorado, fascinado con aquél ser celestial, angelical, y su “Vita Nuova”, la describe como lo hiciera Homero: “Ella no es hija de un mortal, sino de un dios”. Así continuará y la seguirá aún después de muerta en su Divina Comedia.

De ahí continuó con su poema al amor llamado Il Fiore, La Flor; donde se refiere a una forma más erótica de amar, erradicando el idealismo y la ilusión amatoria, por el realismo del amor mundano, salpicado de cierto cinismo y hasta de inmoralidad para los cánones de la época.

Es difícil abordar en tan poco espacio, con estas breves líneas una obra tan inmensa, intensa y profunda de Dante Alighieri, pero mi intención sana e ingenua es despertar en los amables lectores su atracción por conocer más de él.

Finalmente la “Commedia”, como originalmente se denominó su gran poema, al que le agregaron sus editores o difusores las palabras “La Divina”; esta obra magna es un conjunto de mensajes místicos, mágicos y filosóficos encerrados en un conjunto  de numerología, 3, 33, 99, y concluyendo con un último canto para llegar a la perfección del número 100. Son tres espacios o partes, a saber, El Infierno, El Purgatorio, El Paraíso, quienes a su vez incluyen nueve círculos cada uno, con otros nueve apartados en los mismos y en alguno el diez.

En el Infierno, hay un círculo que me causó curiosidad y es el número Ocho, con diez ámbitos, donde se encuentran, entre otros, los que “ocupan cargos públicos y abusan de ellos y están sumergidos en brea caliente”. Así que imagínense ese infierno cuán numeroso será.

Los invito a explorar a este inconmensurable autor, quien conjuntamente a Leonardo Da Vinci y a Miguel Ángel Buonarroti, conforman una trilogía que cubren un conjunto artístico-histórico en Florencia.

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