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Perspectiva

El escritor perfecto

La larga y fructífera vida de Mario Vargas Llosa termina. Fue la de un literato y pensador perfecto. Quien definiera el modelo político priista de México como  una “dictadura perfecta”, dejó de existir sin ir a ningún lugar, según su pensamiento agnóstico.

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El escritor perfecto

La larga y fructífera vida de Mario Vargas Llosa termina. Fue la de un literato y pensador perfecto. Quien definiera el modelo político priista de México como  una “dictadura perfecta”, dejó de existir sin ir a ningún lugar, según su pensamiento agnóstico. Sin embargo, hereda a las letras latinoamericanas todos los premios literarios posibles y una cauda intelectual de ficción y pensamiento inigualables.

Porque Gabriel García Márquez, otro Nobel, fue grande en el realismo mágico y en la creación de la novela más importante del Siglo XX en español: Cien Años de Soledad. Porque Octavio Paz, fue poeta ante todo, con una erudición de claridad cosmopolita, pero con vena aorta de bardo. 

Vargas Llosa fue principalmente novelista, pero también ensayista al mejor estilo de Ortega y Gasset; también fue pensador liberal, quien, como Octavio Paz, transitó de la izquierda al liberalismo occidental. Hombre de acción, quiso conquistar la presidencia de Perú y estuvo cerca de lograrlo cuando se le atravesó un descendiente de japoneses llamado Alberto Fujimori. El relato de su vida, hasta el momento de su derrota, fue contado con maestría en una pequeña memoria llamada “El Pez en el agua”. Mario, el que se llevó a la tía política, Julia -10 años mayor que él-  a vivir a una “chambre de bonne” o buhardilla en París; quien se casó con su prima hermana, Patricia Llosa,  y vivió su senectud con la socialité Isabel Preysler, deja una vida de febril existencia. 

Desde su ruptura con el dictador Fidel Castro en 1971, amplió su espectro político a la democracia, a los valores de las sociedades abiertas. Siguió los pasos de Karl Popper, e Isaiah Berlin. Con sus ensayos “Piedra de toque”, en El País, iluminaba el acontecer de la literatura, la política y hasta la tauromaquia. 

Otro de sus empeños fue la libertad democrática frente a los autócratas latinoamericanos. Enemigo del populismo, encabezó la Fundación Internacional para la Libertad (FIL), un foro promotor de las libertades políticas, sociales y económicas. Tuvo todos los premios, el Príncipe de Asturias (1986), el Cervantes (1994) y el Nobel  (2010). 

La izquierda tropical se empeñó en denostar su pensamiento, en querer disminuir su crítica política porque no toleran la pluralidad. A través del tiempo evolucionó su pensamiento como sucedió con Octavio Paz. Pasaron del idealismo socialista de los sesentas, al centrismo racional a partir de la caída del Muro de Berlín.

Como todo genio literario, su muerte hará que volvamos la vista a su obra para disfrutarla de nuevo. Sus “Conversaciones en la Catedral", su “La ciudad y los perros” de su juventud. La aventura de amor con “La tía Julia y el escribidor” o la recreación impecable de los últimos días del dictador Rafael Trujillo en República Dominicana con “La fiesta del Chivo”. Vendrán voluminosas obras completas y homenajes por su integridad intelectual en el ámbito de los demócratas ibéricos y latinoamericanos. 

Podemos decir que los anti dogmáticos perdimos a  uno de nuestros campeones. Quedan muchos recuerdos de sus columnas. Hay uno en particular que llama la atención sobre el valor de la tenacidad intelectual; fue cuando contó que el día anterior había terminado la última página de las obras completas de José Ortega y Gasset. Su erudición provenía tanto del genio como del compromiso estoico de aprender y comprender su circunstancia. 

Vargas Llosa falleció en Perú, su país de origen, pero murió español por naturalización. Sin embargo fue un hombre universal, a quien podemos y debemos visitar de nuevo en su ficción, ensayos y pensamiento político. Vale.

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