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De Salvadora

Injertos

Nadie nace con su vida escrita y se dedica a seguir los pasos del itinerario. La mía, comenzó con un latido flotando en un océano privado, escuchando el sonido de las mareas que hablaban de naufragios, de las vidas previas que me antecedieron flotando ingrávidas atadas a tu vientre, como lo hacía yo

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Injertos

Nadie nace con su vida escrita y se dedica a seguir los pasos del itinerario. La mía, comenzó con un latido flotando en un océano privado, escuchando el sonido de las mareas que hablaban de naufragios, de las vidas previas que me antecedieron flotando ingrávidas atadas a tu vientre, justo como lo hacía yo.

No te miraba, y a pesar de ser tu huésped, solo te presentía, sentía vibrar tu cuerpo de risa o pena. Cuando te alegrabas, contagiabas el bullicio a mis entrañas y quería que ese estado incluyente y febril continuara. Tome figura y afine mis rasgos guiados por los tuyos, en un manual que ordenaba dando indicaciones sobre el color de mi piel y mis ojos, la forma de mi boca y nariz. Inclusive, el tamaño de mis manos y mis uñas, se modelaban bajo un dictado misterioso que forzaba, arrasaba como una ola violenta, imponiendo su poderío en mis costas lejanas.

Arribé a esta tierra con los sueños entrelazados en el cabello, chorreando agua de mar y espuma, entonces, escuché la voz que ya me era conocida, comprobé el lenguaje de sus brazos, descubrí la magia del arrullo que me adormecía y me hacía caer en un letargo como una barca silenciosa mecida por las olas.

Me contaban una historia en sus movimientos, prometían anhelos, y yo, plena, fundida en ellos, descansaba segura y tranquila. Después, me miré en el espejo de sus ojos y la escuché cantar y reír. Lo poseía todo, el mundo era bueno. Afuera mirando por los cristales, corrían las hojas solitarias arrastradas a merced del viento.

Mi vida se tejió entonces con los colores existentes, algunos faltaron, otros escasearon, de unos cuantos hubo en abundancia, y ciertamente mi existencia no fue monocolor, pues se filtraba el azul del cielo, la luminosidad del sol que tenía el prisma del arcoíris. Sin embargo, no puedo dejar de pensar, ¿qué tonalidades tendrían ahora mis años si te hubieras sumado tú, si se hubiera plasmado tu color?

Porque, no solo eran importantes tus genes que ya llevaba dentro, eras más necesario tú. Así que me completé con improvisaciones, en cierta forma, fui injertada en otro árbol y en otra rama, florecí con los nutrientes de una savia ajena. 

Pero, no se me ha permitido jamás alterar la vida ni correr a contratiempo, está escrita en el acantilado, grabada profundo a cincel en la roca, solo se puede mirar a la distancia sin usurpar un punto o una coma. ¿No sería el sueño de todos, enmendar, prevenir, aumentar?

He comprendido que es en la aceptación que he podido afianzarme y crecer, no puedo detenerme de asideras falsas, de humo volátil e incorpóreo que se pierde y desaparece. Asumo la vida escrita, más, si se me hubiera permitido hacer algunas modificaciones, seguramente encabezarías la lista, y no necesitaría de injertos, simplemente florecería desde tu corazón.

 

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