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Alejandro Pohls Hernández

Entre ángeles y demonios: ¿santo o estadista?

Francisco fue un papa bueno, liberal y humanista, que supo entender la teología del pueblo, anheló liberar a la Iglesia de las pesadas losas y atavismos históricos; sin embargo, el statu quo, conservadores, le impidió concretar sus anheladas reformas en ciernes.

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Entre ángeles y demonios: ¿santo o estadista?

La partida del papa Francisco fue profundamente sentida no sólo en el mundo católico, sino también en el seno de otras religiones.  Gobiernos de todos los continentes reconocieron su liderazgo, marcado por un firme compromiso con la renovación de la Iglesia, la dignidad humana, la protección de los migrantes y con los menos favorecidos. Francisco intentó ir más allá de lo religioso, abordando causas sociales desde su raíz: Firme opositor de la guerra, crítico del neoliberalismo, del racismo, el clasismo y las asimetrías económicas, su papado fue un llamado constante a la justicia y la compasión. 

La conducción del Cónclave para suceder a Francisco requerirá de un talento excepcional y mano firme para armonizar las luchas intestinas que tradicionalmente se dan en las elecciones papales: el ‘Lobby gay’ reformista, el poderoso Opus Dei, los conservadores lefebvristas, los emergentes legionarios y los dolidos jesuitas.  “Víboras y cuervos, ángeles y demonios, gremios de poder que atizan la política en la Santa Sede”: Cardenal Bertone.

Francisco fue un papa bueno, liberal y humanista, que supo entender la teología del pueblo, anheló liberar a la Iglesia de las pesadas losas y atavismos históricos; sin embargo, el statu quo, conservadores, le impidió concretar sus anheladas reformas en ciernes.

Pero ¿cuál es el origen del papado? ¿De dónde surge esta institución con ángeles y demonios, entre lo apolíneo y dionisíaco, espiritual y política, que guía la vida de mil cuatrocientos millones de personas entre las ocho mil del planeta?

El papado es la institución más antigua de Occidente que aún pervive. Doscientos sesenta y seis obispos de Roma, de manera ininterrumpida desde el inicio de nuestra era, que han conducido los destinos de la cristiandad y durante siglos los del mundo occidental. Se afirma que Pedro fue el primer obispo de Roma; sin embargo, de la estancia de Pedro en la capital imperial nada puede afirmarse con certeza. “El Nuevo Testamento no menciona su presencia en Roma, y la arqueología no ha logrado identificar su tumba bajo la actual Basílica de San Pedro”: teólogo Hans Küng. 

Las primeras comunidades cristianas eran grupos locales independientes, presididos por un episkopos (inspector), asistido por los presbíteros (ancianos) y diáconos (servidores). Atendían peregrinos y celebraban un incipiente culto, sustentándose en relatos orales, ya que aún no existía un corpus oficial de textos sagrados, ni un credo definido y circulaban numerosas versiones sobre Jesús.

Con la llegada de Constantino al poder, se define el credo que hasta ahora prevalece, cesa la persecución y la Iglesia cobra fuerza: el cristianismo se convierte en religión de Estado. El clero romano, por estar en la cabeza del imperio, reclama   mayor autoridad, pero los demás obispos no estaban dispuestos a ceder poder. Así, fue el emperador, y no el obispo de Roma, quien convocó al Concilio de Nicea en el año 325, ante la amenaza de una escisión doctrinal y política entre Occidente y Oriente. Fue hasta el año 700, con Juan VII, que el concepto de “papa” adquiere su sentido monárquico con supremacía absoluta sobre los demás obispos como lo es actualmente. 

La historia del papado es un relato de claroscuros: mil quinientos años de aciertos y desvaríos, filias y fobias. Han existido pontífices brillantes que forjaron la conciencia ética de Occidente, pero también el lado oscuro revela historias de crímenes, adulterios, pedofilia, intrigas, abdicaciones, y luchas encarnizadas por el poder en este mundo...

Ya suman miles de santitos en la Iglesia, no necesita más. Requiere de un líder carismático, un gran humanista, un hombre de Estado: un liberal carismático, capaz de cambiar la historia. Alguien que tome el control de la jerarquía, ponga orden en la casa y de continuidad a las reformas pendientes de Francisco: pedofilia, celibato, la mujer en la Iglesia, los matrimonios igualitarios, el ecumenismo, y trasparencia financiera erradicando la corrupción en el IOR, el banco vaticano…

Qué lejos quedan aquellos humildes episkopos, diáconos y presbíteros, de la ostentosa corte papal actual. El boato, las vestimentas, la riqueza y el lujo contrastan con los orígenes sencillos del cristianismo. 

El teólogo del Concilio Vaticano II, el jesuita   Karl Rahner, afirmó: “Jesús no habría entendido nada de lo que hoy sucede en el Pontificado y la jerarquía”. Descanse en paz el Papa bueno.

 

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