Hoy nos duele la cabeza, tenemos cruda mundialista. Y cómo no, fue todo un mes emborrachándonos de futbol.

De ahora en adelante ya no habrá pretextos, ya no hay motivos para encender el televisor a media mañana y a la mitad del día, para parar oído y escuchar la radio, para mirar a cada rato el celular y ver la repetición de la repetición al terminar la jornada.

El Mundial Rusia 2018 nos deja una gran variedad de gritos: de emoción, de orgullo, de admiración, de dolor y de enojo.

Francia es el nuevo mandón del mundo, el equipo del lenguaje elegante y futbol efectivo. El que tuvo en Mbappé a un niño vestido de héroe y en Deschamps a un entrenador técnicamente mesurado.

Croacia emerge como el campeón sentimental, el del uniforme bonito y despliegue combativo. El que queríamos que ganara la Final para no hablar de los mismos de siempre y en el que entre sus filas tuvo al mejor jugador del Mundial con el callado Luka Modric.

Bélgica es el deleite del ‘Ya Merito’, un representativo sensación que volvió a quedarse en la orilla y Alemania termina como la ratificación de que el campeón queda maldito para la defensa de su título, como le pasó a Italia, como le ocurrió a España.

Brasil confirma que no todo lo que brilla es oro y Argentina que puede más un vestidor quebrado que una pléyade de figuras con un timonel mal querido.

También nos quedamos con la imagen de una Panamá para la que anotar un gol fue un triunfo de 24 kilates y de África en su peor momento futbolístico.

Cristiano Ronaldo y Lionel Messi plasmaron con la camiseta de sus selecciones la dura realidad de que su esencia galáctica es también futbolísticamente humana, que sus hombros no son tan grandes para la carga de un Mundial y que el tiempo no perdona por lo que en sus manos ahora guardan el peligro de que tal vez nunca alcen una Copa del Mundo.

Para México, la experiencia rusa ha sido una dolorosa lección que se une a las que no aprendimos de los últimos ocho mundiales. Nos volvimos a quedar con el éxtasis de un triunfo histórico, pero con la triste decepción de que nuestro nivel en el orbe no va más allá del quinto partido y más lejos.

Terminó el Mundial de Rusia y si bien por ahora vemos lejano el de Qatar, sabemos que cuatro años pasarán como un suspiro entre nuestra rutina habitual, el futbol casero y eliminatorias donde se camina para calificar y así, otra vez nos llegará el momento en el que pondremos los mismos pretextos para emborracharnos con otro mesecito de futbol.

Hoy tenemos cruda, bendita cruda futbolera.

 

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