“Necesitamos la esperanza para que nuestra alegría sea perfecta”

Pierre Teilhard de Chardin

El padre Pierre Teilhard de Chardin era un jesuita iluminado por dos fuegos interiores: su humanismo cristiano y su amor por la ciencia. Como paleontólogo, era devoto darwinista de la evolución humana. Conciliaba su vocación religiosa con un pensamiento de vanguardia para su época, lo que le valió la censura de la alta jerarquía eclesiástica.

Sus libros fueron prohibidos por el Santo Oficio porque consideraban su contenido ajeno a la doctrina. Hasta su muerte en 1955, el público pudo leerlos y comprender la magnitud de su visión. Él decía que la humanidad crecía en complejidad desde su origen, desde alfa hasta el omega (la fusión con la divinidad). Con su poder de observación, desde un plano intelectual y moral superior, predicó una cosmovisión panenteísta en la que lo humano se funde con lo divino en el punto Omega.

Cuando vemos el mundo de hoy, en particular ante el alba de una inteligencia artificial superior creada por la humanidad, comprendemos que tenía razón. Nuestro mundo es cada día más complejo debido a la expansión del conocimiento y a los avances sociales. A muchos no les gusta creer que el tiempo presente siempre será mejor que el pasado y que todo tiempo futuro será mejor. El problema es que el avance no siempre es lineal. Hay avances y retrocesos; tiempos de paz y de guerra; épocas de crecimiento y abundancia, de escasez y sufrimiento. Pero en general, la humanidad progresa. Nadie lo explica mejor que Steven Pinker en su bestseller “En defensa de la Ilustración”.

Hoy nos duele que nuestro país esté en el punto más bajo de un ciclo de desarrollo: la violencia, la corrupción y la destrucción de la democracia son un hoyanco muy grande en el que hemos caído y del que vamos a salir; en eso tengo toda la esperanza. Podemos llorar y ser solidarios con tantas familias que sufren por las muertes violentas de sus seres queridos o por la desaparición forzosa de estos, pero tenemos que seguir viviendo.

Solo la esperanza nos permite recuperar la alegría perdida. Teilhard, en su naturaleza, era un optimista y un ferviente cristiano, lejano a los dogmas y al clericalismo. Un santo que no necesitó hacer milagros ni sufrir martirios.

La maravilla de la Navidad es que llena nuestras vidas de la alegría que proviene de la esperanza. Al menos hay una noche de paz en la inmensa mayoría de los hogares.
En aparente contradicción, deseamos que la vida sea más simple, menos compleja, pero la realidad teilhardiana nos rebasa. Vivimos más años debido a la complejidad de la medicina moderna; conocemos más del mundo gracias a la alta tecnología de las comunicaciones. Tenemos acceso al conocimiento universal, no solo con repositorios enciclopédicos como lo era el buscador Google, sino que en apenas tres años contamos con máquinas que razonan a un nivel que no soñábamos apenas hace una década. Sin embargo, hay que avanzar en la gobernanza de la ciencia y la tecnología. Sin lo humano nada tiene sentido. La prosperidad sin leyes ni valores puede aniquilarnos.

Perdón por estas digresiones sin estructura, tal vez la esencia de estas palabras es el deseo de que renazca la esperanza en nosotros, en nuestras familias y en nuestro país, que tanto la necesita.

Mil gracias por leer AM. Feliz Navidad y Año Nuevo. Esperamos estar de nuevo en estas páginas y en estas pantallas al inicio de 2026.

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