El Teatro Manuel Doblado se volvió un umbral rojo la noche del miércoles, cuando se presentó “Conversando con el Diablo”, la puesta en escena que significó el regreso de Ernesto Laguardia a los escenarios leoneses. Ante más de mil asistentes, la obra dirigida y co-protagonizada por Rafael Perrín, ofreció una sola función de 90 minutos que para la mayoría fue su primera experiencia ante este duelo filosófico.
Con luces rosas que emulaban un averno contemporáneo y una soga suspendida como recordatorio del límite, la historia se aleja del terror convencional para plantear una conversación sin escapatoria entre un hombre desesperado y el Diablo, donde el verdadero horror no es sobrenatural, sino psicológico: el abismo de la propia mente.
Hubo risas, ironía y humor negro. El público reía, pero también reflexionaba. Porque la puesta no pregunta por demonios externos, sino por los internos.
Es difícil salir de gira, hay inseguridad y bloqueos, pero respetamos mucho al público del interior. Ojalá haya reciprocidad y la gente vaya al teatro, como aquí en León”, señaló Ernesto Laguardia tras la función.

Rafael Perrín remarcó que la obra no es invocación, sino metáfora: “Soy profundamente católico. Esto es teatro. Es energía, es reflexión. Igual que cuando hice El Exorcista en Colombia, lo que se representa es un espejo”.
Perrín también explicó el origen de la metáfora, que ya cuenta con boletos agotados para este noviembre y diciembre.
Tenemos agotado todo noviembre y enero en CDMX. León es apenas la tercera ciudad de la gira. Y hay gente que le teme al tema del Diablo… pero yo soy profundamente católico. Esta no es una invocación. Es metáfora. Como con El Exorcista en Colombia: dos años en cartelera. El teatro sirve para representar energías. Para hablar de lo que no se dice”.
Se dejó en claro que “Conversando con el Diablo” no es teatro de susto. Es teatro de espejo.
De esos que ríes… mientras descubres que la risa es defensa.
Y si algo quedó claro en León, es que este duelo no necesita fuegos artificiales: basta con dos actores (Laguardia y Perrín) un texto afilado, y una pregunta que suena a sentencia: el infierno no está afuera, está en la mente de quien lo contempla.