Desde el aeropuerto Juan Guillermo Villasana, en Pachuca, partió una aeronave cargada de esperanza. A bordo, 112 despensas con alimentos básicos y el compromiso de que ningún rincón de la Sierra Hidalguense quede olvidado tras las lluvias.
El cronómetro marcaba poco más de veinte minutos de vuelo entre montañas cubiertas de neblina y valles aún húmedos. Desde la ventanilla, el Parque Cultural Hidalguense quedaba atrás y se abría paso la inmensidad verde que conduce a Soyatla, comunidad enclavada en el municipio de Tianguistengo, donde la única vía terrestre sigue bloqueada por deslaves.
Allí, la espera no es pasiva. Las familias se reúnen desde temprano, observan el cielo y escuchan atentos el sonido del helicóptero. Cuando por fin se distingue en el horizonte, todos ayudan: los hombres despejan el terreno, las mujeres extienden lonas y los niños corren emocionados. La llegada del apoyo no es solo logística, es también un momento de comunidad.
Apenas toca tierra, personal del Ejército descarga los víveres mientras los habitantes agradecen con aplausos y palabras sencillas: “Gracias por no olvidarnos”. Aunque las casas de Soyatla no presentan grandes daños, la carretera principal está intransitable, lo que impide la salida o el ingreso de suministros por tierra.
Tras la entrega, el helicóptero levanta vuelo una vez más rumbo a Pachuca. En el cronómetro, el tiempo de regreso es el mismo, pero el ánimo es distinto.