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Perspectiva

Lo que ocurrió después (Segunda parte)

Hace seis años había dos proyectos de nación. Prevaleció el de Morena aunque no fue el original, el prometido. Lo que vino después es historia: el regreso del presidencialismo recargado con sus peores defectos como el populismo clientelar. 

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Lo que ocurrió después (Segunda parte)

Hace seis años había dos proyectos de nación. Prevaleció el de Morena aunque no fue el original, el prometido. Lo que vino después es historia: el regreso del presidencialismo recargado con sus peores defectos como el populismo clientelar. 

Del otro lado estaba una de las mejores visiones, planteada por un mexicano preparado, eficaz, cosmopolita; de una integridad que muy pocos políticos pueden presumir. Es el funcionario que más secretarías ha liderado: Hacienda, Relaciones Exteriores, Energía y Desarrollo Social. En todas tuvo un desempeño brillante, incluso durante dos sexenios con distinto partido y presidente (Calderón y Peña Nieto).

Cuando hablas con él, tiene la capacidad de explicar  los temas más complejos con una gran claridad. Recuerdo cuando llegó la primera metida de pata de la 4T y nos dejaron sin gasolina en enero del 2019,  se inventaron que estaban combatiendo el huachicol.  José Antonio Meade sabía que no era un problema que se pudiera solucionar con un manotazo o de un día para otro. Sabía que Colombia había luchado durante años para eliminarlo. El tiempo le dio la razón. Nunca hubo una estrategia adecuada para parar el robo de combustibles desde Pemex o en la Fiscalía General de la República. El huachicol y el gaschicol siguen impunes. 

Al año siguiente, cuando empezó la pandemia, Meade aconsejó a varios estados sobre la mejor forma de enfrentar el COVID. Cuidar a los diabéticos, a los mayores con problemas pulmonares; hacer geografía puntual de contagios; si hubiera estado al frente del país hubiera optado por reunir a los expertos epidemiólogos del Consejo Nacional de Salud Pública. Con su talento y liderazgo el número de muertes por COVID sería la mitad o tal vez una tercera parte de los 810 mil que perdieron la vida. Perdimos 4 años en la esperanza de vida. 500 millones de años de vida en el país. Una locura.

Sin duda la visión de Meade era suficiente para apoyar a las cientos de miles de Pymes y a los trabajadores que perdieron su empleo. La caída económica pudo aminorarse y la recuperación fortalecerse. Qué decir del dispendio. 

El Tren Maya sólo es sensato de Cancún a Tulum. Estirando la liga de Mérida a Cancún. Meade (o cualquier líder cuerdo), jamás pensaría en botarse medio billón de pesos en algo que no funciona ni funcionará por su alto costo de operación. 

Texcoco sería una realidad con el mejor y más hermoso aeropuerto de Latinoamérica. La CDMX estaría orgullosa y los llanos de Balbuena, donde está el viejo aeropuerto, serían un extraordinario espacio público. 

En lugar de Dos Bocas, cientos de parques solares y eólicos alimentarían la red pública, fortalecida por la CFE con tarifas realistas de conducción. La realidad de un país con una potencia energética incomparable no estaría basada en combustibles fósiles. Además la inversión privada -sin ideologías- ayudaría a sentar las bases para abastecer a cuanta industria llegará por el nearshoring. Después de la emergente Inteligencia Artificial, se necesitará duplicar la capacidad instalada para los centros de datos como el que ubicará Amazon en Querétaro. 

Meade tenía la propuesta de luchar contra el crimen con herramientas tecnológicas y también con un instrumento poderoso: la disminución del uso del efectivo en la economía, medio indispensable para todo tipo de transacciones sin huella y fuera de la ley. 

Pero lo más importante, Meade jamás pensaría que el caos que vivimos se puede resolver con abrazos. Como abogado y doctor en Economía por la universidad de Yale, sabe que hay métodos y políticas públicas para contener y disminuir la criminalidad y el narcotráfico. Pero sin la voluntad de hacerlo el país corre el riesgo de perderse en la anarquía.  (Continuará)

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